La pureza en el mal
Con Gide y Cocteau -m¨¢s que Montherlant y antes que Peyrefitte- Marcel Jouhandeau (18881979) represent¨® la voz marginal y reconocida de los modernos escritores homosexuales franceses. Luego lleg¨® el mef¨ªtico Maurice Sachs y poco despu¨¦s Genet. Jouhandeau fue profesor de secundaria y estuvo casado con una bailarina, pero lo mejor de su literatura (de honda raigambre cl¨¢sica) narra sus peripecias en aquel amor que, entonces, casi no se atrev¨ªa a decir su nombre. El sesgo razonador y clasicista de Jouhandeau nos hace recordar al Gil-Albert m¨¢s pensador y autobiogr¨¢fico, pues hay que tener en cuenta que las novelas y los singulares relatos de nuestro autor tambi¨¦n hablan casi siempre de ¨¦l mismo, generalmente bajo el alias literario de Marcel Godeau. La diferencia fundamental con Gil-Albert radicar¨ªa en que ¨¦ste fue un sosegado epic¨²reo pagano y Jouhandeau un cat¨®lico convencido, que trataba de compaginar su creencia cristiana con la homosexualidad (a¨²n no hab¨ªa gays) practicada y sentida.
DE LA ABYECCI?N
Marcel Jouhandeau
Traducci¨®n de Marta Gin¨¦
El Cobre. Barcelona, 2006
183 p¨¢ginas. 19 euros
Marcel Jouhandeau comen
z¨® a publicar novelas que hablaban de su pueblo -naci¨® en un ¨¢mbito rural, hijo de carniceros- con Jeunesse de Th¨¦ophile en 1921, pero fue De la abyecci¨®n editada en la primavera de 1939 an¨®nima, aunque el autor tardara poco en reconocer su obra, el libro que abri¨® esa singular (y no s¨¦ hasta qu¨¦ punto hoy lejana) pol¨¦mica del homosexualismo cristiano. Despu¨¦s Jouhandeau sacar¨ªa a la luz libros m¨¢s narrativos y mucho m¨¢s expl¨ªcitos que este (Du pur amour o Tir¨¦sias, en los a?os cincuenta) De la abyecci¨®n fue el primero, en un autor muy prol¨ªfico. ?Es bueno que el lector espa?ol -para quien Jouhandeau a¨²n es un desconocido- comience a leerlo por este libro que su autor calific¨® de ensayo? Quiz¨¢ no. Libro afor¨ªstico y de pensamientos con algunas incursiones narrativas (pinceladas de recuerdo), Jouhandeau reflexiona sobre una pasi¨®n para ¨¦l maldita, abyecta. Porque asumirla significa profundizar conscientemente en el mal, de ah¨ª la abyecci¨®n que los dem¨¢s nombran. "En ser impuro puede haber una grandeza igual a la de ser puro". Y m¨¢s adelante: "?nicamente la pasi¨®n o el vicio nos abocan a la misma indigencia que la Santidad". Tal ser¨¢ el camino de este Jouhandeau, que ama la lujuria de los hombres j¨®venes. Aceptar esa lujuria, enfundarse en el mal (el homoerotismo) y desde el fondo del mal, o de lo que ¨¦l juzga serlo, volver a distinguir, de nuevo, el bien. El libro logra, textualmente, una gran belleza de pensamiento y escritura, con rachas sorprendentes, pero ?ese tema entonces tan "sat¨¢nico", lo sigue siendo hoy, fuera de la estricta ortodoxia cat¨®lica? Me parece que no. De la abyecci¨®n -tan bien escrito- es hoy un libro anticuado, salvo para cat¨®licos rigurosos, que lo encontrar¨¢n atrevido, si no "diab¨®lico", por buscar el bien en la senda del mal. Para todos los dem¨¢s, Jouhandeau desarrolla (con belleza) un problema que apenas nos pertenece. Lo que en ning¨²n caso debe hacernos creer que estemos ante un autor anticuado ni menor. Marcel Jouhandeau es uno de los cl¨¢sicos franceses del siglo XX, pero sus libros m¨¢s atrevidos (Tir¨¦sias, por ejemplo, o Carnets de Don Juan) fueron, incluso en Francia, conocidos tarde porque hasta fines de los pasados sesenta, el autor s¨®lo admit¨ªa cortas tiradas, ediciones casi no venales. Fue una l¨¢stima. Un excesivo pudor retrajo a Jouhandeau, que fue -dicho con una antigua expresi¨®n pol¨ªtica- "superado por la izquierda". Sin embargo es un autor de lujo. Sin la atrevida superficialidad de Peyrefitte y sin el buscado malditismo de Genet, Jouhandeau escribe una prosa bella y cl¨¢sica manifestando su amor por los hombres j¨®venes (del que en absoluto se priv¨®) a la vez que cuenta los laberintos, pulsionales y pasionales, que para ¨¦l conlleva dicho amor. Alg¨²n parentesco hay con Julien Green, desde luego, pero en un estilo m¨¢s incisivo y m¨¢s bello.
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