CSI. Realidad y ficci¨®n
En los pa¨ªses civilizados no se puede culpar a nadie de un delito sin pruebas que lo incriminen. Unas de las m¨¢s habituales son las dejadas por los criminales en el lugar del crimen, y es la criminal¨ªstica la ciencia que se encarga del estudio de esos indicios, como cristales rotos, sangre, pelos, fibras, los instrumentos y armas empleados, las huellas y cualquier otro elemento.
La hip¨®tesis b¨¢sica de la criminal¨ªstica es la de que "el criminal, por muy inteligente que sea, siempre deja algo en el lugar que de alg¨²n modo revela su presencia all¨ª". Recoger, rotular, empaquetar y cuidar la cadena de custodia de los indicios f¨ªsicos debe hacerse siempre cuando se haya documentado, fotografiado y fijado en el tiempo la escena del crimen.
Los investigadores y escritores del siglo XIX ya intuyeron muchos avances de la investigaci¨®n forense. El primero fue Vidocq, un famoso delincuente nacido en Francia en 1775, quien tras ayudar a la polic¨ªa a resolver un asesinato, cre¨® un servicio de investigaci¨®n: la famosa S?ret¨¦, que dirigi¨® durante 16 a?os. En ese periodo revolucion¨® la criminolog¨ªa desarrollando las primeras pruebas de identificaci¨®n bal¨ªstica, lo que ahora se conoce como ficha criminal, y utilizando, entre otros indicios, las huellas de los zapatos como pista relevante. Su libro de memorias se convirti¨® en un gran ¨¦xito editorial y su solvencia como detective fue alabada, entre otros, por Alan Poe en Los cr¨ªmenes de la calle Morgue.
La ciencia forense naci¨® con la revoluci¨®n industrial en el siglo XIX y se convirti¨® en una especialidad m¨¦dica en el XX. Ha sufrido una aut¨¦ntica revoluci¨®n a principios del siglo XXI con la aplicaci¨®n de los extraordinarios avances en el campo de la f¨ªsica, la qu¨ªmica y la biolog¨ªa (en este caso sobre todo del ADN).
Los errores judiciales, muy frecuentes a causa de la mala praxis pericial en la escena del crimen, se pusieron en evidencia en Estados Unidos en uno de los casos m¨¢s medi¨¢ticos de la historia: el de O. J. Simpson. El fracaso judicial (se le absolvi¨® por la v¨ªa penal y se le conden¨® por la v¨ªa civil) determin¨® la necesidad de crear unidades especializadas, y para estimular a los profesionales de las distintas ¨¢reas que se requer¨ªan para formarlas se pusieron en marcha, entre otras acciones, el mecanismo de propaganda del cine, que con series centradas en esas unidades, la m¨¢s caracter¨ªstica de ellas el CSI, consigui¨® un amplio eco popular.
Ante el ¨¦xito inesperado, la oportunidad hizo que las series se prolongaran en el tiempo, y una vez agotados los guiones muy realistas del principio, se vieron en la necesidad de recurrir a la fantas¨ªa, con lo que se est¨¢ transmitiendo una imagen muy alejada de la realidad. Hay abogados, jueces y fiscales que ya hablan del efecto CSI y tienen la impresi¨®n de que las personas que intervienen, sobre todo en los juicios con jurado, y ven estas series empiezan a exigir pruebas f¨ªsicas poco razonables. Antes de que estas series tuvieran ¨¦xito, a los abogados y fiscales les inquietaba que el jurado no entendiera la complejidad de las pruebas, la m¨¢s caracter¨ªstica de todas ellas la del ADN. Ahora les preocupa que diferencien entre realidad y ficci¨®n.
La afirmaci¨®n por parte de algunos de que "hay un elevado n¨²mero de absoluciones gracias al efecto CSI est¨¢ aumentando", pero es un error. No hay ninguna base, salvo casos anecd¨®ticos, que la sostenga. Se est¨¢n haciendo incluso cinco estudios doctorales en Estados Unidos e Inglaterra sobre la influencia de estas series en los jurados.
Los laboratorios, sea por su coste o por falta de recursos, no suelen realizar todo tipo de an¨¢lisis. Tampoco los cient¨ªficos disponen de todo el tiempo suficiente para investigar un solo caso, lo normal es investigar varios casos a la vez. En cuanto a la presentaci¨®n de las t¨¦cnicas cient¨ªficas del CSI, se estima que alrededor del 40% de las que aparecen en las series no son posibles en la actualidad, y menos la presentaci¨®n de resultados como el siguiente: "L¨¢piz de labios, Color 82, Serie B-600", tras el estudio del carm¨ªn encontrado en el cuello de la camisa de una v¨ªctima". Estas afirmaciones en la realidad no se pueden hacer, pero confunden.
A pesar de no contar con todas las herramientas que aparecen en estas series, es verdad que disponemos de t¨¦cnicas muy refinadas. En los a?os ochenta era necesario recoger m¨¢s de un gramo de muestra para obtener un resultado de un acelerante de la combusti¨®n (como gasolina) en los casos de incendios intencionados. Hoy d¨ªa son suficientes unos nanogramos
Las bases de datos de huellas dactilares, de municiones, de sustancias qu¨ªmicas y de ADN, est¨¢n resultando fundamentales para relacionar a un delincuente con uno o varios delitos, incluso a escala internacional. Pero es evidente que si antes en una escena del crimen se recog¨ªan cinco pruebas, a lo sumo, hoy pueden llegar a recogerse de 50 a 400. Muchas tienen una remota posibilidad de que sean relevantes, como los ceniceros repletos de colillas, los preservativos encontrados en lugares de reuni¨®n de parejas y las bolsas de basura.
Esto ha llevado a sobresaturar todos los laboratorios forenses de Madrid, Barcelona, tanto los de la Polic¨ªa Cient¨ªfica como los del Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa.
Un estudio publicado en Estados Unidos en 2002 revelaba que hab¨ªa m¨¢s de un mill¨®n de casos atrasados en los laboratorios forenses y que se duplicaban las solicitudes de a?o en a?o. Y todo ello a pesar de que los ¨ªndices de delincuencia disminu¨ªan desde 1994.
La recogida de pruebas requiere un tiempo de almacenamiento, que depende de las leyes de cada pa¨ªs y que obliga a una disponibilidad de unos medios f¨ªsicos y personales especializados crecientes, por lo general muy caros, edificios con frigor¨ªficos para almacenar restos biol¨®gicos, t¨®xicos, bases de datos, etc¨¦tera.
Lo mismo ocurri¨® tras el ¨¦xito de otras series dedicadas a la medicina, la ense?anza, el derecho, incluso tras el programa espacial Apolo, en donde consiguiendo una mezcla de intriga, fascinaci¨®n y ciencia se lleva al p¨²blico a considerar estas profesiones como algo importante.
La cantidad de cursos, masters, licenciaturas y doctorandos que se ofrecen ha obligado a algunos pa¨ªses a establecer normas de acreditaci¨®n, y esperemos que alg¨²n d¨ªa se haga en Espa?a, donde tenemos el mismo problema pero sin ning¨²n control. Un control que servir¨ªa, junto con el inter¨¦s de los j¨®venes para avanzar en la investigaci¨®n b¨¢sica, para validar las t¨¦cnicas nuevas estudiando los principios b¨¢sicos, la calidad y tasas de error de los procedimientos empleados en el trabajo forense.
Miquel Or¨®s Muruz¨¢bal es m¨¦dico forense en la Audiencia Provincial de Barcelona.
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