Flores para Quique
Bajo las luces de la Albufera, Quique S¨¢nchez Flores prepara el partido con el Madrid de Fabio Capello, una cuadrilla formada por pelmas, pelmazos y futbolistas que ha alcanzado la cumbre de la incompetencia: defiende mucho, pero defiende mal.
Por tanto, Quique deber¨¢ explorar el reverso oscuro de la fuerza y descifrar la naturaleza de un sombr¨ªo adversario cuyo peligro est¨¢, precisamente, en su ambig¨¹edad. Rudo, plano y machac¨®n, no es un equipo malo ni bueno; es simplemente un equipo cualquiera. Aunque por sus hechuras bien podr¨ªa llamarse Palermo, Torino, Sampdoria, Reggina, Roma o Cagliari, dice seguir llam¨¢ndose Real Madrid.
Esa degradaci¨®n de estilo que Capello ha impuesto a sus capellanes no predispone un partido f¨¢cil. Robinho, Reyes, Van Nistelrooy y algunos otros colegas son, por s¨ª mismos, una excepci¨®n. Aunque el f¨²tbol del Madrid tenga un cargante sonido de noria, aunque su reglamento proh¨ªba toda improvisaci¨®n, en ese mundo de manivela y cachiporra hay siempre un segundo en que el instinto se impone a la rutina. Para que nadie se llame a enga?o conviene decir tambi¨¦n que don FC, el famoso lampista italiano, representa como nadie el esp¨ªritu del descuidero: si no aprovechas las ocasiones de gol, sus compinches pueden hacerse el longuis y utilizar la excusa de un c¨®rner, una falta o una diablura suelta para llevarse el triunfo y el monedero.
Por si fuera poco, Quique oye ruidos subterr¨¢neos bajo su propio banquillo. Dicen los cr¨ªticos locales que, en vez de conseguirle un buen negociador capaz de atender sus directrices y reforzar la plantilla desde la secretar¨ªa t¨¦cnica, sus jefes le trajeron un topo. Est¨¢ claro que, hoy por hoy, no es un hombre feliz: mientras el Valencia se exhibe en la Liga de Campeones, ¨¦l va y viene por el t¨²nel de vestuarios como un alma en pena. A¨²n m¨¢s, cuando el equipo sufre alguna contrariedad, cuando hace falta una disculpa, los fot¨®grafos suelen sorprender a Carboni empu?ando el tel¨¦fono m¨®vil y mir¨¢ndole de reojo desde el otro lado del tel¨®n.
Sin embargo, a estas horas no caben las lamentaciones. Al abrigo de Mestalla, repasa el largo parte de lesionados y pide una tregua a los fisioterapeutas del club. Se encomienda a la voluntad de Morientes, a la intuici¨®n de Villa y a las agallas de Angulo y hace un chiste para oxigenar el ambiente: "En vez de Liga de las estrellas, ¨¦sta es la Liga de las camillas".
Sabe que luego se pondr¨¢ en marcha la rueda de la Fortuna y que ganar¨¢ quien consiga salir del dibujo, poner la mente en blanco y escuchar la primera corazonada.
Como siempre que todo est¨¢ previsto, sabe que el partido se decidir¨¢ en alguna imprevisi¨®n.
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