El mat¨®n y sus sicarios
La lectura de Rusia dolorosa. Diario de una mujer en c¨®lera y Chechenia, el deshonor ruso, publicados hace tres a?os en Francia sin que atrajeran entonces la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, es doblemente sobrecogedora: por la brutalidad que describen y por la valent¨ªa con la que Anna Politk¨®vskaya, la periodista asesinada el 7 de octubre, la afronta. Pocas veces una muestra de buen periodismo, atento al detalle significativo y vertebrado por un rigor ¨¦tico que no retrocede ante ning¨²n peligro, me ha conmovido tanto. Mi conocimiento directo del tema influye sin duda en ello. Grozni, Shali, Shat¨®i, Vaden¨®, dejan una huella indeleble en quienes han tenido el triste privilegio de poner los pies en ellos. Digo privilegio en la medida en que permiten captar con nitidez las posibilidades de crueldad y de cinismo de la especie m¨¢s bien inhumana a la que pertenecemos.
Desde la segunda intervenci¨®n militar que enhest¨® a Putin a las cimas de la popularidad, Chechenia es zona vedada al periodista extranjero y a las ONGs internacionales. Las autoridades ofrecen tan s¨®lo visitas guiadas en las que se muestra a la prensa el orden reinante en la capital devastada y en las principales carreteras, con retenes de soldados y milicianos que controlan el tr¨¢fico y exigen la documentaci¨®n (y dinero) a los resignados automovilistas. Si en la guerra de Yelstin (diciembre de 1994, septiembre 1996) era posible circular, gracias a la corrupci¨®n generalizada, sin escoltas ni gu¨ªas oficiales, la de Putin se lleva a cabo con la absoluta impunidad que procura el silencio. Todos los sistemas dictatoriales (y la nueva Rusia zarista lo es) asumen el axioma de que si la informaci¨®n es un poder, la ausencia de informaci¨®n significa un poder infinitamente mayor.
Las excepciones a esta conminatoria ley del silencio son raras en raz¨®n del peligro que entra?an. Fuera de Anna Politk¨®vska-ya, s¨®lo conozco una, otra mujer tambi¨¦n (?y luego se habla de "sexo d¨¦bil"!) Manon Loizeau, la periodista francesa cuyo extraordinario filme, Grozni, cr¨®nica de una extinci¨®n, rodado clandestinamente con la ayuda de un pu?ado de mujeres chechenas, muestra en un sobrio y bien calculado crescendo el horror de la existencia diaria de aqu¨¦llas en las ruinas de su ciudad. Pero los escritos de Anna Politk¨®vskaya van a la ra¨ªz del mal. La periodista de N¨®vaya Gazeta revela los asesinatos, secuestros, violaciones, pillajes, torturas, llevados a cabo sin control alguno y apunta directamente a sus responsables. Las amenazas y obst¨¢culos no la intimidan. La posibilidad de una ejecuci¨®n por sicarios, como la que finalmente se llev¨® a cabo, tampoco. Su entrevista a Ramz¨¢n Kad¨ªrov, incluida en Rusia dolorosa, es uno de los ejemplos m¨¢s luminosos de esta profesi¨®n arriesgada que, epis¨®dicamente, he tenido el honor de ejercer: el retrato inolvidable del mat¨®n bajo cuya f¨¦rula vive la poblaci¨®n sojuzgada.
En junio de 1996, salud¨¦ brevemente a Ajmad Kad¨ªrov, entonces im¨¢n de Grozni. Viv¨ªa en una calle fangosa y gris de la capital asolada y le solicit¨¦ una entrevista a trav¨¦s de mi int¨¦rprete ucranio. El im¨¢n, que manten¨ªa una precavida reserva durante la guerra de Yeltsin, rehus¨® cort¨¦smente mi petici¨®n. Su neutralidad, tras la elecci¨®n presidencial de Masj¨¢dov y la nueva intervenci¨®n militar rusa, se transmut¨® en un sost¨¦n ardoroso a los ocupantes. Fruto de ello fue su elecci¨®n por Putin a la presidencia de la Rep¨²blica Aut¨®noma de Chechenia, cargo que ocup¨® hasta su muerte en un espectacular atentado de los independentistas durante un desfile militar.
