"La no intervenci¨®n naci¨® muerta porque unos no la aplicaban y Francia e Inglaterra, s¨ª"
La Rep¨²blica espa?ola -y, en consecuencia, su pol¨¦mico oro- acab¨® en los brazos de Stalin no por afinidad ideol¨®gica, sino empujada por el dogal en el cuello que le impuso la actitud de abandono de Francia y, especialmente, de Inglaterra. Esta ¨²ltima practic¨® una "hostilidad encubierta" contra un gobierno espa?ol enfrentado a una sublevaci¨®n militar que cont¨® de inmediato con el apoyo de Mussolini y Hitler. ?sa es la tesis nuclear de La soledad de la Rep¨²blica (Cr¨ªtica), primera entrega del retablo sobre la Guerra Civil que, en tres tomos, ultima el historiador ?ngel Vi?as. Los cuatro primeros meses de guerra son descritos al mil¨ªmetro en el ¨¢mbito pol¨ªtico nacional e internacional a la luz de los informes de los sovi¨¦ticos y los servicios secretos brit¨¢nicos, en parte in¨¦ditos, analizados por Vi?as.
"La Rep¨²blica no tuvo m¨¢s alternativa que dejar el oro en Mosc¨² porque necesitaba movilizarlo y los bancos occidentales saboteaban las transferencias republicanas"
"El 90% de los dirigentes republicanos en la guerra fue un desastre. Quien se movi¨® mejor en ese contexto fue Negr¨ªn y no Francisco Largo Caballero"
PREGUNTA. La tesis de La soledad de la Rep¨²blica coincide con la primera de las causas de la derrota republicana que describe Manuel Aza?a en sus memorias: la actitud absentista de Francia e Inglaterra.
RESPUESTA. S¨ª, y no es ning¨²n apriorismo. Aza?a hizo su ranking y yo lo he remodelado. En realidad, este libro naci¨® tras plantearme por qu¨¦ el golpe militar, que no triunf¨® pero que tampoco fracas¨®, se convirti¨® en guerra civil. La primera de las respuestas es la retracci¨®n de los pa¨ªses democr¨¢ticos hacia unos y el apoyo de las dictaduras fascistas a otros, primera causa que apunta Aza?a. Yo a?ado la escisi¨®n de las Fuerzas Armadas. Luego, vuelvo a coincidir con Aza?a: para septiembre de 1936 la Rep¨²blica ya habr¨ªa perdido la guerra si no la hubiera salvado la ayuda sovi¨¦tica, porque Hitler y Mussolini hubieran seguido ayudando a los rebeldes a pesar de la decisi¨®n de no intervenci¨®n de las potencias europeas.
P. Hasta ahora se hab¨ªa dicho que las ayudas de los fascistas hab¨ªan sido circunstanciales, que no se sab¨ªa cu¨¢l era la estrategia ¨²ltima de Hitler y Mussolini de esa ayuda.
R. ?se es un planteamiento que no es incorrecto pero que no cuenta toda la historia. Los dos dictadores, no sus aparatos militares, m¨¢s cautelosos, hicieron un c¨¢lculo: sustituimos a un r¨¦gimen proclive a Francia por otro absolutamente contrario. Quer¨ªan fragilizar a Francia, el principal enemigo a batir en 1936, especialmente para Hitler. As¨ª, cuanto m¨¢s dependiente se hiciera Franco de la ayuda italogermana, m¨¢s posibilidades ten¨ªan de influir en el Gobierno franquista y llevarle por donde quer¨ªan. Quien se dio m¨¢s prisa en verlo fue Mussolini, gracias a que ten¨ªa Espa?a entrecruzada de esp¨ªas. Mussolini descubri¨® en Franco un aut¨¦ntico chollo, una especie de alma gemela.
