El reino de los purasangres
En Kentucky, la cultura de los caballos compite con el 'bourbon'
Antes de viajar a Kentucky s¨®lo ten¨ªa tres datos de ese Estado central de la Norteam¨¦rica profunda. El primero era cinematogr¨¢fico, y se retrotra¨ªa al impacto que de ni?o me caus¨® Burt Lancaster enfrentado a un cuatrero en la pel¨ªcula El hombre de Kentucky (dirigida, bajo el t¨ªtulo original de The Kentuckian, por el propio actor, aunque esto lo supe mucho m¨¢s tarde). A?os despu¨¦s, viviendo en Londres, descubr¨ª, como alternativa al correoso fish and chips brit¨¢nico, el pollo de Kentucky frito seg¨²n la receta de un avuncular coronel Sanders, que guarda los ingredientes de su rebozado tan en secreto como Coca-Cola los suyos. El pollo del coronel coloca menos que la bebida de burbujas, pero a m¨ª siempre me ha resultado muy sabroso, y sigo consumi¨¦ndolo en Espa?a, si bien esa tendencia m¨ªa les pareci¨® dudosa a mis amables anfitriones de la Universidad de Kentucky.
Y luego vino el bourbon, o, dicho m¨¢s precisamente, el Kentucky straight bourbon whiskey, que no hay que confundir con el similar Tennessee sour mash whiskey, considerado ¨¦ste por los kentuckian de pura cepa como un destilado de peor calidad y menos adecuado para combinarlo en lo que ellos tienen como su c¨®ctel estatal: el julepe de menta.
Tres antecedentes, por tanto, que s¨®lo conduc¨ªan al humo de los Colt 45, a la comida-basura y al alcoholismo.
Pero llegu¨¦ a Kenctucky, en un viaje de una semana, y empec¨¦ a descubrir lo que no era western, ni alas de pollo ni destiler¨ªa. Por ejemplo, los caballos, y gracias a ellos, la impresionante cultura h¨ªpica, que hace de los hip¨®dromos de Lexington y Louisville centros de peregrinaci¨®n obligatorios para los adeptos al turf, como ahora ya s¨¦ gracias a los escritos del gran fil¨®sofo caballista, que no cabalista, Fernando Savater. Las carreras de caballos son en todo el Estado, m¨¢s que un deporte, una idiosincrasia, aunque tambi¨¦n el novicio disfruta del espect¨¢culo que se da tanto en la tierra donde corren los jinetes como en el cielo de las gradas cubiertas. Las competiciones a las que asist¨ª en Keeneland eran eliminatorias para el gran Derby anual de Louisville, la ciudad m¨¢s grande del Estado, y todos los d¨ªas de carreras el p¨²blico es numeros¨ªsimo; la comida que se consume, tradicional; la pasi¨®n, contagiosa; las apuestas, muy altas.
Pero la especie animal (hay unos 320.000 caballos en Kentucky) no es s¨®lo idolatrada en el hip¨®dromo; una de las m¨¢s hermosas estampas de la zona donde yo me mov¨ª principalmente, el llamado distrito Blue Grass, es la sucesi¨®n de granjas de caballos, con sus peculiares edificaciones de madera, sus vistosas cercas, el se?or¨ªo indolente de los purasangres. Algunas de ellas, de propiedad privada, se pueden visitar en los alrededores de Lexington, la autollamada "capital equina del mundo", donde tambi¨¦n es recomendable la visita a las destiler¨ªas de bourbon, en especial las de las tres grandes marcas de la regi¨®n, Four Roses, Wild Turkey y Woodford Reserve, esta ¨²ltima tal vez la de m¨¢s solera (y precios m¨¢s caros en sus productos). Aparte del grato aroma de las cavas y la rotunda pero elegante arquitectura de las factor¨ªas, el recorrido se va animando con las degustaciones alcoh¨®licas, mientras un responsable de la f¨¢brica explica el secreto geol¨®gico de esta bebida que Kentucky lleva produciendo desde hace m¨¢s de doscientos a?os: en la zona se da una piedra calc¨¢rea especialmente porosa gracias a la concha de los crust¨¢ceos fosilizados en su subsuelo hace millones de a?os, y esas calizas operan como un filtro natural que elimina del agua el hierro y otros minerales que podr¨ªan dar un regusto no deseado al whiskey.
