Bombas de desodorante
Desde hace unos d¨ªas, millones de pasajeros en los aeropuertos de toda Europa creen que alguien se ha vuelto loco. Uno tras otro muestran sus productos de higiene personal o su medicaci¨®n, tras haberse quitado el cintur¨®n y la chaqueta antes de cruzar el arco met¨¢lico sujet¨¢ndose el pantal¨®n. Si les han obligado a descalzarse, deber¨¢n competir por encontrar un punto de apoyo que le permita cubrirse de nuevo los pies. La ceremonia culmina con frecuencia con la confiscaci¨®n por parte de la autoridad competente de las nuevas amenazas de Occidente: un tubo de pasta de dientes en envase de 120 mililitros, aunque est¨¦ medio vac¨ªo; un bote de espuma de afeitar; o costosos productos de cosm¨¦tica femenina que superen la nueva cifra m¨¢gica que ha de proteger nuestra seguridad: 100 mililitros por envase.
Hasta el momento, en el mejor de los casos, los pasajeros hacen en cada caso un acto de resignaci¨®n, que a pesar de su car¨¢cter laico se asemeja mucho a la m¨¢s genuina resignaci¨®n cristiana: Dios, en su infinita sabidur¨ªa, sabe m¨¢s que nosotros, y si nos hace pasar por este trance seguro que tiene sus motivos. No somos nosotros, pobres criaturas, quienes debamos poner en cuesti¨®n su Providencia. Pero aqu¨ª el papel de Dios, como muy acertadamente escrib¨ªa en estas p¨¢ginas uno de sus mejores columnistas, lo asume la Uni¨®n Europea, aunque nadie sepa muy bien a qu¨¦ o a qui¨¦nes nos referimos al invocar a esta nueva divinidad que ordena nuestras vidas.
Sin embargo, para quienes hace tiempo que rezamos m¨¢s bien poco y cuando tratamos con la autoridad competente preferimos sustituir la aceptaci¨®n religiosa por la exigencia democr¨¢tica y ciudadana, es importante denunciar en voz alta esta situaci¨®n que a mi juicio refleja las graves perversiones de un sistema normativo que afecta a nuestras vidas y a veces es m¨¢s propio de la China de hace 25 a?os que de nuestras democracias.
El 27 de septiembre de 2006 se reuni¨® el Comit¨¦ de Seguridad de la Aviaci¨®n Civil, un organismo t¨¦cnico formado por expertos de los 25 Estados miembros creado en el a?o 2002 para auxiliar a la Comisi¨®n Europea cuando deba formular propuestas en la materia. En esa reuni¨®n se debati¨® una propuesta de revisi¨®n de las medidas de seguridad, que conten¨ªa las nuevas normas sobre l¨ªquidos, entre otras. Las mismas que en Europa llevaban unos meses aplic¨¢ndose s¨®lo en vuelos desde y hacia el Reino Unido. Normas improvisadas tras la supuesta desarticulaci¨®n de un supuesto comando que pretend¨ªa un supuesto atentado de grandes dimensiones (no es quien firma, sino el New York Times quien puso en cuarentena gran parte de la informaci¨®n que sobre ese oscuro episodio se divulg¨® desde Londres).
La reuni¨®n de ese ¨®rgano t¨¦cnico fue a puerta cerrada, y el acta de la sesi¨®n es secreta. En Europa lo "secreto" est¨¢ creciendo en la misma medida en que crece la etiqueta "seguridad". En todo caso, seg¨²n fuentes de confianza, los t¨¦cnicos de tres Estados rechazaron la propuesta por desproporcionada. Aun as¨ª, se aprob¨® con una mayor¨ªa muy cualificada.
La semana siguiente, sin previa consulta al Parlamento ni a nadie, la Comisi¨®n Europea aprob¨® el Reglamento 1546/2006, que convert¨ªa en ley para toda Europa la propuesta t¨¦cnica cerrada unos d¨ªas antes. Pero la norma nunca ha sido publicada: el texto -que se impone directamente a todas las autoridades de Europa- fue tambi¨¦n declarado secreto. Es decir: el Reglamento tiene un solo art¨ªculo, que se limita a aprobar un Anexo con las especificaciones sobre qu¨¦ se puede llevar, cu¨¢ndo y c¨®mo. Y estas reglas "ser¨¢n secretas y no se publicar¨¢n", aunque "se pondr¨¢n a disposici¨®n de las personas debidamente autorizadas por los Estados miembros o por la Comisi¨®n".
En consecuencia, los ciudadanos no tenemos ninguna posibilidad de verificar, o en su caso impugnar, la aplicaci¨®n de esta norma, porque no tenemos derecho a conocer su contenido. Claro que tampoco la conocen los uniformados que deben aplicarla en los controles de nuestros aeropuertos, profesionales que encuentran en su intransigencia y su rigidez la mejor garant¨ªa de continuidad para su puesto de trabajo. Ellos y ellas han recibido simplemente un folleto con instrucciones. Y s¨®lo ellos tienen la autoridad para decidir si autorizan o no un bote con leche materna, si hay que descalzarse o no y por qu¨¦, o si deben exigir receta m¨¦dica por un jarabe contra la tos que puede ser esencial para el viajero pero que no la necesita.
La Comisi¨®n se limit¨® a publicar una extensa nota de prensa en forma de preguntas y respuestas, que por lo dem¨¢s ilustra bien la frivolidad con la que se ha actuado, por ejemplo al reconocer que todo se basa en lo que "han experimentado los americanos" (sic). En el texto informa tambi¨¦n de una serie de confusas excepciones a las reglas, algo bien in¨²til pues hasta ahora las notas de prensa no pueden utilizarse como argumento ante las fuerzas de seguridad.
No consta debate alguno sobre la proporcionalidad de las medidas y sus alternativas (que el propio Frattini criticaba dos semanas antes de su aprobaci¨®n). No sabemos qu¨¦ base cient¨ªfica tienen las supuestas bombas l¨ªquidas, ni qu¨¦ cantidades resultar¨ªan peligrosas. No se ha evaluado el impacto econ¨®mico y comercial del incremento en la facturaci¨®n de equipajes y su distorsi¨®n grave de todo el sistema aeroportuario europeo, en especial en materia de vuelos de conexi¨®n. Se ha impuesto de un plumazo un nuevo est¨¢ndar de envasado a toda la industria cosm¨¦tica y farmac¨¦utica. Y a todo ello se a?aden interrogantes graves en la protecci¨®n de la dignidad y la intimidad de los viajeros, o sobre discriminaci¨®n de los enfermos.
Millones de personas y miles de empresas sufren ahora los efectos de una norma secreta, impuesta por quienes poco menos que responden s¨®lo ante Dios y ante la Historia, cuya entera tramitaci¨®n legal ha durado una semana. O los europe¨ªstas combatimos y rechazamos estas pr¨¢cticas, o ya llegar¨¢n quienes cuestionen el actual modelo de construcci¨®n europea con argumentos cada vez m¨¢s dif¨ªciles de rebatir.
Ignasi Guardans i Camb¨® es diputado al Parlamento Europeo. Alianza de los Dem¨®cratas y Liberales por Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.