P. En su libro es dur¨ªsimo con el Reino Unido. Habla de "hostilidad encubierta" contra Espa?a.
R. Deber¨ªa haber escrito de una hostilidad dif¨ªcilmente encubierta. Ellos, por su capacidad de descifrar los mensajes codificados, sab¨ªan perfectamente lo que pasaba en Espa?a, pero hicieron una muy mala lectura. Los supuestamente cultivadores fr¨ªos, desapasionados, de la realpolitik -ya sabe, "el Reino Unido no tiene amigos ni enemigos, s¨®lo intereses permanentes"- hicieron una pol¨ªtica ideologizada en extremo. Los intereses objetivos del Reino Unido estribaban en poner un valladar al expansionismo nazi. Pero se da la paradoja de que su pol¨ªtica de no intervenci¨®n en la guerra de Espa?a, por el contrario, daba alas a Hitler.
P. ?Por qu¨¦ hicieron esa lectura tan ideologizada?
R. Para la peque?a ¨¦lite que dirige el partido conservador, su enemigo no era Hitler sino Stalin. Para ellos, en Espa?a se estaban reproduciendo los esquemas de la revoluci¨®n que dio origen a la URSS. Espa?a era, en ese sentido, un experimento parasovi¨¦tico. Esa visi¨®n, esa lectura, era completamente absurda en agosto y septiembre de 1936... Interpretar realidades extranjeras nunca es f¨¢cil, acabamos de ver c¨®mo se han equivocado estadounidenses e ingleses en Irak, pero sobre todo si se ponen lentillas anticomunistas...
P. Francia tambi¨¦n, mitos aparte, no ayud¨® demasiado.
R. Tampoco. La primera reacci¨®n del presidente del Gobierno franc¨¦s, L¨¦on Blum, es ayudar a la Rep¨²blica. Pero flaquea presionado por los ingleses, que le dicen que ellos no van a intervenir, que no hay que fiarse de los rusos... Tambi¨¦n se da una cierta escisi¨®n dentro del pa¨ªs, incluso en una parte de su funcionariado. Con ese contexto, en los primeros d¨ªas se impone lo de la no intervenci¨®n, a partir de la tesis del miedo de que los espa?oles se maten entre ellos, pero que eso no salga de ah¨ª, que no traspase los Pirineos. Pero no contaron con Hitler y Mussolini. La no intervenci¨®n naci¨® muerta porque unos no la aplicaban y los ingleses y franceses, en cambio, s¨ª.
P. En su libro recoge el impagable episodio del temprano 6 de agosto en el que la Royal Navy recibe una fiesta-homenaje del vicec¨®nsul ingl¨¦s en Vigo para recoger fondos para los rebeldes franquistas...
R. La Royal Navy va haciendo la suya: es antirrepublicana y antiliberal. Su predisposici¨®n en contra de la Rep¨²blica espa?ola se acent¨²a cuando los marinos republicanos empiezan a echar por la borda a los oficiales; desde su posici¨®n, est¨¢n matando a sus colegas...
P. La situaci¨®n de la Rep¨²blica al inicio de la guerra es desesperada: se hace un contacto suicida con Alemania y hasta la URSS se muestra reticente a actuar en primera instancia, parece dispuesta a sacrificar Espa?a para no molestar a Francia e Inglaterra.
R. S¨ª, est¨¢n indecisos durante 10 o 12 d¨ªas. Cuando las pruebas de la agresi¨®n fascista se materializan empiezan con las manifestaciones de masas, que es un lenguaje codificado. En paralelo, sin embargo, ya est¨¢n facilitando el env¨ªo de combustible. En la URSS se da un lento proceso de deslizamiento. Stalin, en un primer momento, propicia un intercambio de ideas en el Kremlin: Viacheslav M¨®lotov, presidente del consejo de comisarios del pueblo, es poco partidario de intervenir; Maxim Litvinov, ministro de Exteriores que entonces mandaba mucho, estaba s¨®lo un poco menos predispuesto; se hablaba de crear las Brigadas Internacionales... En fin, que no ser¨¢ hasta primeros de septiembre, durante sus vacaciones, cuando Stalin piensa que la cosa no va, analiza los dram¨¢ticos informes de sus servicios secretos y entonces da la orden de que se estudie vender material de guerra moderno y de alta calidad a la Rep¨²blica. Apenas 15 d¨ªas despu¨¦s, Stalin da el paso al frente definitivo: "Si no ayudamos nosotros, la Rep¨²blica espa?ola se va al garete". Su lectura es que si los fascistas se reestablecen en Espa?a, Francia quedar¨¢ encajonada por los fascismos y se debilitar¨¢.
