Memoria de F.
Ordenancista hasta el final, F. falleci¨® en noviembre que es el mes consagrado para el culto a los muertos, un culto que predic¨® con el ejemplo desde su juventud en tierras africanas, ensayo de un crimen de lesa humanidad que consumar¨ªa a?os despu¨¦s sobre los suyos que ¨¦ramos todos, atados y amordazados bajo su caudillaje superlativo. Novio de la muerte promiscua a la que se consagr¨® con el credo legionario de su "tronco", el demediado Mill¨¢n Astray, F. vivi¨® un largo y sangriento romance con la parca que termin¨® mal, muy mal, como suelen terminar estas cosas. A Mill¨¢n Astray su novia despiadada se lo fue llevando poco a poco, ahora un brazo y despu¨¦s un ojo, en un coqueteo fatal que excitaba el componente masoquista del fundador de la Legi¨®n; con F. su seguro servidor, se tom¨® de otra forma las cosas, a¨²n no hab¨ªa alcanzado su cuota de cad¨¢veres ofrecidos ante su altar insaciable, pero debi¨® cumplirla con los asesinatos "legales" del 27 de septiembre y el plazo de entrega se acort¨®, pronto comenzar¨ªa para el caudillo un largo y ag¨®nico t¨ºte-¨¤-t¨ºte con la muerte que afilaba su guada?a en la cabecera de su cama y le iba propinando tajos, demor¨¢ndose en la suerte final.
Treinta y un a?os despu¨¦s, la desmemoria hist¨®rica tambi¨¦n se ceba en ¨¦l, mientras los hijos y nietos de los vencidos, nunca convencidos, claman por el recuerdo, este 20 de noviembre, el abad responsable de su colosal mausoleo del Valle de los Ca¨ªdos cay¨® tambi¨¦n en la amnesia mientras pronunciaba una homil¨ªa pacificadora ante una congregaci¨®n de ultras. El se?or abad explic¨® a los presentes que el Valle fue construido "por trabajadores que, en su totalidad, eligieron libremente participar en las obras". De su indocumentada alocuci¨®n se desprender¨ªa que los presos republicanos que cavaron la tumba y levantaron la enorme cruz que crucifica el espl¨¦ndido paisaje del valle de Cuelgamuros, eligieron voluntariamente los trabajos forzados. La imagen de los cautivos de guerra levantando el monumento f¨²nebre del d¨¦spota que los cautiv¨® rememora escenas de un pasado remoto, del tiempo de los faraones y de los caudillos.
El desmemoriado abad no consigui¨® aplacar a los ultras alterados por la prohibici¨®n de banderas, estandartes y s¨ªmbolos pol¨ªticos, despojados de su parafernalia guerrera se quedan en nada. El abad -titulaba ayer este diario- quiere librarse de los ultras y se opone a las exaltaciones franquistas del 20-N. Este lunes pasado los exaltados ultras le colaron al oficiante una bandera preconstitucional frente al altar mayor, tras asaltar las primeras filas, apartando a empujones a los abuelos de la Fundaci¨®n Franco, patrona de los festejos. El pac¨ªfico abad, ajeno a la refriega y a los abucheos, hilvan¨® una pr¨¦dica de circunstancias que finaliz¨® con una espeluznante declaraci¨®n de principios: "Nadie puede, en nombre de nada, abolir lo que las generaciones anteriores han cre¨ªdo, amado y vivido como lo m¨¢s preciado de su existencia". Mensaje dedicado a los franquistas que s¨®lo los ancianos de la tribu sabr¨ªan apreciar en su injusta medida, consolaci¨®n de fascistas sin arrepentir que no llama a la reconciliaci¨®n cristiana, sino al fundamentalismo nost¨¢lgico.
Las peregrinaciones ultras al Valle de los Ca¨ªdos tienen un efecto beneficioso, para los peregrinos que toman el sol y respiran aire puro y para los ciudadanos madrile?os desafectos al r¨¦gimen anterior que forman aplastante mayor¨ªa y que pueden salir a la calle, un 20-N, sin la preocupaci¨®n de encontrarse a la vuelta de la esquina con una banda de fan¨¢ticos crecidos ante la efem¨¦rides. La retirada de la desafortunada estatua ecuestre del dictador de los Nuevos Ministerios, les ha dejado un tanto desubicados, ni siquiera la plaza de Oriente, guarda el encanto de anta?o, la expectaci¨®n de entrever el gris¨¢ceo fantasma del extinto l¨ªder moviendo las cortinas de su balc¨®n favorito. Adem¨¢s, y por fortuna la plaza les queda grande y les har¨ªa quedar disminuidos hasta su justa dimensi¨®n residual.
Hoy por hoy los ultras m¨¢s peligrosos no son los que salen a la calle con sus s¨ªmbolos, sino los que gritan en las ondas y escupen en la prensa sus toxinas caducadas hace mucho tiempo, los que vociferan llamando a una nueva cruzada... los que aplauden y jalean estos d¨ªas al valetudinario senador Fraga Iribarne cuando se reafirma en la pena de muerte de Juli¨¢n Grimau, c¨®mplice hasta el final.
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