En recuerdo de una mujer muerta
Te voy a hablar de una escritora formidable: Irmgard Keun. Seguramente no la conoces. Yo tampoco ten¨ªa la menor noticia de su existencia hasta que hace poco cay¨® en mis manos un libro suyo, La chica de seda artificial, publicado en Espa?a por Min¨²scula (qu¨¦ estupenda editorial) har¨¢ un par de a?os. Es evidente que aqu¨ª la obra pas¨® bastante inadvertida, aunque es una novela en muchos sentidos extraordinaria. En primer lugar, Irmgard la public¨® en 1932, a la asombrosa edad de 22 a?os. La escueta informaci¨®n de la solapa dice que la escritora naci¨® en Berl¨ªn en 1910 y muri¨® en Colonia en 1982. Que fue una autora de ¨¦xito durante la rep¨²blica de Weimar y que luego, en 1933, sus libros fueron secuestrados por los nazis y Keun tuvo que exiliarse y m¨¢s tarde pasar a la clandestinidad. La breve nota termina diciendo que, durante los a?os ochenta, los lectores alemanes redescubrieron sus obras. Cosa que no debi¨® de servirle de mucho, porque para entonces ya estaba muerta. Escalofr¨ªa ver resumida en siete l¨ªneas toda una vida probablemente tremenda.
Si los nazis secuestraron "sus libros" en 1933 es que Irmgard ya hab¨ªa publicado varias obras a la tierna edad de 23 a?os. Y tambi¨¦n para entonces ya hab¨ªa sido famosa. Nuestra sociedad, tan despepitada por la fama inmediata, deber¨ªa aprender de estas lecciones hist¨®ricas: ser famoso es bastante f¨¢cil, lo dif¨ªcil es que esa fama perdure a trav¨¦s del tiempo. Pasan los a?os, pasan los siglos, pasan las ¨¦pocas, y hasta aquellos individuos que se creyeron m¨¢s grandes y gloriosos se borran para siempre de la memoria. El ruido de los antiguos imperios al derrumbarse no es m¨¢s audible que el de la ca¨ªda de una hoja en oto?o.
Dice la escritora italiana Dacia Maraini que las mujeres han conquistado visibilidad literaria, que publican y venden igual que los hombres o m¨¢s, pero que cuando las mujeres escritoras mueren, mueren para siempre, porque no son recogidas en las antolog¨ªas ni las enciclopedias. Creo que las cosas est¨¢n cambiando mucho ¨²ltimamente (de ah¨ª la recuperaci¨®n de Keun por los lectores alemanes en los ochenta), pero es probable que el sexismo que denuncia Maraini contribuyera a que Irmgard fuera olvidada en vida tan r¨¢pidamente. Resulta inquietante que sucediera as¨ª, porque es una escritora maravillosa. La chica de seda artificial es un libro poderoso que retrata la paup¨¦rrima y humillada Alemania de los primeros a?os treinta. Todo ello a trav¨¦s de la narraci¨®n de una joven alocada, conmovedora e inculta que intenta simplemente sobrevivir (y entre sus estrategias est¨¢ la de que los hombres la inviten a comer): "Charlamos en un restaurante, y no me qued¨® m¨¢s remedio que beber vino, aunque por el mismo precio hubiera preferido comer algo", cuenta la protagonista de Keun en su novela: "Pero as¨ª son ellos: sueltan encantados grandes sumas por la bebida, pero les parece que te aprovechas si tienen que pagar una m¨®dica suma por comer, porque la comida es necesaria y la bebida superflua y en consecuencia m¨¢s elegante".
Qu¨¦ talento el de Irmgard: su estilo es econ¨®mico, preciso, exacto, contundente como un pu?etazo en la barbilla. Y luego hablan de la originalidad de Hemingway (un autor a mi modo de ver sobrevalorado). D¨¦jenme copiar otro breve fragmento de este libro. La protagonista no tiene a donde ir, y un taxista le permite dormir dentro del coche ("sin pedirme nada a cambio") mientras no venga ning¨²n cliente. La chica dormita unas pocas horas y despierta al amanecer:
"-Gracias -dije al taxista y le tend¨ª la mano sudada por el calor.
-Buenos d¨ªas -dijo sin cogerla.
Me fui. ?l estaba completamente encerrado en s¨ª mismo y el agradecimiento ya no le hac¨ªa mella. Entonces supe que es una cuesti¨®n de suerte coincidir con una persona en los tres minutos diarios en que es buena."
?Fue buena persona Irmgard Keun, m¨¢s all¨¢ de esos tres minutos diarios? A juzgar por su novela, fue una mujer que ya a los 22 a?os conoc¨ªa asombrosamente bien el coraz¨®n humano. Fue una gran escritora, fue famosa, fue olvidada, vivi¨®, goz¨®, sufri¨® y muri¨®. ?C¨®mo puede alguien ser tan ignorante o tan pretencioso como para aspirar a la posteridad? Todo pasa, todo se olvida y se acaba, tanto lo bueno como lo malo. Lo cual, en alguna medida, es un alivio.
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