P. ?La URSS interviene, pues, m¨¢s por razones geoestrat¨¦gicas que ideol¨®gicas?
R. B¨¢sicamente, s¨ª. Tambi¨¦n las hay ideol¨®gicas: mantener el liderazgo de la izquierda internacional, apoyar al pueblo espa?ol en su lucha heroica... Pero son secundarias. La principal se resume en "no podemos tolerar esa agresi¨®n porque los pr¨®ximos seremos nosotros".
P. Tambi¨¦n se ha hablado del doble juego de Stalin: apoyo a la Rep¨²blica y a las democracias, pero tambi¨¦n conversaciones con Hitler.
R. ?sa es una corriente esp¨²rea que se ha dado en la historiograf¨ªa. En ese momento, eso no es cierto: Stalin s¨®lo juega una carta, que es la de la seguridad colectiva de Francia y la Sociedad de Naciones. Stalin se acercar¨¢ a Hitler mucho despu¨¦s, en 1939.
P. ?Fue un error trasladar el oro del Banco de Espa?a a Mosc¨²?
R. ?Por qu¨¦? En Londres no se pod¨ªa depositar porque era el gran enemigo de la Rep¨²blica. Aun as¨ª, Juan Negr¨ªn, el ministro de Hacienda, vendi¨® oro en Londres. Poco, porque cuando se dio cuenta de las dificultades, lo par¨®. Se intent¨® tambi¨¦n en Francia, donde se vendi¨® cerca del 25%. Pero poner el nervio de la guerra en Par¨ªs era muy delicado, con un gobierno que tampoco ayudaba a la Rep¨²blica. M¨¦xico y Nueva York estaban fuera del circuito, muy lejos: estamos hablando de 1936. ?Suiza? ?Pero si era antirrepublicana a m¨¢s no poder! O se dejaba en Cartagena y se iba expidiendo poco a poco, con los peligros de la guerra que comportaba una opci¨®n as¨ª, o se enviaba a Mosc¨², que era el ¨²nico pa¨ªs que apoyaba de verdad a la Rep¨²blica.
P. Cierta historiograf¨ªa acusa a la Rep¨²blica de ingenua por dejar ese capital en manos del inestable Stalin...
R. Es que no ten¨ªan alternativa. No s¨®lo necesitaban poner el oro a buen recaudo, necesitaban movilizarlo, venderlo... Y los bancos occidentales estaban saboteando las transferencias de la Rep¨²blica. El caso del Middland Bank es sangriento, pero tambi¨¦n estaba el Westminster Bank, el Barclays... Por otra parte, los rusos ten¨ªan un sistema bancario totalmente opaco, que operaba en Occidente. Era la soluci¨®n. Y funcion¨®. Dieron armas potentes y modernas y la Rep¨²blica lo pag¨®. Otra cosa es c¨®mo se pag¨® y a qu¨¦ precios; eso lo analizar¨¦ tambi¨¦n en el segundo libro.
P. El ministro de Econom¨ªa Juan Negr¨ªn, como gestor y pol¨ªtico, queda mejor parado en su libro que en la historiograf¨ªa cl¨¢sica. En eso vuelve a coincidir con Aza?a...
