Genocidios inducidos
El genocidio como configuraci¨®n jur¨ªdico-pol¨ªtica, incluida su denominaci¨®n, es reciente, pero como pr¨¢ctica del exterminio es ancestral. Banditismo depredador; matanzas de masa; pogromos; aniquilaci¨®n planificada de grupos humanos; devastaci¨®n de pueblos y pa¨ªses por codicia, por venganza o por pura dominaci¨®n son expresi¨®n de esa insaciable sed de destrucci¨®n que se apodera con frecuencia de los seres humanos. Las salvajadas niponas en Asia continental, las escabechinas en Timor Oriental, en Kurdist¨¢n, en la antigua Yugoslavia, las abominaciones contra los abor¨ªgenes en Australia, contra los mayas en Guatemala, contra los misquitos en Nicaragua y sobre todo los tres grandes genocidios del siglo XX, el de los nazis contra los jud¨ªos y los gitanos, el de los hutus contra los tutsis, el de los turcos contra los armenios, sin olvidar los de hoy, el del Congo, el de Darfur o la interminable carnicer¨ªa en Oriente Pr¨®ximo, nos cuentan la banalizaci¨®n del horror de la que con tanta penetraci¨®n habla Christian Delacampagne en su libro De l'Indiff¨¦rence (Odile Jacob, 1998). Pero la tolerancia de lo intolerable tiene sus l¨ªmites y los cr¨ªmenes de guerra de los nazis en particular, esa infamia absoluta que fue la shoa, exig¨ªa una respuesta que desde la opci¨®n democr¨¢tica pasaba por un planteamiento jur¨ªdico-institucional, es decir, leyes y tribunales para aplicarlas. Una resoluci¨®n de la ONU de 1946 retom¨® el t¨¦rmino y definici¨®n de genocidio propuestos por Raphel Lemkin dos a?os antes, en Axis Rule in Occupied Europe, que se tradujo en el Convenio para la Prevenci¨®n y la Represi¨®n del genocidio de 1948. En el art¨ªculo II se entiende por genocidio "todo acto cometido con la intenci¨®n de destruir en todo o en parte un grupo nacional, ¨¦tnico, racial o religioso", y los 17 art¨ªculos siguientes formalizan la calificaci¨®n jur¨ªdica y punitiva de este crimen contra la humanidad. Un genocidio no es la voluntad de eliminar un enemigo ni de conquistar un territorio sino que busca destruir unas creencias, unos modos de vivir, una concepci¨®n del mundo. Ahora bien, junto a los genocidios directos existen los inducidos en los que la secuencia causal no es directa e inmediata pero en los que el desencadenamiento del proceso genocidiario es tan inevitable como en los primeros.
Directos o inducidos para Adorno / Horkheimer (Dialectica de la Ilustraci¨®n), para Hanah Arendt (Reconsideraci¨®n de la Shoa); para Aim¨¦ C¨¦saire (Discurso sobre el colonialismo); para Israel Charny (Enciclopedia mundial de los genocidios), la pregunta incontestada es c¨®mo Occidente ha llegado a tal perversi¨®n de sus valores, como la esperanza de las Luces ha podido desembocar en tal ignominia. Si yo viviera en Espa?a habr¨ªa participado en todas las manifestaciones para honrar la memoria de los asesinados por ETA quienquiera que fuese el organizador, porque con las v¨ªctimas hay que estar siempre, aunque los pol¨ªticos carro?eros de turno manipulen nuestra solidaridad con ellas. Cerca de 900 muertos por causa de una enloquecida, criminal, afirmaci¨®n nacionalista, son un oprobio que los dem¨®cratas espa?oles no pueden aceptar. Pero igual o m¨¢s lo son, aunque nos caigan m¨¢s lejos, los m¨¢s de 350.000 muertos en Irak, horrenda carnicer¨ªa cotidiana, inevitable, como predecimos algunos hace casi tres a?os. "Si abrimos la caja de Pandora", escrib¨ª entonces, "que Sadam Husein mantiene oprobiosamente cerrada, desencadenaremos un genocidio, nos instalaremos en un inacabable desastre". Con ocasi¨®n de la guerra de Kuwait, Bush padre pudo haber acabado con Sadam, pudo haber abierto esa caja pero no lo hizo porque no ten¨ªa con qu¨¦ volver a cerrarla. La vesania tribal, la sa?a religiosa campan hoy a sus anchas en Irak, y s¨®lo un poder dotado de gran legitimidad y fortaleza podr¨¢ ponerles fin. Bush / Blair y sus compa?eros guerreros que dijeron que invad¨ªan Irak para liberarlo de la tiran¨ªa de un dictador y establecer la democracia, tienen que cumplir la misi¨®n que, seg¨²n ellos, se asignaron. Y no desaparecer ahora dej¨¢ndolo sumido en un mar de odio y muerte. Pues ello dar¨ªa la raz¨®n a quienes afirman que esa guerra fue desencadenada por pura voluntad de dominaci¨®n pol¨ªtica, por codicia petrolera y que ellos son los principales responsables del genocidio inducido que han causado. Por el que deben ser juzgados.
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