El olor de la pobreza
Hace tres a?os, en un viaje por tierra de Lima a Ayacucho, paramos en medio de una pampa, en lo alto de la cordillera, en una aldea donde hab¨ªa un peque?o puesto de polic¨ªa. Le ped¨ª al oficial que me permitiera usar su ba?o. "Desde luego, doctor", me dijo, muy amable. "?Quiere usted miccionar o defecar?". Le repuse que lo primero. Su curiosidad era acad¨¦mica porque el "ba?o" del puesto era un corral¨®n a la intemperie donde micciones y defecaciones se confund¨ªan entre nubes de moscas y una pestilencia de v¨¦rtigo.
Este recuerdo me ha acompa?ado sin tregua mientras, tap¨¢ndome a ratos las narices, hojeaba las 422 p¨¢ginas de un reciente informe publicado por las Naciones Unidas titulado "M¨¢s all¨¢ de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua". El prudente t¨ªtulo y la fr¨ªa y neutral prosa burocr¨¢tica en que est¨¢ redactado no impide que este extraordinario estudio, inspirado sin duda en la sabia concepci¨®n de la econom¨ªa y el progreso de Amartya Sen -un economista que no cree que el progreso consista en estad¨ªsticas-, estremezca al lector enfrent¨¢ndolo con tanto rigor como crudeza con la realidad de la pobreza y sus horrores en el mundo en que vivimos. La investigaci¨®n que han llevado a cabo Kevin Watkins y su equipo deber¨ªa ser de consulta obligatoria para todos quienes quieren saber lo que son el subdesarrollo econ¨®mico y la marginaci¨®n social en t¨¦rminos pr¨¢cticos y los abismos que separan a estas sociedades de las que han alcanzado ya medios y altos niveles de vida.
De esta lectura, la primera conclusi¨®n a la que llego es que el objeto emblem¨¢tico de la civilizaci¨®n y el progreso no son el libro, el tel¨¦fono, el Internet ni la bomba at¨®mica, sino el excusado. D¨®nde vac¨ªan su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor determinante para saber si est¨¢n todav¨ªa en la barbarie del subdesarrollo o han comenzado a progresar. Las consecuencias que tiene en la vida de las personas este hecho simple y trascendental son vertiginosas. La tercera parte de la poblaci¨®n del planeta -unos dos mil seiscientos millones de personas-, cuando menos, no sabe lo que es un excusado, una letrina, un pozo s¨¦ptico, y hace sus necesidades, como los animales, al pie de los ¨¢rboles, junto a arroyos y manantiales, o en bolsas y latas que arroja en medio de la calle. Y unos mil millones utilizan para beber, cocinar, lavar la ropa y su higiene personal, aguas contaminadas por heces humanas y animales. A ello se debe que por lo menos dos millones de ni?os mueran cada a?o de diarrea y que enfermedades infecciosas, como c¨®lera, tifoidea y parasitosis, causadas por lo que el informe llama eufem¨ªsticamente "carecer de acceso al saneamiento", devasten enormes sectores de ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina y sean la segunda causa de la mortalidad infantil en el mundo.
En un importante barrio de Nairobi (Kenya) llamado Kibera est¨¢ generalizado el sistema de los llamados "inodoros volantes", bolsas de pl¨¢stico que la gente utiliza para hacer sus necesidades y que luego arroja por los aires a la calle (de ah¨ª el apodo). Esta pr¨¢ctica motiva que el nivel de enfermedades infecciosas en el barrio sea alt¨ªsimo. Aquellas golpean sobre todo a los ni?os y a las mujeres. ?Por qu¨¦ a ¨¦stas? Porque como son ellas las que se ocupan sobre todo de la limpieza hogare?a y del acarreo del agua est¨¢n m¨¢s expuestas que los hombres al contagio.
En Dharavi, un sector populoso de la ciudad de Mumbai, en la India, hay un solo v¨¢ter por cada 1.440 personas, y en la estaci¨®n de las lluvias el agua que inunda las calles convierte a ¨¦stas en r¨ªos de excrementos. La abundancia del l¨ªquido elemento es, en este caso como en el de muchas ciudades del tercer mundo, una tragedia, porque, dadas las condiciones de existencia, el agua, en lugar de ser la vida, es muchas veces el instrumento de la enfermedad y la muerte.
