Los Montilla
De las muchas im¨¢genes de la toma de posesi¨®n de Jos¨¦ Montilla, el martes pasado, la que acompa?a estas l¨ªneas es sin duda la que m¨¢s carga lleva de ¨ªntima sinceridad. En ella aparecen los padres del 128? presidente de la Generalitat, Antonio y Juana, en el Sal¨® de Sant Jordi, poco despu¨¦s de que su hijo hubiera prometido el cargo. Detr¨¢s est¨¢ Ana, la hermana de Pepe, dos a?os m¨¢s joven que ¨¦l (53), y su marido, que besa a la suegra emocionada. En ese momento los Montilla todav¨ªa no han podido hablar con el flamante president. De hecho, atienden el turno para desalojar el sal¨®n y ganar el Pati dels Tarongers, donde finalmente podr¨¢n abrazarle. La televisi¨®n ha dejado ya para los archivos esos abrazos de familia. El padre susurr¨® unas palabras al o¨ªdo al hijo que no han trascendido, como nunca se ha sabido qu¨¦ lleva en el bolso Isabel II o qu¨¦ indumentaria viste el Papa bajo su inmaculada sotana. As¨ª es, as¨ª debe ser. En consecuencia, es leg¨ªtimo imaginar.
?Le record¨® el se?or Antonio a su hijo el viaje que en julio de 1971 realizaron juntos de Puente Genil a Barcelona? Jos¨¦ Montilla nunca ha querido te?ir de dramatismo aquel momento. Nada de maletas de cart¨®n atadas con cordeles, ni de paisajes rotos diluy¨¦ndose por el retrovisor. Al contrario. Fue Pepe quien m¨¢s apret¨® para que ese traslado fuera realidad. Puente Genil se le hab¨ªa quedado peque?o y deseaba ver mundo.
La familia estaba ya acostumbrada a empaquetar los b¨¢rtulos. Lo hab¨ªa hecho cinco a?os antes cuando dej¨® El Remolino, la peque?a localidad del municipio cordob¨¦s de Izn¨¢jar donde naci¨® Pepe y que qued¨® bajo las aguas del pantano en 1965. Un paseo que bordea una de sus orillas lleva desde septiembre el nombre de Jos¨¦ Montilla. Precisamente, el se?or Antonio trabaj¨® en aquella gran obra hidr¨¢ulica inaugurada por Franco que aneg¨® las tierras de la familia, cultivadas por ¨¦l mismo tras la muerte prematura de su padre, teniente de carabineros durante la Rep¨²blica. Pero ni por ¨¦sas asoma el drama en estas biograf¨ªas. Los Montilla se marcharon en 1964, bastante antes de que las aguas cubrieran las casas, en pos de tierras m¨¢s f¨¦rtiles en Puente Genil, donde se hallaba instalada buena parte de la familia de la se?ora Juana.
Las cosas no debieron de ir del todo mal a los Montilla, que en ese momento ya eran cinco (Juan, el hermano siete a?os menor que Pepe, muri¨® hace once), si el se?or Antonio, en aquel viaje de verano de 1971 a Barcelona, compr¨® en un plispl¨¢s un piso en Sant Joan Desp¨ª, que le vendi¨® un vecino iznaje?o. Poco despu¨¦s la familia se instalaba de manera definitiva en Catalu?a. El se?or Antonio se emple¨® en la construcci¨®n y la se?ora Juana cos¨ªa y hac¨ªa faenas para casas ajenas, a parte de la propia. Pronto Pepe contribuir¨ªa a la econom¨ªa familiar con empleos que combinaba con los estudios. Luego vino la primera militancia, el primer cargo p¨²blico como concejal de Sant Joan Desp¨ª, y los hijos: dos con su primera mujer, Maite, y, m¨¢s tarde, los trillizos habidos con Anna, en el a?o 2000, cuando ya su carrera pol¨ªtica se hab¨ªa acelerado de forma imparable. Por cierto, Arnau y Marina, los dos hijos mayores, ambos estudiantes universitarios que hoy cuentan 23 y 21 a?os respectivamente, estaban presentes el martes en el Sal¨® de Sant Jordi, pero se mantuvieron apartados de las c¨¢maras. La ¨¦pica sigue definitivamente sin afectar lo m¨¢s m¨ªnimo a la familia de los Montilla.
Hoy, el se?or Antonio y la se?ora Juana, ambos de 81 a?os, viven jubilados en Calafell. El padre se anima a menudo a escuchar m¨ªtines de su hijo, acaso recordando sus tiempos de enlace sindical cuando trabajaba en el pantano. Esta ¨²ltima campa?a lo hizo en un par de ocasiones desplaz¨¢ndose con el autocar de la agrupaci¨®n socialista de Calafell. En cuanto a Ana, la hermana del president, trabaja en la empresa Gallina Blanca, y tiene dos hijas, ya mayores. Su marido es un activo militante socialista de Sant Joan Desp¨ª.
"Mi punto de partida es el desarraigo, ?pero es eso malo?", se pregunta el presidente Montilla en la biograf¨ªa aparecida recientemente, escrita por el periodista Juan Ram¨®n Iborra (Jos¨¦ Montilla. Radiograf¨ªa de la calma, Planeta, 2006). Visto como les han ido las cosas a ¨¦l y a sus padres, no parece que sea malo. ?Le record¨® el se?or Antonio a su hijo en el Pati dels Tarongers alg¨²n episodio de ese largo camino en pos de la prosperidad? Puede. Pero puede tambi¨¦n que, al modo del sabio catal¨¢n retratado por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en Cien a?os de soledad, le hablara de una nueva manera de hervir los garbanzos que estaba a punto de descubrir y que llenar¨ªa de sentido a la ciencia. Este hombre tiene el aspecto de no perder el mundo de vista ni siquiera cuando su hijo es nombrado 128? presidente de la Generalitat de Catalu?a.
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