Humillante
Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que las medidas de "seguridad" adoptadas a partir de esta semana en los aeropuertos son una locura. Nada es m¨¢s inseguro ni humillante que cruzar un arco antimetales descalzo y sujet¨¢ndote los pantalones ante la mirada ir¨®nica o suspicaz de un grupo de uniformados. La seguridad a ese precio es s¨®lo precio. El problema es d¨®nde protestar, porque, si lo hemos entendido bien, se trata de una "directiva europea", es decir, no sabemos qui¨¦n es exactamente el paranoico al que se le ha ocurrido. El interruptor de la luz lo maneja un alem¨¢n y el tr¨¢nsito aeroportuario un belga. Como ven, todo muy tranquilizador. Afirmar que se trata de una "directiva europea" es tanto como atribuir la decisi¨®n a Dios, lo que no est¨¢ mal si pensamos que Dios siempre ha sido partidario, en todas las culturas, de fomentar el miedo, el susto, el castigo, el delirio de persecuci¨®n.
Pese a la apariencia de laicidad en la que vivimos instalados, nunca hemos sido tan religiosos. Ahora nuestro Dios es Al¨¢, puesto que a ¨¦l se atribuye en ¨²ltima instancia esta normativa que ha ca¨ªdo del cielo como la gota fr¨ªa. No lo he descubierto yo, sino un funcionario de la T-4 madrile?a con el que me anim¨¦ a compartir mi perplejidad. Me pidi¨® que no le echara la culpa al PSOE ni al PP ni a CiU, ni siquiera al tripartito. Me dijo literalmente que la culpa era de Al¨¢. De modo que no quer¨ªamos Dios y tenemos dos tazas. Si de verdad fu¨¦ramos laicos y dem¨®cratas, ning¨²n Estado se atrever¨ªa a humillarnos con estas pr¨¢cticas religiosas.
De momento tenemos que atravesar el arco medio desnudos, con la tarjeta de embarque en la boca y haciendo equilibrios con las bandejas en las que hemos agrupado obsesivamente los objetos por densidades. Lo de los 100 mililitros, cr¨¦anme, carece de importancia. El problema ser¨¢ cuando no nos dejen pasar con toda la masa encef¨¢lica. O con cantidades de pensamiento superiores a las permitidas por la directiva europea o por Al¨¢. Aunque quiz¨¢ esas restricciones hayan entrado ya en vigor sin que seamos conscientes de ello. Ninguna sociedad con un pensamiento entero se habr¨ªa tragado esta imposici¨®n. El fundamentalismo religioso ha ganado la guerra.
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