Al oeste de los Apalaches
Lexington, coraz¨®n urbano de la Blue Grass Region, est¨¢ muy pendiente y hasta podr¨ªa decirse que respira por el pulm¨®n del extenso y en alg¨²n paraje id¨ªlico campus de la Universidad de Kentucky. Pero en pleno downtown tambi¨¦n destaca el edificio de la Transylvania University, que no es una escuela de formaci¨®n vamp¨ªrica, sino el m¨¢s antiguo centro educativo superior establecido (en 1780) al oeste de los montes Apalaches (de ah¨ª su bizarro nombre transilv¨¢nico: "m¨¢s all¨¢ de las monta?as silvestres"). Adem¨¢s de contar con estas instituciones acad¨¦micas, Lexington se enorgullece justamente de haber sido la primera ciudad de Estados Unidos donde se toc¨® (en 1817) una sinfon¨ªa de Beethoven. Lo que no hay son grandes monumentos, aunque resulta encantador, si uno no tiene honras f¨²nebres que cumplir, recorrer su vasto y muy c¨¦ntrico cementerio ajardinado. Yo lo visit¨¦ en su apogeo primaveral, y aunque no llegu¨¦ a distinguir el azul de la famosa blue grass (azul, se dice, de tan intensamente verde), la paleta de su naturaleza ofrec¨ªa todos los dem¨¢s colores. El cementerio de Lexington constituye para algunos el mejor arboretum de Estados Unidos; no puedo, por falta de experiencias comparativas, atestiguar que as¨ª es, pero se trata en cualquier caso de un lugar de deslumbrante hermosura, donde los pechos anaranjados de los petirrojos que lo sobrevolaban parec¨ªan hacer un juego de contraste con la ef¨ªmera flor ros¨¢cea o blanqu¨ªsima del dogwood (cornejo, en espa?ol, seg¨²n mi diccionario, si bien yo desconoc¨ªa esa palabra m¨¢s bien ornitol¨®gica, y, desde luego, nunca he visto en Espa?a uno de esos ¨¢rboles de estampa japonesa). En el camposanto no faltan mausoleos y tumbas de bella traza, pero es su vegetaci¨®n y la alt¨ªsima columna central, visible en muchos kil¨®metros a la redonda, lo que llama la atenci¨®n. En lo alto de la columna funeraria est¨¢ la estatua imperante del prohombre Henry Clay, estadista de la primera mitad del siglo XIX, tres veces candidato a la presidencia del pa¨ªs y gran benefactor local.
La estancia en Lexington culmin¨® en un delicioso -y piadoso- viaje por la parte oeste de Kentucky. Desde?ando s¨®lo por falta de tiempo ciudades de nombre tan insigne como Frankfort (la capital del Estado), Versailles y London, hicimos, antes de Louisville, tres paradas de alto inter¨¦s devocional. En primer lugar, una r¨¢pida ojeada a la casa natal de Abraham Lincoln, seguida de una visita m¨¢s detallada al poblado shaker de Pleasant Hill, donde sus habitantes o creyentes viven a la antigua en airosas y simples edificaciones de madera, llevan la vestimenta de sus antepasados y practican, adem¨¢s del celibato, la artesan¨ªa del mueble con un utillaje preindustrial. El celo de esta secta cristiana, que debe su nombre al temblor m¨ªstico que les entraba al orar a sus primeros miembros (llegados desde Inglaterra a finales del siglo XVIII), resulta menos agitado hoy en Pleasant Hill, preparada tur¨ªsticamente como un parque tem¨¢tico-lit¨²rgico que sustituye la sacudida interior por los bonitos himnos y la sonrisa beat¨ªfica, prodigada especialmente en la car¨ªsima tienda de souvenirs.
La religi¨®n es menos llamativa y m¨¢s serena en la abad¨ªa trapense de Getseman¨ª, emplazada en un hermoso valle y abierta al p¨²blico como hospeder¨ªa y -su iglesia- para las funciones y rezos cantados. Hab¨ªa m¨¢s de treinta monjes residentes en la abad¨ªa, y uno de ellos, tras preguntarle nosotros por el magn¨ªfico poeta nicarag¨¹ense, sacerdote revolucionario perseguido sa?udamente por el dictador Somoza y despu¨¦s ministro sandinista, Ernesto Cardenal, que profes¨® en Getseman¨ª bajo la gu¨ªa del famoso escritor trapense Thomas Merton, nos llev¨® a visitar su peque?o huerto de cruces. All¨ª est¨¢, casi indistinguible por lo modesta, la tumba de Merton, seguramente igual ahora que cuando, en unos versos que precisamente tradujo Cardenal (con Coronel Urtecho) en la pionera Antolog¨ªa de la poes¨ªa norteamericana publicada en 1963 por Aguilar, la describi¨® el monje Merton: "Nuestros hermanos ¨¢rboles, en trajes de verano, / vigilan vuestra fama en estas verdes cunas: / las cruces sencillas est¨¢n contentas de ocultar vuestras identidades".
Vicente Molina Foix es autor de la novela El abrecartas (Anagrama)
GU?A PR?CTICA
Visitas- Cementerio de Lexington (001 85 92 55 55 22; www.lexcem.org). 833 West Main Street. En Lexington. Visitas de 8.00 a 17.00 horas.- Abad¨ªa de Getseman¨ª (001 50 25 49 31 17; www.monks.org). 3642 Monks Road. En Trappist. De lunes a s¨¢bado, de 9.00 a 17.00.Informaci¨®n- www.kentuckytourism.com.- www.bluegrasskentucky.com.- www.visitlex.com.
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