El caso del matrimonio asesinadito
A mucha gente le hace feliz descubrir en un c¨®mico al gran actor dram¨¢tico que llevaba dentro. Es cosa sabida: para que un c¨®mico gane un premio gordo tiene que interpretar a un alcoh¨®lico o un enfermo terminal. A m¨ª me sucede justo lo contrario: cuando veo a un actor dram¨¢tico haciendo comedia doy gracias a los dioses y pienso que ha alcanzado la cumbre de su arte. La costumbre y el perfil han acu?ado para Nuria Espert la moneda de "gran tr¨¢gica". Lo es, indudablemente, aunque yo llevo a?os, lustros, repitiendo que es una c¨®mica como la copa de un pino. En el teatro y en la vida: una noche con ella y con Terenci, su partner perfecto, equival¨ªa a cenar escudella i carn d'olla con Elaine May y Mike Nichols. El timing de comedia de Lady Espert corta el hipo. Cuando llegu¨¦ con mi maletita a su casa en Montepr¨ªncipe para escribir mano a mano sus memorias, cruc¨¦ el jard¨ªn, dej¨¦ atr¨¢s la piscina y me abri¨® una sirvienta ucrania con voz de Mrs. Danvers: "La se?ora bajarrr¨¢ enseguida". La se?ora baj¨® -descendi¨®, m¨¢s bien- la escalera y yo no pude evitar una gansada. Dije: "Se?or De Mille, mi plano". A la velocidad del rayo, y sin dejar de descender, Lady Espert replic¨®: "Ah¨ª detr¨¢s tienes una piscina, por si quieres flotar boca abajo un rato". Ese talento para el one-liner fulminante viene de lejos. Del puesto de pollos de su madre en el mercado de Hospitalet, probablemente. Y de una larga vida en el teatro. Play Strindberg, la formidable comedia de D¨¹rrenmatt dirigida por Lavaudant que interpreta en la Abad¨ªa con Jos¨¦ Luis G¨®mez y Llu¨ªs Homar, es la perla negra de un collar que empez¨® a formarse, pongamos, en 1968, ex aequo con Julieta Serrano, otra que tal baila, en La Tuta i la Ramoneta, el hilarante di¨¢logo de Lloren? Vilallonga que coronaba Amics i coneguts. Tampoco faltaba humor precisamente en Las criadas, mismo t¨¢ndem y mismo punch, el gran zambombazo de aquel a?o. Sigamos el hilo del collar y encontraremos a la turulata Yoko Satsuki de Maquillaje, a la despendolada Arkadina de La Gaviota de Flotats, y a La Celestina de Lepage, con la picard¨ªa de Milagros Leal centrifugada por un t¨²rmix expresionista. Play Strindberg es un capazo de virtudes. La primera est¨¢ impl¨ªcita en su t¨ªtulo: permitir que los actores jueguen y se lo pasen bomba sacando a pasear al c¨®mico que llevan dentro. Nuria Espert es Alice, actriz mediocre, esposa condenada, que resume su matrimonio con Edgar en esta frase memorable: "Mi mejor ¨¦poca fue la ¨¦poca en la que a¨²n no te conoc¨ªa". Alice ha descubierto que la venganza tras veinticinco a?os de hast¨ªo y tormento puede ser algo "tremendamente divertido". Por eso, cada vez que Edgar tiene una de sus "ausencias" emb¨®licas, aprovecha para cantarle las cuarenta. Y cuando no las tiene tambi¨¦n, pero sonriendo con todos los dientes. Lady Espert interpreta a su monstrua con las cejas alzadas de Agnes Moorehead y los trallazos sulf¨²ricos de Yootha Joyce en Los Roper. O, si lo prefieren m¨¢s castizo, con el vinagre pur¨ªsimo de Terele P¨¢vez. Otra cosa estupenda de ese trabajo es que, estando tan pr¨®ximo el personaje de Alice a la amarga y sarc¨¢stica Martha de ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?, no "recupera" ni un tono, ni un gesto, ni la inercia siquiera de las muchas invectivas que lanzaba contra George/Marsillach en aquel espect¨¢culo. Edgar, el marido, un Marte de Carnaval que se vanagloria de ser "escritor militar" por haber enjaretado un obsoleto tratado de bal¨ªstica, y que califica de basura a todos y cada uno de sus semejantes, es Jos¨¦ Luis G¨®mez, aqu¨ª un pasmoso cruce entre Rodero y Luis Varela. El tercero en discordia es Llu¨ªs Homar en el rol del primo Kurt, un bribonazo perfumado con lavanda inglesa: s¨®lo le falta mascar una pipa vac¨ªa y decir "hum" para que pensemos en John Cleese disfrazado del joven Trevor Howard. He le¨ªdo por ah¨ª que la comedia de D¨¹rrenmatt est¨¢ "anticuada". Protesto, se?or¨ªa. Quiz¨¢s, para algunos, D¨¹rrenmatt se ha convertido en un molesto recordatorio de su lejana juventud, que tambi¨¦n es la m¨ªa. Suele pasar. En los setenta vimos un mont¨®n de obras suyas, desde el Proceso por la sombra de un burro a El matrimonio del se?or Mississippi pasando, como no, por La visita de la vieja dama. Bien montado (como casi todo), D¨¹rrenmatt es pura modernidad. Triplico el pareado: ferocidad, velocidad, esencialidad. Play Strindberg, estrenada en 1969, es nuestro pan dram¨¢tico de cada d¨ªa -una reducci¨®n- pero hecha con much¨ªsimo talento y much¨ªsima gracia. El original de Strindberg, como recordar¨¢n quienes lo hayan padecido, se pon¨ªa en cuatro horas. No hay cuerpo que aguante cuatro horas de estopa. Su "relectura", o revisi¨®n, o reducci¨®n, como quieran llamarlo, deja el texto en los huesos, pero ya se sabe que a veces la mejor chicha est¨¢ en el tu¨¦tano. Y, a veces, en la salsa. A algunos, la salsa de Play Strindberg les recordar¨¢ al Pinter de The Homecoming, a otros a Ionesco. A m¨ª me recuerda much¨ªsimo a Joe Orton, otro gran subestimado. La versi¨®n castellana de Miguel S¨¢enz hace pensar en Orton traducido por Mihura, el Mihura telegram¨¢tico y siniestro de La tetera. A fin de cuentas, Play Strindberg es una obra de visitas, de tresillo y estacazo. La escena del ¨¢lbum de fotos, cuando el imperturbable Kurt va respondiendo, "muy bonita, muy bonita" a cada nuevo horror mostrado por Alice, es puro Mihura. Aqu¨ª hay mucha codorniz estofada y aleteando viva en el plato. Una obra dificil¨ªsima de montar e interpretar: por el endiablado equilibrio entre el humor y el horror, entre el lirismo ag¨®nico (la desesperada Canci¨®n de Solveig a modo de autojaque mate) y la carcajada salvaje, por esa partitura de frases secas y cortadas a pico que restallan como latigazos fatigados. Pero Georges Lavaudant no ha permitido que ni un ¨¢tomo de fatiga se le cuele en la partitura: la hora y media de funci¨®n galopa a un ritmo viv¨ªsimo. Todo est¨¢ en su sitio y su direcci¨®n es perfecta porque no se nota, porque se dir¨ªa que Espert y G¨®mez y Homar improvisan sus di¨¢logos ante nosotros. En fin, que me ha gustado mucho.
A prop¨®sito de Play Strindberg, dirigida por Lavaudant en el Teatro La Abad¨ªa, de Madrid
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.