Fausto o el diablo en el espejo
La ¨¦poca es faustiana. Botox y silicona, viagra y liposucciones, dicen unos. Basta con ver el n¨²mero de cincuentones en el gimnasio, embutidos en h¨¢bitos fluo de lycra, lanzados a los placeres del roller, comentan otros. Que Fausto haya acabado en los botiquines, la cirug¨ªa est¨¦tica y el club de fitness me temo que habla m¨¢s de la ¨¦poca, la nuestra, que de la de Fausto, que no la tiene propia pero s¨ª exige un m¨ªnimo de credulidad: no est¨¢ al alcance de todo el mundo pactar con el diablo la eterna juventud. En cualquier caso, de lo que s¨ª estoy seguro es de que Par¨ªs tiene su semana faustiana.
De entrada, porque en el teatro del Ch?telet, despu¨¦s de resucitarnos el esp¨ªritu de Luis Mariano con un montaje super-kitsch de Le Chanteur de Mexico, se han puesto m¨¢s solemnes para presentar en sociedad Faustus, last night, una ¨®pera del joven prodigio de la m¨²sica francesa, Pascal Dusapin. Sobre la juventud -Dusapin ha cumplido los cincuenta y uno- es posible relativizar; sobre su car¨¢cter de prodigio, no.
A Dusapin, que utiliza sobre todo el texto de Christopher Marlowe (1590) sobre los debates entre Fausto y Mefist¨®feles, el primero se le antoja un pesado presuntuoso. "Me fascina pero no me gusta", dice el compositor. Para ¨¦l, se trata de "un megal¨®mano paranoico, totalmente obsesionado por el ideal del saber decisivo". Al final, Fausto se acuesta en su tumba, el espacio que corresponde a un d¨ªgito de un reloj gigante, y lo hace citando a Hamlet -"the time is out of joint" (literalmente, "el tiempo ha salido de sus goznes", pero tambi¨¦n "el tiempo se ha desordenado" o "el mundo va al rev¨¦s", o, por decirlo como Gide, "esta ¨¦poca se ha deshonrado")- y dejando que un globo blanco nos recuerde que a¨²n est¨¢ vivo. No tarda en explotar.
Un cielo vac¨ªo
El Fausto de Dusapin es expresionista, de verdad. La acci¨®n -que es estrictamente verbal- transcurre en el cuadrante de ese gran reloj, a veces casi plano, a veces muy inclinado, con agujas que funcionan sin respetar la l¨®gica implacable de la m¨¢quina. El pobre Fausto cree que a¨²n hay margen para la negociaci¨®n, que puede elegir entre cielo o infierno pero el cielo de Dusapin es nietzschiano y est¨¢ vac¨ªo.
No es el caso de otro Fausto, el de Murnau, al que rinden homenaje dos exposiciones parisienses. En la Cin¨¦matheque se expone el "expresionismo alem¨¢n", el cinematogr¨¢fico, y muy pronto descubrimos que los decoradores, los filmarchitekt, eran determinantes, que a menudo eran ellos quienes decid¨ªan el tono del plano y el encuadre exacto. Y siempre son menos abstractos, menos conceptuales, que Michael Elmgreen e Ingar Dragset, los decoradores de la ¨®pera de Dusapin. Adem¨¢s, en el Fausto de Murnau hay lugar para el Bien, para el cielo, para el d¨ªa. Eso se confirma, faltar¨ªa m¨¢s, en su versi¨®n disneyana, cuando el tema del pacto con el demonio es asociado a Mussorgsky y su Noche en el monte pelado, un episodio de Fantas¨ªa (1940). Ah¨ª s¨ª brilla el diablo con todo su esplendor pues aparece en un contexto de creyentes, dentro de la tradici¨®n rom¨¢ntica, en la que la condena o la salvaci¨®n son infinitas, para siempre. La exposici¨®n Disney puede verse a¨²n en el Grand Palais y es un viaje aux sources de l'art des studios Disney.
A los pa¨ªses que han perdido la inocencia, como las personas, les cuesta mirarse en el espejo. La exposici¨®n Il ¨¦tait une fois Walt Disney no ha encontrado coproducci¨®n estadounidense y es s¨®lo franco-canadiense. La ¨®pera de Dusapin viajar¨¢ a EE UU en 2007, con motivo del festival de Spoleto. Y quede constancia por fin del estreno en Rennes de Et dispersez mes cendres a Eurodisney, de Rodrigo Garc¨ªa. Tema para una pr¨®xima cr¨®nica.
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