Rouco y sus muchachos
Vender por las casas es duro. Tocas el timbre y no sabes si te abrir¨¢n, ni qui¨¦n va a salir, ni c¨®mo. Cruzar la puerta es ya una victoria y a¨²n queda la dif¨ªcil tarea de colocar la mercanc¨ªa. Digo esto desde la experiencia de haber vendido libros en una etapa lejana de mi vida. Al principio soltaba el rollo cultureta de la editorial, pero enseguida comprend¨ª que lo m¨¢s convincente era vender por est¨¦tica. La gente necesitaba libros que adornaran sus desoladas estanter¨ªas y, para ese fin, lo mejor eran las obras completas, las enciclopedias y sobre todo las biblias. ?Qu¨¦ bien se vend¨ªan las biblias! y ?cuantas satisfacciones econ¨®micas me dieron! La mayor¨ªa de los clientes entend¨ªan que con la palabra de Dios no deb¨ªan ser cicateros y, animados por mi codicia, compraban la edici¨®n encuadernada en cuero y pan de oro que costaba una pasta.
De aquel dudoso apostolado me qued¨® una actitud solidaria con los que venden por las casas, figura por cierto casi extinguida en Madrid a causa de los atracos. Ahora es posible otra vez que llamen a las puertas para vender la palabra de Dios aunque no encuadernada. El Arzobispo de Madrid intenta movilizar a los j¨®venes cat¨®licos de la regi¨®n para que traten de llegar a los chavales descarriados. Les instan, para ello, a que utilicen t¨¦cnicas de acercamiento como las empleadas por los testigos de Jehov¨¢ y algunas sectas religiosas que no se cortan un pelo con tal de lograr el contacto directo. Las calles, lo centros educativos e incluso el timbrazo en la puerta, todo lo que sea menester para evangelizar al personal que anda por ah¨ª perdido haciendo cochinadas sin pisar una Iglesia. Una tarea complicada porque esos chicos han de "entusiasmar a sus colegas" con el mismo rollo que sueltan los jerarcas eclesi¨¢sticos tratando de no quedar como unos mo?as y unos meapilas. No portar¨¢n mensajes nuevos que levanten los corazones, son las mismas frases manidas sobre la luz, Jesucristo y la salvaci¨®n, las mismas que la Iglesia tanto manipul¨® y de las que tanto abus¨® interpretando a Dios hasta desgastarlo.
No es la figura de Cristo la que est¨¢ en ca¨ªda libre, ni su idea del amor y del perd¨®n, m¨¢s necesaria que nunca en este desierto de valores. Tampoco lo est¨¢n aquellos religiosos y creyentes que siguen su ejemplo intentando paliar el dolor ajeno y peleando junto a los que sufren de miseria o injusticia.
La que se hunde es esa Iglesia oficial, la del politiqueo, las clases de religi¨®n y la obsesi¨®n con el sexo y los gays. Esa Iglesia rancia que, traicionando sus propios principios, consiente que en sus plataformas de expresi¨®n practiquen el insulto o aticen el rencor y el enfrentamiento entre los humanos. La Iglesia que no ama el amor, sino el poder. Es esa Iglesia de Rouco la que ahora env¨ªa a sus muchachos a la caza de almas. Bajo el animoso t¨ªtulo de "Misi¨®n Joven", la acci¨®n responde a la ausencia juvenil en los templos, a¨²n m¨¢s clamorosa que la de los adultos. Una evidencia de la que monse?or y su cohorte no parecen sentirse responsables y que atribuyen a "la oscuridad espiritual de la sociedad madrile?a".
Dice el bueno de Rouco que el cosmopolitismo de Madrid est¨¢ abierto a todas las influencias ideol¨®gicas y estilos de vida y que nuestros j¨®venes oyen esas propuestas que implican una negaci¨®n clamorosa de la existencia de Dios. Es decir, que despu¨¦s de que tuvieron en su pu?o la educaci¨®n de generaciones y generaciones de j¨®venes, ahora la culpa la tiene la libertad. Ni un solo atisbo de autocr¨ªtica, ni un solo rasgo de humildad, ning¨²n gesto que les haga cre¨ªbles. Nada que nos recuerde a Jes¨²s.
El pasado 13 de noviembre, la Audiencia Provincial de Madrid condenaba a dos a?os de c¨¢rcel al p¨¢rroco de una Iglesia por abusar de un menor. La sentencia incluye una indemnizaci¨®n de 30.000 euros de la que hacen responsable subsidiario al arzobispado madrile?o y a su titular, Rouco Varela, al considerar probado que conoc¨ªan los hechos y los ocultaron. Eso que tanto nos suena. Y no s¨®lo hicieron eso, tambi¨¦n expulsaron de la parroquia a los catequistas que lo denunciaron a la fiscal¨ªa. As¨ª es como entiende el evangelio el arzobispo de Madrid y as¨ª procede monse?or con quienes no ven "su luz divina". Si alguien llama a su puerta para vender la palabra de Dios tenga al menos caridad cristiana. Aunque los env¨ªe Rouco, ser¨¢n buenos chicos.
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