Banderas para ocultar las lanzas
El autor defiende que la libertad y la solidaridad nada tienen que ver con consumir cigarrillos, y que la Ley Antitabaco s¨®lo limita el derecho a fumar en ciertos ¨¢mbitos para que la poblaci¨®n que no fuma no se vea afectada por la exposici¨®n al humo del tabaco.
No hay ninguna duda de que el tabaco es perjudicial para la salud. Existe un acuerdo un¨¢nime en que se debe proteger a los menores de la exposici¨®n al humo de tabaco y se ha demostrado que inhalar aire contaminado por humo de tabaco (tabaquismo pasivo) es tambi¨¦n perjudicial para la salud.
Dado que todas estas evidencias resultan hoy incuestionables, para defender el consumo de tabaco a d¨ªa de hoy es necesario utilizar otros argumentos. Se apela entonces a principios de la convivencia, como la libertad, la tolerancia o incluso la solidaridad. Principios o valores a los que nuestra sociedad, quiz¨¢ menos libre, tolerante y solidaria de lo que deber¨ªa, es especialmente sensible.
Y as¨ª se puede leer que se acosa al fumador (hay que ser tolerante) cuando se intenta regular que los espacios p¨²blicos, incluido el entorno laboral, sean libres de humo. Cuando ni la tolerancia, ni la libertad ni la solidaridad tienen nada que ver con consumir o no cigarrillos.
Se traslada el debate sobre un tema de salud a un debate de libertades o de derechos con el fin de confundir a la poblaci¨®n
Tampoco la Ley del Tabaquismo limita la libertad de nadie a fumar o no fumar en su ¨¢mbito privado, sino que lo ¨²nico que hace es proteger de la exposici¨®n a una sustancia altamente carcin¨®gena a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n que no fuma.
De esta manera, bajo un prisma de valores, se traslada el debate sobre un tema de salud (el tabaquismo) a un debate de libertades o de derechos y al final se busca el objetivo de confundir a la poblaci¨®n. La industria tabacalera ya no necesita organizaciones pantalla que defiendan sus postulados, como el Club de Fumadores. Ahora dispone del apoyo franco de pol¨ªticos con responsabilidades en algunas comunidades aut¨®nomas. Los argumentos basados en la "tolerancia", que incluye la "buena educaci¨®n", junto a tildar de fan¨¢ticos a los que defienden la legislaci¨®n, forman parte de su estrategia de comunicaci¨®n destinada a retrasar o evitar las medidas preventivas realmente eficaces para controlar el tabaquismo.
La Comunidad de Madrid niega con su decreto la evidencia cient¨ªfica del impacto del humo ambiental de tabaco en la salud. Niega que las separaciones en los locales de hosteler¨ªa deban ser "f¨ªsicas" y "completamente compartimentadas", tal y como dice literalmente la ley estatal.
Niega la posibilidad de proteger de la exposici¨®n a potentes carcin¨®genos a los ni?os y ni?as que asisten a un banquete de boda celebrado en locales p¨²blicos, convirtiendo adem¨¢s a estas celebraciones en puntos de reca¨ªda en la adicci¨®n y escuela de nuevos fumadores.
Niega que la prohibici¨®n de fumar en el trabajo deba ser completa para que sea efectiva en la protecci¨®n de quienes no fuman y en ayudar a los que quieren dejarlo, o al menos reducir el consumo. Y, lo que es m¨¢s grave, niega el consenso pol¨ªtico de todos los partidos del arco parlamentario que se obtuvo el 15 de diciembre de 2005.
Los motivos para esta actuaci¨®n son un tanto turbios, pero en el mejor de los casos son una clara muestra del populismo en su versi¨®n m¨¢s deleznable. Esa clase de demagogia que juega con la salud de todos para intentar conseguir un pu?ado de votos.
Las comunidades que est¨¢n boicoteando la Ley Antitabaco plantean como argumento central que hay que ser tolerante, que el fumador se siente acosado. Cabr¨ªa preguntarse si afirmar¨ªan lo mismo con los maltratadores, con los conductores borrachos. ?Hay que ser tolerante con el maltrato de g¨¦nero, con los conductores que no acatan la ley y generan accidentes de tr¨¢fico?
Est¨¢ claro que no, pero parece que con el tabaco, que origina mucha m¨¢s enfermedad y muerte prematura que esas causas, s¨ª que hay que ser tolerante.
La tolerancia y la libertad son valores de los que nadie se puede apropiar para defender intereses particulares. Ya vemos qui¨¦n aplaude a la Comunidad de Madrid por su flamante decreto: los comerciantes, los hosteleros y, por supuesto, las tabacaleras.
La salud p¨²blica requiere algunos sacrificios individuales: no beber alcohol cuando se tiene que conducir, usar un preservativo si se tienen relaciones sexuales de riesgo, perderse algunos d¨ªas de escuela o de trabajo si alguien est¨¢ afectado de una enfermedad transmisible... salir a fumar al aire libre cuando uno est¨¢ en un centro de trabajo o de ocio en el que no se puede fumar. La sociedad en su conjunto entiende que hay bienes jur¨ªdicos y constitucionales, como el derecho a la salud, que se hallan por encima de otras consideraciones.
Por lo visto algunos pol¨ªticos no han entendido este principio tan elemental. Hay que desconfiar de aquellos que se llenan la boca de "prevenci¨®n" y "educaci¨®n" pero se oponen con los hechos a aplicar las medidas preventivas que son realmente eficaces, que son bien conocidas por los expertos y han sido aplicadas con ¨¦xito en muchos pa¨ªses europeos y de otros continentes.
Desconfiemos de quienes hablan continuamente de practicar la tolerancia con el tabaco: s¨®lo sacan las banderas para ocultar las lanzas.
Rodrigo C¨®rdoba Garc¨ªa es presidente del Comit¨¦ Nacional de Prevenci¨®n del Tabaquismo (CNPT), organizaci¨®n integrada por 40 sociedades cient¨ªficas y asociaciones del ¨¢mbito sanitario espa?ol.
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