La entrevista de Anna Polit-k¨®vskaya con su hijo Ramz¨¢n, hoy due?o y se?or de vidas y haciendas en la peque?a rep¨²blica norcauc¨¢sica, no tiene desperdicio. Huyendo de las contingencias de Grozni, objetivo de frecuentes emboscadas de la guerrilla, el joven vicepresidente de 29 a?os ha convertido su pueblo natal en un per¨ªmetro fortificado al que s¨®lo se puede acceder tras innumerables controles. Su palacio, descrito con un humor corrosivo, comprende saunas, hidromasaje, piscina, dormitorios pintados de rosa y azul p¨¢lido con lechos inmensos, muebles ramplones, de nuevo rico, con las etiquetas de su elevado precio conservadas cuidadosamente para envidia y admiraci¨®n de quienes gozan de la fortuna de contemplarlos. Tras una larga e intensa espera, el jefe, rodeado de escoltas armados que a lo largo de la entrevista le r¨ªen las gracias y le rascan servilmente la espalda, se tumba en un sill¨®n, se quita los zapatos y extiende sus piernas sobre una mesa hasta rozar con los pies, que imaginamos odor¨ªficos, la nariz de Anna Politk¨®vskaya...
Las preguntas de ¨¦sta nos valen respuestas igualmente antol¨®gicas. Ramz¨¢n amenaza a la periodista ("eres enemiga del pueblo checheno (...) un d¨ªa deber¨¢s responder de cuanto has hecho") y se autodefine como un guerrero profesional, afirma haber seguido nebulosos estudios jur¨ªdicos y manifiesta su amor por las abejas, los perros de presa y las mujeres. "?Su esposa no tiene nada en contra?". "No est¨¢ al corriente de ello", responde con aplomo el aprovechado disc¨ªpulo de Putin.
Pero el momento m¨¢s impresionante del reportaje es aquel en el que, de noche ya cerrada, Ramz¨¢n ordena a sus guardaespaldas que acompa?en a Anna Politk¨®vskaya a Grozni. Ella piensa que en el trayecto, sin luz ni testigo alguno, va a ser ejecutada por sus escoltas y no puede evitar las l¨¢grimas. Pues nadie en sus cabales circula por Chechenia en cuanto se oculta el sol. Recuerdo la obsesi¨®n de mi int¨¦rprete, hace 10 a?os, por dejarme bajo techo antes de que aqu¨¦l tramontara: la casa de un ex banquero, compadre de un amigo de Pilar Bonet, la corresponsal de este peri¨®dico en Mosc¨²; la de Osm¨¢n Imai¨¦v, ex fiscal general en tiempos de Dud¨¢iev, "desaparecido" 15 d¨ªas despu¨¦s de haberme acogido en la suya; la pensi¨®n miserable, sin agua ni luz el¨¦ctrica en la que compart¨ª un cuartucho con un joven australiano inexplicablemente ca¨ªdo en aquellos parajes de muerte y desolaci¨®n...
La angustia de Anna Politk¨®vskaya estaba m¨¢s que justificada. Chechenia es el ¨¢mbito de la barbarie y nadie puede sentirse seguro en ¨¦l a menos de integrarse en los escuadrones de la muerte que ejecutan a inocentes y los presentan a la prensa como guerrilleros islamistas muertos en combate. La guerra contra el terror proclamada por Bush ha facilitado a Putin una magn¨ªfica excusa para justificar su autocracia, la persecuci¨®n de disidentes y el recurso a los sentimientos xen¨®fobos de una poblaci¨®n ca¨ªda en la pobreza y habituada a Gobiernos autoritarios. Como se?alaba Antonio P¨¦rez Ramos (En la muerte de una justa, EL PA?S, 30-10-2006), los asesinatos en serie de periodistas y quienes por una raz¨®n u otra molestan al poder no son tales en el lenguaje oficial, sino "muertes tr¨¢gicas" (as¨ª califican tambi¨¦n los gobernantes israel¨ªes sus matanzas de palestinos cuando el n¨²mero de v¨ªctimas sobrepasa el nivel "razonable"). El sicario que acab¨® con la vida de Anna Politk¨®vskaya no ser¨¢ probablemente detenido ni juzgado. Muchos le felicitar¨¢n, al contrario, como Ramz¨¢n Kad¨ªrov y sus secuaces, liberados al fin de una testigo cuya temeridad y grandeza de ¨¢nimo constitu¨ªan un obst¨¢culo para su despotismo e impunidad.
Juan Goytisolo es escritor.
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