La derecha y la realidad cultural
El Ministerio de Cultura en Francia es una creaci¨®n de la derecha. Lo puso en marcha Andr¨¦ Malraux -ayer se cumpl¨ªan 30 a?os de su muerte- y lo hizo con el visto bueno del general De Gaulle. Su misi¨®n consist¨ªa, en palabras del teatrero Jean Vilar, en ofrecer "cultura de ¨¦lite para todos", es decir, en hacer accesibles a la gran mayor¨ªa las grandes creaciones del esp¨ªritu humano. Esa f¨®rmula sobrevivi¨® hasta 1981, con la llegada de los socialistas al poder. Jack Lang impuso otra orientaci¨®n, la de "todo es cultura". Y de ah¨ª la proliferaci¨®n de equipamientos destinados a acoger el c¨®mic, el hip-hop, los tag, am¨¦n de los teatros de ¨®pera -populares, eso s¨ª-, los locales para rock o chanson y, sobre todo, de centros y museos de arte contempor¨¢neo.
La legislaci¨®n confunde realidad y representaci¨®n, palabras y actos
La cuesti¨®n ha sido abordada con sabio escepticismo por Jean Clair en Paradoxe sur le conservateur. Para ¨¦l, gran especialista en Duchamp, Balthus y Picasso, ese "aumento exponencial de museos es menos un signo de cumplimiento de un objetivo que de decadencia espiritual, de la misma manera que la multiplicaci¨®n de los templos en Roma no era el s¨ªmbolo de un apogeo sino del final de una civilizaci¨®n".
La derecha francesa actual, falta de modelo alternativo, incapaz de postular por un aristocr¨¢tico retorno al proyecto de Malraux, mal compone con la realidad. En Burdeos, el alcalde Alain Jupp¨¦ desear¨ªa acabar con el CAPC, un costoso, bello y conflictivo centro puesto en marcha treinta a?os atr¨¢s por Chaban-Delmas. Las instalaciones podr¨ªan servirle para salones profesionales. Pero no se atreve a cerrarlo, a argumentar que su coste es excesivo, que su rendimiento cultural es escaso, que la ciudad est¨¢ endeudada o, simplemente, que no desea dar tanto protagonismo a una creaci¨®n contempor¨¢nea bajo sospecha. Entonces, para conseguir su objetivo, deja que sean los jueces los que instruyan una demanda por "difusi¨®n de mensajes pornogr¨¢ficos y violentos implicando a menores de edad" contra una exposici¨®n realizada el a?o 2000 bajo el t¨ªtulo Pr¨¦sum¨¦s innocents (Presuntos inocentes). De la hipot¨¦tica condena debiera derivarse un descr¨¦dito del CAPC y una ventana para que el ayuntamiento recuperase mando sobre la instalaci¨®n.
Algo parecido pasa en materia teatral. Los actuales directores del festival de teatro de Avi?¨®n, Hortense Archambault y Vincent Baudriller, acaban de ver renovado su mandato para los pr¨®ximos cuatro a?os pero bajo nuevas condiciones impuestas por el ministro de Cultura que les pide que "se interesen por el papel de la escritura y de los autores vivos" -l¨¦ase m¨¢s teatro de texto y menos performances- y por "la programaci¨®n ejemplar y simb¨®lica de la Cour d'Honneur en el palacio de los Papas" -ah¨ª les est¨¢n pidiendo cl¨¢sicos en el escenario de m¨¢s prestigio-. El ministro se permite incluso evocar "el papel pol¨ªtico del festival" en tanto que "embajador de la Francia del teatro".
El ministro, como Jupp¨¦, renuncia a abordar frontalmente el problema, en concreto el que Baudriller y Archambault deleguen cada a?o buena parte de la responsabilidad de programadores en la figura de un "artista invitado". La f¨®rmula ser¨ªa aceptable en una direcci¨®n con contrato indefinido pero cuando se trata de periodos renovables de cuatro a?os s¨®lo sirve para abrir la puerta a m¨¢s expertos, m¨¢s comisarios y m¨¢s intermediarios.
Si la izquierda ha diluido la cultura en el mercado y el relativismo, la derecha es incapaz de reivindicar su tradici¨®n conservadora. En defensa de Pr¨¦sum¨¦s innocents se han o¨ªdo argumentos peregrinos, pero es el propio ministro quien se lleva la palma al afirmar que "los artistas gozan, respecto al resto de los mortales, de un grado superior de libertad pues su funci¨®n es expresar las grietas y el furor del mundo". Precisamente. De entrada, los artistas no debieran gozar de esa libertad sino tom¨¢rsela. Luego, no hay raz¨®n alguna para que la ley trate a los artistas de manera distinta. El problema est¨¢ en la legislaci¨®n, que confunde realidad y representaci¨®n, palabras y actos. Por ¨²ltimo, si se prefiere ampararse en argumentos jur¨ªdicos en vez de pol¨ªticos para tomar decisiones pol¨ªticas, entonces no habr¨¢ que sorprenderse si, llegado el momento, un juez decide prohibir la venta de Pulgarcito porque sugiere abandonar los hijos en medio del bosque para resolver el presupuesto familiar en materia de alimentaci¨®n. O meter en la c¨¢rcel al distribuidor de Blancanieves y los siete enanitos por razones obvias. O a los autores de los v¨ªdeos del PP por razones ah¨ª s¨ª que f¨¢ciles de explicar. ?Un poco de respeto por la tradici¨®n, se?ores!
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