Morir millonaria, pero sola
Una anciana de Barcelona dej¨® sin testar una fortuna de 12 millones
Carmen Pinto Valls muri¨® el 9 de noviembre de 1998 en su domicilio de la zona alta de Barcelona, por encima de la Diagonal. Ten¨ªa 85 a?os, estaba enferma y requer¨ªa de cuidados y atenci¨®n pero se empe?aba en vivir sola. Y pr¨¢cticamente as¨ª muri¨®. Seis a?os despu¨¦s, la Generalitat todav¨ªa est¨¢ en pleno proceso del reparto de la fortuna de la difunta: unos 12 millones de euros.
No dej¨® testamento. De hecho, gran parte de esa fortuna se ha liquidado por la venta de varios inmuebles de la fallecida en la propia capital catalana y de otros bienes que fueron localizados por la Administraci¨®n tras buscar y no encontrar a los herederos que pod¨ªan tener derecho a reclamar hasta un cuarto grado de consanguinidad. Ahora, esa inmensa fortuna se est¨¢ distribuyendo entre ONG, centros c¨ªvicos y un largo etc¨¦tera de proyectos sociales.
La mujer, propietaria de varios edificios en Barcelona, acab¨® sus d¨ªas enferma y pr¨¢cticamente sola
Carmen no tuvo hijos. Naci¨® el 3 de noviembre de 1913 en Castell¨®n de la Plana y en alg¨²n momento se estableci¨® en Barcelona. Se cas¨® con Josep Porta Selva, agente de comercio y hombre de negocios que falleci¨® en abril de 1983. Su mujer fue su heredera. "La fortuna la ten¨ªa ¨¦l. Era muy elegante. Un se?or, se?or. Ella era m¨¢s sencilla, arreglada, pero era otra cosa", explica una vecina que todav¨ªa vive en el mismo inmueble en el que falleci¨® Carmen. El bloque era propiedad del matrimonio que se instal¨® en el quinto piso. "Ser¨ªa 1955 o 1956, me acuerdo porque todos los inquilinos ¨¦ramos reci¨¦n casados. Ellos tambi¨¦n", a?ade la vecina que, como la mayor parte del resto de inquilinos ha acabado comprando el piso en el que ha vivido casi toda la vida en el proceso de liquidaci¨®n de la herencia.
La recuerda como muy reservada y celosa de sus cosas. Las ¨²nicas visitas que recib¨ªa eran las de un sobrino pol¨ªtico y una asistenta -N¨²ria- que iba a ayudarle a hacer las cosas de casa tres veces a la semana: "Al final, cuando ya no pod¨ªa salir a la calle, la asistenta era la que hac¨ªa la compra y le preparaba la comida". La vecina que habla -y que no quiere ser identificada- dice que era poco imaginable la fortuna que ten¨ªa: "Sab¨ªamos que este edificio era de ellos (en referencia al matrimonio) pero desde luego no aparentaba o no quer¨ªa aparentar que era rica. Eso s¨ª, su marido la colmaba de atenciones".
Quien tiene una idea un poco m¨¢s aproximada de que aquella anciana era multimillonaria es la peluquera de la misma plaza en la que vivi¨® Carmen en los ¨²ltimos 50 a?os. "Fue clienta m¨ªa durante unos cinco a?os, aunque al final era yo la que iba a su casa porque ella no pod¨ªa salir. Era reservada pero a m¨ª me acab¨® contando cosas", explica Lili. Y hablando hablando supo que Carmen fue la asistenta del que despu¨¦s fue su marido. Tambi¨¦n conoci¨® al sobrino pol¨ªtico de la mujer: "?l intentaba convencerla para internarla en un hospital y no hubo manera, se empe?¨® en estar sola. A veces parec¨ªa no querer darse cuenta de que estaba muy enferma y de la edad que ten¨ªa". De gustos sencillos, acostumbraba a te?irse el pelo una vez al mes y tambi¨¦n a hacerse la manicura y la pedicura. Cuenta Lili que la difunta ten¨ªa costumbres peculiares, como que se lavara la ropa a mano. "En esa casa no hab¨ªa ni lavadora ni lavavajillas", a?ade la peluquera a quien la mujer le hab¨ªa contado que hac¨ªa donaciones importantes a entidades religiosas de Barcelona. "Pero con la fortuna que ten¨ªa chocaba que viviera de esa forma porque estaba enferma y necesitaba ayuda. Ella desconfiaba de la gente y quiso estar sola", reflexiona. Y pr¨¢cticamente morir en soledad. Fue la asistenta la que acompa?¨® a Carmen en su ¨²ltimo momento. "Al funeral fuimos cuatro gatos, el sobrino, la portera, la asistenta y yo. Nadie m¨¢s. Ya me dir¨¢s de que le sirvi¨® tener tanto dinero", a?ade.
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