De Kioto a Nairobi
La cumbre del clima celebrada en Nairobi se ha visto marcada por tres elementos clave. Uno es el reconocimiento ya casi general de la enorme gravedad del calentamiento global acelerado del planeta. Otro es la envergadura del precio del riesgo que conlleva, tal como ha sido cuantificado en el reciente informe Stern, muy superior al de las medidas imprescindibles para evitar las peores consecuencias. Y el tercero, la constataci¨®n, en contra de todo escepticismo, de que el Protocolo de Kioto est¨¢ funcionando.
Los pa¨ªses desarrollados vienen intentando cumplir los compromisos de reducci¨®n de emisiones, aunque con resultados muy modestos. Nairobi ten¨ªa que alcanzar el objetivo esencial, aunque nada espectacular, de garantizar la continuidad del proceso de Kioto -con su conjunto de compromisos y mecanismos con impacto real sobre Gobiernos y sectores econ¨®micos- e inducir a la toma de medidas m¨¢s agresivas y ambiciosas de recorte de las emisiones que recalientan el planeta
por parte de todos, pobres y ricos. Los acuerdos adoptados ahora, por los que los pa¨ªses desarrollados aceptan un marco de referencia ambicioso (reducci¨®n de las emisiones de un 50%), acompa?ado de un programa para ir detallando todas las condiciones, plazos y cantidades, eran esenciales para mantener y reforzar el impulso de un proceso que sigue avanzando, pese a los juicios esc¨¦pticos o incluso c¨ªnicos que suscita.
Los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo juegan un doble protagonismo en este esfuerzo de coordinaci¨®n internacional para hacer frente al cambio clim¨¢tico: recibir¨¢n probablemente la peor parte de los impactos del calentamiento y necesitan ayuda para afrontarlos. El peso de China ha sido decisivo para impedir cl¨¢usulas m¨¢s estrictas para estos pa¨ªses que necesitan ayuda, y para afrontar en ellos un desarrollo que eluda las cat¨¢strofes ecol¨®gicas que la industrializaci¨®n trajo consigo en los pa¨ªses desarrollados en los dos siglos pasados. La repetici¨®n de tales modelos en las actuales dimensiones planetarias tendr¨ªan consecuencias desastrosas e irreversibles.
Aunque se acepte la obligaci¨®n moral de ayudar a los pa¨ªses en desarrollo y la responsabilidad hist¨®rica de los pa¨ªses desarrollados por el CO2 excesivo que ya est¨¢ en la atm¨®sfera, todos los datos indican que el clima de la Tierra no admite el actual crecimiento desenfrenado de las emisiones de pa¨ªses con econom¨ªas en r¨¢pido crecimiento. Por eso, hay que lograr que los pa¨ªses en desarrollo puedan sumarse al esfuerzo de contenci¨®n de emisiones lo antes posible. Esto se intenta poner en marcha en Nairobi con la formalizaci¨®n del proceso de evoluci¨®n del Protocolo, en cuyo ¨¢mbito podr¨ªan explorarse incentivos o mecanismos que animen a China, India, Brasil y otros a tomar medidas en este sentido.
EE UU sigue rechazando el Protocolo de Kioto, pero la victoria dem¨®crata en las ¨²ltimas elecciones y el creciente movimiento en ese pa¨ªs han renovado las esperanzas de que alg¨²n d¨ªa se sume a los 166 que ya han firmado el compromiso de reducci¨®n de emisiones.
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