Perversa desigualdad
Las cuentas de la distribuci¨®n de la renta en Espa?a difundidas por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) no son demasiado agradables. Seg¨²n ellas, el 20% de la poblaci¨®n espa?ola vive por debajo del umbral de pobreza, fijado por el propio INE, seg¨²n la convenci¨®n admitida por varios organismos internacionales, en 530 euros netos por persona al mes. No es una sorpresa que la pobreza afecte intensamente a personas mayores de 65 a?os, ni que los ingresos medios por hogar m¨¢s bajos se den en Extremadura, Castilla-La Mancha y Andaluc¨ªa, ni que los m¨¢s altos correspondan a Navarra, Madrid y Pa¨ªs Vasco. Las estad¨ªsticas replican la distribuci¨®n de la renta nacional y confirman la precariedad de quien tiene que vivir de una pensi¨®n. Pero s¨ª son especialmente alarmantes dos circunstancias: la primera es que Espa?a se sit¨²a entre los pa¨ªses con mayor grado de pobreza de los Quince, s¨®lo superada por Portugal y al mismo nivel que Grecia; la segunda es que la tasa de pobreza se resiste a disminuir de forma sustancial. A pesar del elevado ritmo de crecimiento econ¨®mico, apenas ha disminuido en una d¨¦cima entre 2005 y 2006.
Para rastrear las causas es necesario recurrir al manido t¨¦rmino de la desigualdad en la redistribuci¨®n de la riqueza que genera el crecimiento econ¨®mico. Incluso en t¨¦rminos agregados se advierte el contraste extremo entre el elevado y persistente crecimiento de los beneficios de las empresas y el estancamiento nominal y descenso real de las rentas salariales. En Espa?a se ha venido enquistando durante muchos a?os una elevada tasa de temporalidad laboral que suele dejar socialmente desprotegidos a quienes pierden el trabajo. El riesgo de pauperizaci¨®n es todav¨ªa mayor en quienes participan como asalariados en la llamada econom¨ªa sumergida o negra, de infausta raigambre entre nosotros. Las redes de protecci¨®n social tampoco son demasiado densas en Espa?a -a diferencia de las existentes en pa¨ªses como Finlandia, Noruega o Suecia-, circunstancia que explica la elevada presencia de rasgos de pobreza entre los mayores de 65 a?os.
De la enumeraci¨®n de causas se deducen f¨¢cilmente los remedios. Pero conviene advertir que elevar las pensiones, combatir la econom¨ªa sumergida y torcer el brazo de la temporalidad son recetas caras y lentas. Eso s¨ª, inevitables, porque la quinta econom¨ªa europea no debe permitir grados tan sonrojantes de desigualdad y exclusi¨®n.
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