R. Llevo afirmando desde hace m¨¢s de 20 a?os que el gran estadista de la Rep¨²blica en guerra fue Negr¨ªn. Los documentos lo van demostrando d¨ªa a d¨ªa. Tampoco eso significa decir mucho porque el 90% de los dirigentes republicanos durante el tiempo de guerra fue un desastre. Quien se movi¨® mejor en ese contexto fue Negr¨ªn y no Francisco Largo Caballero, el jefe de Gobierno. Creci¨® en el cargo. Ten¨ªa grandes cualidades personales y una muy buena educaci¨®n. Adem¨¢s, el ¨²nico que ten¨ªa experiencia internacional profunda era ¨¦l: hab¨ªa estado en Alemania, hablaba media docena de idiomas... Era un hombre m¨¢s abierto a la escena cultural internacional que Luis Araquist¨¢in o ?lvarez del Vayo
[ministro de Relaciones Exteriores].
P. La soledad de la Rep¨²blica rebosa de documentaci¨®n.
R. La donar¨¦, cuando la trilog¨ªa est¨¦ completa, a las fundaciones Juan Negr¨ªn y Largo Caballero, de donde tambi¨¦n he sacado mucha informaci¨®n. Me he gastado una gran cantidad de dinero para acceder a archivos dif¨ªciles. Los tengo en casa, pero eso no sirve para nada. A diferencia de otros historiadores, yo no manipulo datos. Estar¨ªa bien, pues, que otros historiadores pudieran tener acceso a aquello que me ha permitido decir lo que digo.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n le merece el exitoso La guerra civil espa?ola, de Antony Beevor?
R. Bueno, tiene m¨¦ritos y dem¨¦ritos, como todos. Yo no hago una cr¨ªtica en mi libro. Es un excelente historiador, trabajos como Stalingrado y Berl¨ªn le avalan. Ahora, sobre el de Espa?a se nota que no es su campo, le cuesta situar las distintas facetas de la guerra en la evoluci¨®n de la sociedad espa?ola.
P. Su libro aparece en plena eclosi¨®n del revisionismo hist¨®rico. ?C¨®mo ve ese fen¨®meno?
R. Llevo 20 a?os fuera de Espa?a, pero mi visi¨®n es que el llamado revisionismo hist¨®rico espa?ol, en mi opini¨®n neofranquista y de medio pelo, no es Historia. La Historia es siempre revisionista, se replantea problemas con distintas perspectivas y nueva base documental. Me gustar¨ªa que mi libro tuviera de seis a ocho a?os de vida, pero puede quedar superado en tres. Por definici¨®n, pues, la Historia es revisionista. Pero el llamado revisionismo espa?ol pone en lenguaje cheli, adaptado a principios del siglo XXI, los viejos mitos fundacionales de la dictadura sobre la Rep¨²blica y la Guerra Civil. No hay nada nuevo, de verdad. Y hay, en cambio, mucho de una ignorancia supina de la historiograf¨ªa cr¨ªtica acad¨¦mica, la que hacemos los historiadores, y una pasada por el turmix de algunos mitos que son coet¨¢neos de la guerra civil misma: la salvajer¨ªa, el asalto a la civilizaci¨®n occidental, la manipulaci¨®n por el Comintern, la barbarie espa?ola. Exactamente 70 a?os m¨¢s tarde, son las mismas ideas.
P. ?Por qu¨¦ cree que se da ahora este tipo de Historia?
R. Es una aplicaci¨®n al combate pol¨ªtico de hoy de una lectura selectiva de la Historia. Y con un terrible ¨¦xito de ventas, que ya quisiera para m¨ª. Una parte de la sociedad espa?ola ha estado amamantada en los mitos franquistas. La labor de historiador normal nos ha llevado necesariamente a desmontar esos mitos. M¨¢s o menos eso se ha desarticulado. Pero para un sector de la sociedad espa?ola, esto es muy doloroso porque significa un repudio a los ideales de su juventud o a lo que han cre¨ªdo sus padres y abuelos. Lo comprendo, pero no lo justifico porque no puede justificarse.
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