El fracaso de Sarkozy
Un a?o despu¨¦s de los acontecimientos de octubre y noviembre de 2005, en los que las barriadas de Francia estallaron bajo la violencia de los j¨®venes manifestantes, no ha cambiado verdaderamente nada. Lo ¨²nico, que la rebeli¨®n se ha endurecido y los delincuentes act¨²an de forma cada vez m¨¢s violenta. Para "festejar" el aniversario de aquellos sucesos, se han producido revueltas dispersas, muchas veces lejos de donde se produjeron los primeros incidentes. Se han vuelto a quemar cientos de coches y autobuses, que siguen siendo, a diario, blanco de la venganza juvenil. En Marsella han atacado e incendiado un autob¨²s, y hubo una joven gravemente herida.
Si lo que ocurri¨® el a?o pasado no sorprendi¨® a quienes trabajan -a menudo, en condiciones extremadamente dif¨ªciles- en los barrios en los que existe marginaci¨®n social, hoy, a pesar de las promesas proclamadas durante todo el a?o, el miedo y la incredulidad predominan entre pol¨ªticos y educadores. El presidente Chirac hizo un discurso excelente tras los disturbios de 2005: diagnostic¨® con lucidez la situaci¨®n y prometi¨® actuaciones para ayudar a esos j¨®venes a salir de su infierno cotidiano. Junto a una acci¨®n represiva, necesaria para evitar que se reprodujeran las revueltas, expres¨® su deseo de que se pusiera en marcha una pol¨ªtica realista de integraci¨®n, sobre todo mediante la lucha contra las discriminaciones sociales, ¨¦tnicas y territoriales. Sin embargo, el ministro de Asuntos Sociales se ha limitado a implantar unas medidas de corto alcance que no han tenido repercusi¨®n alguna en las barriadas.
Ahora bien, quien ha estado al frente durante todo el a?o ha sido el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que ha seguido agitando el espectro de la inseguridad para mejor cortejar al electorado de Le Pen. Asegur¨® que la polic¨ªa hab¨ªa perseguido en 2005 a los dos j¨®venes que murieron electrocutados por accidente en Clichy sous Bois porque se hab¨ªa producido un robo en una obra. La investigaci¨®n judicial demostr¨® que esa afirmaci¨®n era mentira. Dijo que la extensi¨®n de la revuelta era fruto de una acci¨®n preparada. Sin embargo, sus propios servicios de informaci¨®n le han indicado que no exist¨ªa ninguna cosa de ese tipo: lo grave de la situaci¨®n era precisamente que se trataba de revueltas salvajes e incontroladas. Presumi¨® de haber reducido la violencia y la inseguridad en las barriadas; en realidad, ahora son mayores que nunca. Pens¨®, como buen ultraliberal, que era posible resolver un problema social mediante la represi¨®n, cuando la represi¨®n no es m¨¢s que un aspecto del malestar social. En realidad, Nicolas Sarkozy ha fracasado en toda regla.
Algunos comentaristas, neoconservadores franceses instalados en la ideolog¨ªa pueril del conflicto de civilizaciones, y cuyo ¨²nico objetivo es alzar a la poblaci¨®n contra los hijos de los inmigrantes magreb¨ªes o subsaharianos, han acusado a estos ¨²ltimos de dejarse manipular por organizaciones integristas islamistas. Otra mentira: todas las investigaciones policiales han demostrado que dichos movimientos no tuvieron nada que ver; que, por el contrario, los amotinados deseaban que se les considerase franceses de pleno derecho.
Entre 1997 y 2002, el Gobierno de izquierdas cre¨® la polic¨ªa llamada "de proximidad". Su objetivo era tejer lazos con los j¨®venes, conocer a los padres, participar en debates ciudadanos con los habitantes de esas ciudades para comprenderlos y facilitar el mantenimiento del orden que reclamaban los ciudadanos. Cuando la derecha regres¨® al poder, en 2002, suprimi¨® esa polic¨ªa, que funcionaba muy bien. Hoy son muchos los cargos de derechas que la echan de menos. Pero el ministro del Interior no puede reconocer que se equivoc¨®.
En cuanto a la polic¨ªa, dedicada a una tarea esencialmente represiva, se ha convertido en el centro de todos los odios. Es cierto que la situaci¨®n no es sencilla para las fuerzas del orden. Sus agentes, recibidos a menudo con pedradas en esos barrios, siguen practicando controles en funci¨®n del aspecto y no se privan de humillar a unos j¨®venes que, a su vez, son igual de despiadados con ellos. Un c¨ªrculo infernal en el que el odio de los j¨®venes hacia la polic¨ªa no es comparable m¨¢s que a la perversidad de la polic¨ªa con ellos. La relaci¨®n social est¨¢ totalmente destruida.
