Hostilidad
Dado el clima de sectaria hostilidad que fractura gravemente a nuestra comunidad pol¨ªtica, las celebraciones del D¨ªa de la Constituci¨®n han estado presididas por las demandas oficiales de consenso, unidad y reconciliaci¨®n, dirigidas por el propio presidente de las Cortes a los dos grandes partidos que ocupan el poder y la oposici¨®n. Una demanda de entendimiento pol¨ªtico, o al menos de fluida conversaci¨®n, que empieza a ser clamorosa entre la ciudadan¨ªa, cada vez m¨¢s harta de este antagonismo tan est¨¦ril como destructivo. Pero ni por ¨¦sas. Es verdad que ambos adversarios, los se?ores Zapatero y Rajoy, se dignaron formular de boquilla sendas ofertas de consenso limitado, mientras reprochaban a su antagonista el hacerlo imposible con su agresiva intransigencia. Pero s¨®lo lo dec¨ªan de labios afuera, pues sus propuestas verbales de consenso se ve¨ªan desmentidas por un gesto esc¨¦nico tan expl¨ªcito como es la negaci¨®n del saludo. Y encima, el se?or Zapatero reforz¨® su desprecio al jefe de la oposici¨®n saludando calurosamente al se?or Zaplana: el rival interno que alardea de cuestionar en p¨²blico el liderazgo de Rajoy dentro del Partido Popular.
?Ad¨®nde pretenden ir a parar Gobierno y oposici¨®n con esta destructiva hostilidad que les enfrenta? Ya s¨¦ que cada una de ambas partes protesta ruidosamente su propia inocencia descargando todas las culpas sobre su antagonista. Es la vieja t¨¢ctica del "?y t¨² m¨¢s!", que tan contraproducentes efectos suele causar. Un buen ejemplo lo tenemos en el ¨²ltimo episodio de la guerra de los v¨ªdeos, esgrimido por el partido en el poder para culpar a Aznar de ceder ante ETA m¨¢s que ZP. Pero al hacerlo as¨ª, el PSOE ha ca¨ªdo en la trampa de aceptar la definici¨®n de la realidad que el PP hace del llamado proceso de paz, cuando lo interpreta sesgadamente como una cesi¨®n ante los terroristas. Al montar estos escenarios incriminatorios, se olvidan unos y otros de que el verdadero malo de la pel¨ªcula no es el adversario pol¨ªtico sino su enemigo com¨²n, el terrorismo criminal. Pero no hay manera, pues populares y socialistas siguen empe?ados en hacernos creer que el villano no es el enemigo externo (ETA, Al Qaeda) sino el enemigo interior: ZP o el PP. ?A qu¨¦ viene esta destructiva obsesi¨®n por criminalizar al rival, imput¨¢ndole representar la encarnaci¨®n del Mal?
La explicaci¨®n parece evidente por s¨ª misma: unos y otros creen que sembrar el miedo al enemigo interior es la m¨¢s eficaz arma pol¨ªtica para cohesionar y movilizar a sus seguidores, amedrentando a sus bases electorales para que superen el absentismo y acudan como un solo hombre a las urnas. En efecto, la fabricaci¨®n del enemigo interior es un arma pol¨ªtica que promete alcanzar varios objetivos simult¨¢neamente. Ante todo, exime de rendir cuentas y asumir responsabilidades ante la ciudadan¨ªa, pues sirve de coartada para disculpar los propios errores y fracasos, de los que s¨®lo se culpa al enemigo interior cuya maldad los habr¨ªa provocado. Adem¨¢s, permite superar las divisiones internas (el gran c¨¢ncer de los partidos pol¨ªticos, que destruy¨® en su d¨ªa la hegemon¨ªa de la UCD), uniendo a todas las bases frente al enemigo com¨²n cuya maldad amenaza con destruirlas o apartarlas del poder. Y por supuesto, como acaba de apuntarse, la estrategia del miedo al enemigo interior (sea Aznar o Zapatero) es el gran acicate que permite empujar a los absentistas a las urnas: dado el descr¨¦dito de la clase pol¨ªtica, cuando faltan razones para votar a favor hay que inventarse peligros temibles para que los ciudadanos voten en contra.
En fin, fabricar al enemigo interior tambi¨¦n sirve como ficci¨®n ¨¦pica que permite narrar una historia heroica: la de erigirse en vengador justiciero capaz de vencer a las fuerzas del mal (como hace Rajoy cuando acusa a Zapatero de traicionar a las victimas) o la de encarnar a un ag¨®nico mes¨ªas inmolado en sacrificio redentor (como hace Zapatero cuando se presenta como v¨ªctima inocente injustamente acosada por las fuerzas del mal). ?sta es quiz¨¢ su principal ventaja: la de otorgar un sentido necesario y finalista a la incierta lucha pol¨ªtica.
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