Bolonia
Estamos metidos en pleno proceso de implementaci¨®n del Espacio Europeo de Educaci¨®n Superior, m¨¢s conocido como proceso de Bolonia, y no parece que las cosas est¨¦n demasiado claras. Un peque?o resumen para principiantes en el tema nos dir¨ªa lo siguiente. Tras algunos precedentes, en 1999, los ministros de 29 pa¨ªses suscrib¨ªan en Bolonia, una de las cunas de la instituci¨®n universitaria, una declaraci¨®n pol¨ªtica de intenciones por la cual acordaban la creaci¨®n de "espacio com¨²n universitario" que logre "incrementar la competitividad" y "el grado de atracci¨®n mundial" del sistema europeo ante el poderoso entramado universitario estadounidense. Tras la de Bolonia se han celebrado otras citas (Praga, Berl¨ªn, Bergen), con lo que el n¨²mero de Estados europeos firmantes asciende a casi medio centenar. El objetivo fundamental es conseguir crear un sistema universitario europeo en el que las titulaciones puedan ser homologables y homologadas en los pa¨ªses miembros sin problemas, algo que no ocurre en la actualidad. Se fomentar¨ªa as¨ª la cooperaci¨®n entre las universidades europeas y la movilidad de estudiantes y profesores, y se supone que as¨ª mejorar¨ªa la calidad de la investigaci¨®n y de la ense?anza universitaria. Para avanzar en el enmara?ado sistema de titulaciones y acreditaciones, la palabra m¨¢gica es el llamado "cr¨¦dito europeo" o ECTS (European Credit Transfer System), con el cual se trata de hacer comparable (y homologable) lo que cada pa¨ªs hace en sus respectivos sistemas. A diferencia de lo que hasta ahora era un cr¨¦dito en Espa?a (10 horas de clase), el ECTS incluye horas de trabajo del alumno, pr¨¢cticas tutorizadas y seminarios. El ¨¦nfasis se pone, por tanto, m¨¢s en m¨¦todos inductivos de aprendizaje que en m¨¦todos deductivos de ense?anza. M¨¢s pr¨¢ctica que conduzca a conocimiento, menos adoctrinamiento que eventualmente consiga formaci¨®n. Finalmente, a pesar de que la opci¨®n preferida en Catalu?a era de tres a?os, el ministerio ha decidido (tras muchos meses de mensajes contradictorios, vacilaciones e idas y venidas constantes) fijar las titulaciones en cuatro a?os (240 cr¨¦ditos) e introducir en el sistema definitivamente los posgrados con una duraci¨®n de un a?o (60 cr¨¦ditos) y una amplia oferta de "masters oficiales" a precios subvencionados.
Todo ello aparece como razonable. Entonces, ?cu¨¢l es el problema? ?A qu¨¦ vienen las quejas de numerosos universitarios? Son muchos los factores que contribuyen a ello. Para empezar, dir¨ªamos que la propia falta de credibilidad actual del proceso de unificaci¨®n europeo proyect¨® su sombra en Bolonia. Y si Bolonia viene de Europa, y Europa es vista como un gran mercado y poca cosa m¨¢s, la generalizaci¨®n act¨²a con rapidez. Por otra parte, y de manera m¨¢s espec¨ªfica, Bolonia tiene tambi¨¦n problemas conceptuales, sustantivos y sin duda operativos. Los conceptuales tienen que ver con la falta de consenso sobre los objetivos que se pretende conseguir. No hay una ¨²nica manera de definir excelencia. Tampoco est¨¢ claro que exista consenso sobre la necesidad de aumentar la competitividad, o si se quiere, con qu¨¦ criterios medir la mayor o menor eficacia del sistema y la evaluaci¨®n de sus resultados. Como en parte ocurri¨® con el refer¨¦ndum de la llamada Constituci¨®n Europea, el consenso fue fraguado por las ¨¦lites universitarias del continente, pero no se ha trasladado suficientemente bien a partes significativas de la comunidad universitaria. Existen muchos temores, algunos razonables, otros no tanto, sobre los efectos que puede tener sobre la Universidad el insistir sobre su aportaci¨®n a la competitividad econ¨®mica del pa¨ªs casi como ¨²nico elemento para valorar si las cosas que se hacen son las correctas o no. El apabullante dominio de una concepci¨®n que entiende el conocimiento esencialmente como un recurso cada vez m¨¢s central en la creaci¨®n de riqueza, genera recelos y ansiedades por parte de los que ideol¨®gicamente se sienten lejos de esos valores, o de los que simplemente temen que su actividad no sea suficientemente rentable en los nuevos par¨¢metros. Y a partir de esos recelos se extiende la idea que Bolonia es igual a mercantilizaci¨®n o de que es sin¨®nimo de la conversi¨®n de la educaci¨®n en un servicio m¨¢s de los que se contemplan en los acuerdos comerciales internacionales o en las secuelas de la llamada directiva Bolkenstein. En esa l¨ªnea se observa con preocupaci¨®n que en los acuerdos se hable mucho m¨¢s de la funci¨®n productiva del conocimiento que de su funci¨®n social.
En un plano m¨¢s sustantivo, se recela de la incorporaci¨®n de los posgrados como un paso casi necesario en la culminaci¨®n de los estudios y, por tanto, como una divisi¨®n entre lo que algunos califican de "grados precarizados" y "posgrados elitistas". Se argumenta que se apuesta por un estudiante a tiempo completo, con m¨¢s horas de dedicaci¨®n, y que ello har¨¢ a¨²n m¨¢s dif¨ªcil el acceso a los estudiantes con menos recursos. Se apunta que si bien la movilidad estudiantil es positiva, la falta de ayudas para ello la convertir¨¢ en opci¨®n para unos pocos. Y de ah¨ª se pasa f¨¢cilmente a generalizar, trasladando la idea de que Bolonia es sin¨®nimo de mercantilizaci¨®n y privatizaci¨®n. Palabras espantajo que ocultan muchas veces los aspectos positivos de una reforma mal dise?ada, peor concretada y p¨¦simamente narrada. Y es precisamente en estos aspectos operativos, de puesta en pr¨¢ctica de la reforma, donde existen m¨¢s peligros de que zozobre. Desde mi punto de vista, Bolonia es m¨¢s una oportunidad que una amenaza. Son evidentes los peligros de una deriva mercantilizadora de la Universidad, pero no creo que las previsiones de Bolonia agraven notablemente lo que ya acontece, y en cambio ofrecen la posibilidad de mejorar notablemente la actual oferta universitaria p¨²blica, alcanzando una mayor calidad. La reforma puede permitir sacudir la alfombra en la que se esconden much¨ªsimas pr¨¢cticas obsoletas y mucho conservadurismo revestido de academicismo bienpensante. No creo que sea desde?able incrementar la flexibilidad y especializaci¨®n de los estudios, y tampoco es negativo el favorecer el contraste, la movilidad, la internacionalizaci¨®n de nuestras pr¨¢cticas docentes e investigadoras. Los costes y beneficios se repartir¨¢n desigualmente, y para evitar que ello genere mayores desigualdades de las ya ahora existentes, deber¨¢n incrementarse notablemente las becas y las ayudas de movilidad. Bolonia puede ser un paso m¨¢s en el camino de convertir la educaci¨®n en un elemento central de la segmentaci¨®n social o puede ser una v¨ªa para reforzar las universidades p¨²blicas y su funci¨®n social. Pero para que esto ¨²ltimo sea posible, faltan narradores potentes y espacios de debate y de deliberaci¨®n que permitan valorar adecuadamente peligros y oportunidades.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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