La situaci¨®n en las barriadas es muy inquietante. Los enfrentamientos son cada vez m¨¢s violentos. Circulan armas que pueden utilizarse en cualquier momento contra la polic¨ªa. En la revuelta participan chicos cada vez m¨¢s j¨®venes. Se recluta a ni?os que crecen en un ambiente en el que se equipara ley con injusticia y revuelta violenta con defensa leg¨ªtima. Como la polic¨ªa desaparece cuando cae la noche, los barrios quedan en manos de traficantes de todo tipo. El Estado est¨¢ ausente y los ciudadanos viven en la inseguridad m¨¢s angustiosa.Las causas que motivaron la explosi¨®n de noviembre de 2005 siguen existiendo. Es verdad que el Estado ha puesto en pr¨¢ctica, sin decirlo, una peque?a pol¨ªtica de discriminaci¨®n positiva en algunos sectores que dependen de ¨¦l: empresas p¨²blicas, escuelas, sociedades mixtas, etc¨¦tera, para favorecer la contrataci¨®n de esos j¨®venes. Se observa a simple vista, por ejemplo, cuando se viaja: hay en los aeropuertos y estaciones empleados que pertenecen a esa Francia hasta ahora oculta. Pero el problema es que esas pobres tentativas de favorecer socialmente a los j¨®venes franceses nacidos de la inmigraci¨®n afectan muy poco a los que se rebelaron en las barriadas. ?stos siguen estando marginados.
Lo que lo demuestra de forma m¨¢s sobrecogedora, mejor que todos los an¨¢lisis de expertos, es lo que dice en una entrevista un joven de la Ciudad de los M¨²sicos, en el municipio de Mureaux, departamento de Yvelines: este joven de 22 a?os comenz¨® a estudiar para obtener el diploma de electricista. Despu¨¦s de una pelea con la polic¨ªa fue condenado a cuatro meses de c¨¢rcel, por lo que tuvo que abandonar los estudios. Ahora se encuentra sin ninguna formaci¨®n y obligado a vivir al d¨ªa. "No tenemos las palabras necesarias para explicar lo que pensamos", dice. "Quemar coches es nuestra forma de mostrar que existimos, de decir que algo va mal. S¨®lo as¨ª podemos hacernos o¨ªr" (Le Journal du Dimanche, 29 de octubre de 2006).
Cuando la crisis de confianza en el Estado y la sociedad alcanza ese nivel, es para preocuparse. Los alcaldes de las ciudades afectadas lo saben. Lo dicen y proponen soluciones: para empezar, restablecer el tejido social en esos barrios, para lo que hay que restaurar el contacto entre la autoridad p¨²blica y los j¨®venes. Pero eso supone incrementar el n¨²mero de educadores especializados, formar dentro de esa poblaci¨®n a j¨®venes que sirvan de modelos de integraci¨®n, reforzar el entorno escolar y, sobre todo, crear empleo que permita tener un futuro. Desde luego, todo eso ser¨ªa mucho m¨¢s barato que lo que cuesta mantener (no mantener) el orden en las barriadas.
Pero todo el mundo lo sabe: no se har¨¢ nada antes de las elecciones presidenciales, y seguramente tampoco despu¨¦s. No s¨¦ qu¨¦ podr¨ªa proponer la derecha aparte de lo que ha hecho hasta ahora. Y lo que hay en la izquierda es una competici¨®n de quimeras. S¨¦gol¨¨ne Royal, consciente de la exigencia de orden que plantean los ciudadanos que viven en la inseguridad de esos barrios, propone enviar... ?al ej¨¦rcito! No es serio. El Partido Socialista prev¨¦ unas medidas a la vez integradoras y represivas. Pero no dice nada sobre los medios para financiarlas. Y la extrema derecha echa le?a al fuego.
Es una situaci¨®n que debe dar que pensar a los observadores europeos, porque lo que sucede en Francia puede ocurrir en otros lugares, y m¨¢s pronto de lo que se cree. En toda Europa, la precariedad y la incertidumbre ante el futuro van en aumento. La econom¨ªa europea crea poco empleo y el v¨ªnculo social se afloja cada vez m¨¢s. El ¨ªndice oficial de paro de los menores de 25 a?os en la Uni¨®n Europea es, seg¨²n la Oficina Internacional de Trabajo (octubre de 2006), de 13,1%, es decir, 2,3 veces m¨¢s que el de los adultos. En Francia, pero tambi¨¦n en el Reino Unido e incluso, cada vez m¨¢s, en Alemania, la pobreza es mayor hoy que en los a?os sesenta. Y las revueltas francesas son, ante todo, las revueltas de la pobreza y la exclusi¨®n social.
Precisamente a principios de los a?os sesenta, un gran escritor estadounidense, James Baldwin, public¨® un panfleto lleno de indignaci¨®n, titulado The fire next time
[La pr¨®xima vez, el fuego]. En ¨¦l dec¨ªa que a los negros norteamericanos no se les consideraba seres humanos, que viv¨ªan humillados, aplastados, rechazados por el sistema social: "Si no ponen remedio", conclu¨ªa, dirigi¨¦ndose a las autoridades, "?se encontrar¨¢n ante una rebeli¨®n con fuego!". Estados Unidos se encontr¨® con el fuego. Si las autoridades francesas y las de otros pa¨ªses europeos no tienen cuidado, sufrir¨¢n las mismas consecuencias.
Un a?o despu¨¦s de los disturbios en las barriadas de Francia, es indispensable reforzar la ley, desde luego, luchar contra los delincuentes que siembran la inseguridad y se aprovechan de la desesperaci¨®n de los m¨¢s d¨¦biles. Pero lo mejor ser¨ªa que se propusiera una pol¨ªtica de justicia e integraci¨®n para todos los que la necesitan. Seguramente es la ¨²nica soluci¨®n eficaz.
Sami Na?r es profesor invitado de la Universidad Carlos III de Madrid. Su ¨²ltimo libro es Y vendr¨¢n... Las migraciones en tiempos hostiles, Bronce, 2006. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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