La RAE y el lenguaje
Se acaba de publicar el Diccionario esencial de la lengua espa?ola, del que se ha dicho que es "un diccionario de andar por casa, instrumento de f¨¢cil consulta hecho a medida de la vida moderna, y que incluye lo que m¨¢s se aproxima al l¨¦xico hisp¨¢nico de nuestros d¨ªas". Es un trabajo important¨ªsimo del que se asegura que tiene como meta "ofrecer un registro vivo del l¨¦xico de nuestra ¨¦poca". En ¨¦l han trabajado muchas personas -?s¨®lo masculinas?- tambi¨¦n muy importantes.
Soy una absoluta ignorante en esta materia y, por lo tanto, pido disculpas por mi osad¨ªa a la hora de escribir estas breves reflexiones criticando, no ya este Diccionario, sino la posici¨®n de la RAE sobre la resistencia a aceptar determinadas definiciones, pese a la previa proclamaci¨®n de la modernidad de su trabajo. La que m¨¢s se ha destacado es la que hace del matrimonio, al que define como "la uni¨®n de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales", sin que la definici¨®n incluya la reforma legal que permite el matrimonio entre personas de un mismo sexo, porque "es una excepci¨®n que s¨®lo ocurre en Espa?a y no en otros pa¨ªses de habla hispana", y s¨®lo si se persiste en el uso de esa forma se incluir¨¢.
La inclusi¨®n de una palabra depende del uso social y de la reiteraci¨®n que de ella se haga. As¨ª se espa?olizan y se han adaptado muchos t¨¦rminos; pero si la definici¨®n de matrimonio no se corresponde con la realidad de lo que esta acepci¨®n es en un pa¨ªs como Espa?a, ?qu¨¦ sentido tiene que se llame Diccionario hisp¨¢nico? ?C¨®mo llamamos a la uni¨®n entre espa?oles y espa?olas del mismo sexo? ?Tiene derecho la RAE a denominar a las cosas de forma diferente de como lo hacen las leyes y la realidad espa?ola?
Y no es s¨®lo en esto en lo que la RAE no se acomoda a la realidad social. Le pasa igual con el uso del femenino y el masculino en el lenguaje. Sigue defendiendo el lenguaje sexista, y las mujeres no somos una novedad; existimos desde el comienzo del mundo.
El lenguaje, como tantas otras cosas, no es neutral. En Andaluc¨ªa, en el proceso de reforma del Estatuto de Autonom¨ªa, se pidi¨® un informe a la RAE sobre el uso del masculino y del femenino en el texto estatutario. Y el informe desaconseja, por err¨®neo, que el Estatuto incorpore "el lenguaje de g¨¦nero", diciendo que expresiones como diputado o diputada desvela desconocimiento. "El empe?o en realizar sistem¨¢ticamente estos desdoblamientos tiene su origen", se afirma en el informe, "en unos casos, en el desconocimiento de lo que gramaticalmente se define como uso gen¨¦rico del masculino gramatical y, en otros, en la voluntad declarada por parte de determinados colectivos sociales y pol¨ªticos de suprimir este rasgo inherente al sistema de la lengua como si fuese una consecuencia m¨¢s de la dominaci¨®n hist¨®rica del var¨®n sobre la mujer en las sociedades patriarcales. El uso gen¨¦rico del masculino gramatical se basa en su condici¨®n de t¨¦rmino no marcado en la oposici¨®n binaria masculino / femenino".
Y en ¨¦sas estamos: si la inclusi¨®n de un t¨¦rmino depende de su persistencia en el uso social, tendremos que reiterar que el masculino no nos engloba a las mujeres; que todos, por ejemplo, son ellos y no lo somos nosotras; que de la misma manera que parece normal que se diga maestros y maestras, porque de ¨¦stas hay muchas, y que parezca razonable la palabra asistenta, como femenino de asistente, porque tambi¨¦n es un trabajo que pasaron a desempe?ar muchas mujeres, tiene que ser usual decir canciller o cancillera, juez o jueza, matr¨®n o matrona y tantas otras cosas m¨¢s, y que adem¨¢s esta hermosa lengua, que tantos millones de personas, hombres y mujeres, empleamos, es tan rica que tiene gen¨¦ricos, que realmente s¨ª nos pueden incluir a unos y a otras.
Adem¨¢s, las reglas de la RAE, con todo el respeto para cuantos la integran y la han integrado, las han hecho s¨®lo hombres, y por lo tanto no nos sirven a las mujeres, porque no hemos participado en su formulaci¨®n. La historia s¨®lo la han escrito ellos y, por eso, es una historia incompleta; el poder ha sido masculino y hemos peleado, y peleamos, por cambiarlo. A las mujeres hace tan s¨®lo 75 a?os no se nos reconoc¨ªa ni siquiera la condici¨®n de ciudadanas, y conquistar el derecho de voto cost¨® mucho tiempo y esfuerzo a muchas mujeres en todo el mundo. Cuando todos los varones pudieron votar se afirm¨® que se hab¨ªa conseguido el sufragio universal, sin a?adir que esa "universalidad" era s¨®lo para la mitad de la poblaci¨®n, mientras la otra quedaba privada de su ejercicio... y as¨ª suma y sigue.
Los propios acad¨¦micos han dado la regla v¨¢lida: persistamos en el uso de las palabras, hagamos del lenguaje no sexista otra reivindicaci¨®n m¨¢s. A las mujeres nos ha costado todo mucho trabajo y no hemos tenido m¨¢s remedio que esforzarnos siempre en cambiar este dominio masculino que lo ha abarcado todo; hemos conseguido mucho y pretendemos alcanzar a¨²n m¨¢s. Tambi¨¦n las palabras, la lengua, queremos que nos definan como lo que somos, personas diferentes a los hombres que usamos un lenguaje que queremos que tambi¨¦n, realmente, nos englobe, nos una y que no nos excluya.
Amparo Rubiales, abogada y profesora de la Universidad de Sevilla, es consejera del Consejo Consultivo de Andaluc¨ªa.
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