La Vega Baja de Toledo y la privatizaci¨®n de la arqueolog¨ªa
La pol¨¦mica causada por el peligro de destrucci¨®n de los restos arqueol¨®gicos de la Vega Baja toledana da pie al autor de este texto a reflexionar sobre el cambio del papel de los arque¨®logos, hoy en manos de los promotores.
La pol¨¦mica causada por el peligro de destrucci¨®n de los restos arqueol¨®gicos de la Vega Baja toledana da pie al autor de este texto a reflexionar sobre el cambio del papel de los arque¨®logos, hoy en manos de los promotores.
A lo largo del mes de julio pudimos leer en las p¨¢ginas de EL PA?S una serie de art¨ªculos firm
ados por Patricia Ortega que dieron a conocer el peligro de destrucci¨®n de los restos arqueol¨®gicos conservados en la Vega Baja de Toledo.
Desde entonces y gracias a la decisi¨®n del presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Jos¨¦ Mar¨ªa Barreda, se pudo corregir una situaci¨®n que ha ido perdiendo protagonismo en la prensa de ¨¢mbito nacional en la misma medida que ha venido protagonizando desde entonces la de car¨¢cter local.
Por todo ello y pasado un tiempo prudencial, parece oportuno reflexionar sobre lo ocurrido y de paso sobre los procedimientos que vienen utiliz¨¢ndose en la protecci¨®n de nuestro patrimonio hist¨®rico.
Para todos aquellos que desconozcan este importante yacimiento arqueol¨®gico, una parte inseparable de otro mayor que es la ciudad de Toledo, baste decir que en su subsuelo se conservan los restos de un circo romano junto al que fueron creciendo una serie de villas y construcciones ligadas al culto a algunos santos locales, que acabaron haciendo posible la existencia del complejo palatino de ¨¦poca visigoda. Sobre sus restos se construy¨® un arrabal isl¨¢mico y luego toda una serie de ermitas, conventos y ¨¢reas industriales en los que trabajaron arquitectos de la talla de Covarrubias, Vergara o Sabatini.
Fue un lugar santo desde el siglo IV gracias a los enterramientos de personajes como santa Leocadia o san Ildefonso, junto a los que se inhumaron algunos de los monarcas visigodos y que tuvo continuidad en los cementerios de las comunidades moz¨¢rabe, isl¨¢mica y hebrea de la ciudad.
Entre los muros all¨ª conservados, aunque sea de manera parcial como ocurre en todo yacimiento arqueol¨®gico, discurri¨® una buena parte de nuestra historia y todo ello independientemente de que hoy no existan en superficie grandes esculturas o mosaicos de incalculable valor art¨ªstico que, por lo que parece, son los ¨²nicos restos que deben conservarse.
Pues bien, de este yacimiento se ha hablado muy poco en la ciudad de Toledo. En estos meses y al margen de una parte de la sociedad que nunca estuvo de acuerdo con esta operaci¨®n urban¨ªstica, promotores p¨²blicos y privados s¨®lo parecen haberse preocupado por criticar la capacidad que tiene este peri¨®dico para alterar decisiones del denominado pueblo soberano de Toledo, incluyendo comentarios que hacen referencia a la ruptura de la democracia o a los perjuicios que causa el patrimonio al futuro de nuestra ciudad.
Ante esta situaci¨®n hay que empezar a hacerse determinadas preguntas. ?C¨®mo es posible que en una ciudad que vive en buena parte de su pasado se haya llegado a esta situaci¨®n? ?C¨®mo es posible que desde la Administraci¨®n de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad se planteen las obras de construcci¨®n de un nuevo barrio sobre un yacimiento excepcional en terrenos de titularidad p¨²blica, sin tener en cuenta los restos all¨ª conservados?
Las respuestas dar¨ªan para escribir muchos art¨ªculos como ¨¦ste. Ahora s¨®lo podemos desarrollar uno de los aspectos que la crisis de Vega Baja ha puesto de manifiesto. Nos referimos al papel protagonizado por los profesionales de la arqueolog¨ªa implicados que, a pesar de su buen hacer y de estar trabajando durante m¨¢s de un a?o en este sector de la ciudad, no han podido dar a conocer los hallazgos que han realizado. Una situaci¨®n que viene provocada por el modelo de gesti¨®n en el que ha ca¨ªdo el patrimonio arqueol¨®gico en la mayor parte de las comunidades aut¨®nomas, que son las administraciones competentes.
Desde finales de los a?os ochenta hemos asistido al auge de la denominada arqueolog¨ªa de urgencia, que ha convertido una disciplina hasta entonces cient¨ªfica y ligada a centros de estudio e investigaci¨®n en un mero tr¨¢mite administrativo relacionado directamente con la obtenci¨®n de la correspondiente licencia.
La figura clave en el desarrollo de esta nueva arqueolog¨ªa es la del promotor, que sin tener culpa alguna en la situaci¨®n, todo hay que decirlo, se ha convertido en el personaje que dicta las prioridades y que selecciona y contrata al arque¨®logo encargado de realizar unos informes que, en buena medida, determinan la posibilidad de llevar a cabo su proyecto. Todos podemos comprender que ante una situaci¨®n as¨ª algo est¨¢ fallando y un buen ejemplo es la Vega Baja de Toledo.
Los arque¨®logos, que al inicio de su trabajo deben firmar todo tipo de cl¨¢usulas de confidencialidad y a los que s¨®lo se paga por excavar, nunca por investigar y menos por publicar, se han convertido en un instrumento administrativo que tiene como ¨²nico fin obtener un determinado permiso, en vez de devolver a la sociedad la historia de su pasado, haciendo lo posible por conservar con un m¨ªnimo de l¨®gica, es decir, sin extremismos militantes, los elementos que permitan conocerlo y disfrutarlo.
El caso de la Vega Baja es paradigm¨¢tico de la situaci¨®n en la que se encuentra la mayor parte de la actividad arqueol¨®gica en nuestro pa¨ªs. Una nueva realidad que supone, en definitiva, la privatizaci¨®n de esta disciplina con todo lo que ello implica.
Como resumen de todas estas reflexiones, parece evidente que en los ¨²ltimos 20 a?os hemos conseguido convertir cualquier yacimiento arqueol¨®gico, por excepcional o importante que ¨¦ste pueda ser, en un problema con una soluci¨®n previsible. Esta vez, al menos, gracias a la presi¨®n ejercida por diferentes asociaciones c¨ªvicas e instituciones culturales y por el coraje y sensibilidad de alguno de nuestros m¨¢ximos responsables pol¨ªticos, se ha roto la cadena.
?A lo mejor es la ruptura de un sistema que resulta bastante c¨®modo para algunos y no la paralizaci¨®n del proyecto de Vega Baja el origen de tanta y tan desafortunada cr¨ªtica?Una disciplina cient¨ªfica se ha convertido en un mero tr¨¢mite administrativo
Jes¨²s Carrobles Santos es arque¨®logo.
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