Y, sin embargo, parad¨®jicamente, el problema del agua, inseparable del saneamiento, es acaso el principal que mantiene a los hombres y mujeres prisioneros del subdesarrollo. Los datos del informe son concluyentes. Cuando tienen agua, se trata por lo general de aguas servidas, que acarrean toda clase de bacterias y males que los enferman y matan, pero, en la mayor¨ªa de los casos, la pobreza condena a los pobres a una sequ¨ªa que es todav¨ªa m¨¢s catastr¨®fica para su salud y sus posibilidades de mejorar sus condiciones de vida. Una de las demostra-ciones m¨¢s chocantes de la investigaci¨®n es que los pobres pagan mucho m¨¢s cara el agua que los ricos, precisamente porque los pueblos y barrios donde viven carecen de instalaciones de agua y desag¨¹e y tienen que comprarla a aguateros o servicios comerciales pagando precios exorbitantes. As¨ª, por ejemplo, los habitantes de los barrios pobres de Yakarta (Indonesia), Manila (Filipinas) y Nairobi (Kenya) "pagan entre 5 y 10 veces m¨¢s por unidad de agua que aquellos de las ¨¢reas de ingresos altos de sus propias ciudades y m¨¢s de lo que pagan los consumidores de Londres o Nueva York". Ese precio desigual del agua hace que el 20% de los hogares m¨¢s pobres de El Salvador, Jamaica y Nicaragua inviertan la quinta parte de sus ingresos en agua. En tanto que en el Reino Unido el gasto promedio por agua de los ciudadanos es apenas el 3% del ingreso.
No me resisto a citar esta estad¨ªstica del informe: "Cuando un europeo utiliza la cisterna de un inodoro o un estadounidense se ducha, consumen m¨¢s agua que la que tienen cientos de millones de personas que viven en los barrios urbanos pobres o las ¨¢reas urbanas de los pa¨ªses en desarrollo". Y otra es que con el agua que se ahorrar¨ªa si los "civilizados" cerr¨¢ramos los ca?os del lavador mientras nos cepillamos los dientes un continente entero de "b¨¢rbaros" podr¨ªa ba?arse.
A primera vista, se dir¨ªa que no hay mucha relaci¨®n posible entre la falta de agua y la educaci¨®n de las ni?as. Y, sin embargo, la hay y muy estrecha. El informe calcula que se pierden 443 millones de d¨ªas escolares al a?o a causa de enfermedades relacionadas con el agua y que millones de ni?as faltan a la escuela y reciben una educaci¨®n deficiente o nula, y en todo caso inferior a la de los varones, porque diariamente deben ir a buscar agua a acequias, r¨ªos y pozos que est¨¢n a menudo a varias horas de camino de sus hogares.
En Los Miserables, Victor Hugo escribi¨® que "Las cloacas son la conciencia de la ciudad", y, en una de esas interpolaciones del narrador que recorren la novela, mientras Jean Valjean pataleaba entre la mierda con el desmayado Marius a cuestas, intent¨® una curiosa interpretaci¨®n de la historia a partir del excremento humano. Algo as¨ª hace este formidable estudio, sin la poes¨ªa y la elocuencia del gran rom¨¢ntico franc¨¦s, pero con mucho mejor conocimiento cient¨ªfico. Proponi¨¦ndose nada m¨¢s que describir las circunstancias y reverberaciones de un problema concreto que afecta a la tercera parte de la humanidad, este Informe radiograf¨ªa con dram¨¢tica precisi¨®n el extraordinario privilegio de que gozamos las dos terceras partes restantes, cada vez que, casi sin darnos cuenta de ello, abrimos la canilla de un lavador para lavarnos las manos o la regadera de la ducha para recibir esa lluvia de agua fresca que nos limpia y rejuvenece, o cuando, aguijoneados por un retortij¨®n, nos encerramos en la intimidad de un excusado, aligeramos las entra?as y, solazados, limpiamos con un pedazo de papel higi¨¦nico todos los rastros de aquella ceremonia, jalamos una cadena y sentimos, en el torbellino del surtidor, que nuestras suciedades rec¨®nditas desaparecen en las entra?as de los desag¨¹es, lejos, lejos de nuestras vidas y olfatos, para bien de nuestra salud y buen gusto.
Qu¨¦ infinitamente distinta a la nuestra es la experiencia de esos miles de millones de seres humanos que nacen, viven y mueren literalmente asfixiados por su propia inmundicia, a la que no consiguen arrancar de sus vidas, pues, visible o invisible, la mugre fecal que expulsan regresa a ellos como una maldici¨®n divina, en la comida que comen, el agua en que se lavan y hasta en el aire que respiran, enferm¨¢ndolos y manteni¨¦ndolos en la mera subsistencia, sin posibilidades de salir del confinamiento en que malviven.
Uno de los aspectos m¨¢s sombr¨ªos de este asunto es que, en gran parte debido al asco y la repelencia que todo lo relacionado con la mierda despierta en los seres humanos, los gobiernos y los organismos internacionales que promueven el desarrollo no suelen darle la prioridad que deber¨ªa tener; lo frecuente es que lo subestimen y dediquen presupuestos insignificantes a planes de saneamiento. Y la verdad es que vivir en la suciedad no s¨®lo enferma el cuerpo sino tambi¨¦n el esp¨ªritu, la autoestima m¨¢s elemental, el ¨¢nimo para rebelarse contra el infortunio y mantener viva la ilusi¨®n, motor de todo progreso. "Nacemos entre heces y orina", escribi¨® San Agust¨ªn. Un estremecimiento como una viborilla de hielo en la espalda deber¨ªa recorrernos al pensar que un tercio de nuestros contempor¨¢neos nunca sale de la porquer¨ªa en que vino a este valle de l¨¢grimas.
? Mario Vargas Llosa, 2006. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2006.
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