La conciencia
En la Radio y Televisi¨®n de Andaluc¨ªa, del Estado, manda su director general. Al director lo nombra el Consejo de Gobierno de la Junta. (Dios m¨ªo, qu¨¦ tost¨®n son estas cosas.) Aunque los socialistas se comprometieron a que el Parlamento elegir¨ªa al director, el director sigue sin ser elegido por el Parlamento. El PSOE andaluz tiene ahora un proyecto, o menos, un borrador, que imita a otro del Gobierno nacional, pero rebajando el peso parlamentario. Seg¨²n el proyecto del Gobierno nacional, el director de la radiotelevisi¨®n ser¨¢ elegido por dos tercios de los diputados. Aqu¨ª, en Andaluc¨ªa, tres quintos ser¨ªan suficientes, o a¨²n menos, pues un mes despu¨¦s de la primera votaci¨®n, la mayor¨ªa absoluta bastar¨¢ para elegir al director.
Nombrado por el Gobierno, es normal que el director est¨¦ al servicio del Gobierno. Pero, si la radiotelevisi¨®n es p¨²blica, de todos los ciudadanos, parece m¨¢s l¨®gico que funcione por encima de los partidos y por encima del Gobierno. Las emisoras p¨²blicas deber¨ªan ser vistas y o¨ªdas con agrado por casi todos, al margen de gustos o pasiones pol¨ªticas. Los partidos, sin embargo, ans¨ªan el control de las radios y las televisiones. El PP sabe que para asegurarse alguna influencia sobre qui¨¦n sea el director general de RTVA necesita que la elecci¨®n de ese cargo requiera el apoyo de dos tercios del Parlamento. La propuesta de dos quintos o, en resumidas cuentas, de la mayor¨ªa absoluta, le asegura al PSOE que, en una situaci¨®n como la presente, el PP jam¨¢s intervendr¨¢ en la elecci¨®n del director general.
El proyecto del PSOE tiene este fin: dejar fuera a la oposici¨®n siempre. Cree que, para sacar adelante a sus candidatos, le sobrar¨¢ con sus mayor¨ªas absolutas o con alg¨²n ocasional socio de gobierno. Y es l¨®gica la posici¨®n socialista. El gobernante est¨¢ seguro de poseer la raz¨®n y la legitimidad para, dentro de la ley, imponer sus razones. Administra el Estado porque lo han decidido los votantes. Y, si no deja que la oposici¨®n participe en la direcci¨®n de la educaci¨®n o la sanidad, ?por qu¨¦ darle gobierno en la televisi¨®n y la radio, que tambi¨¦n son un servicio educativo, de salubridad mental? La radiotelevisi¨®n ense?a comportamientos, sentimientos y juicios morales. Interviene sobre las conciencias.
No s¨¦ qui¨¦n dijo que la conciencia es producto de la realidad. Hay quien opina que la conciencia es producto de la televisi¨®n, como si la televisi¨®n fuera la realidad entera. ?Tengo que echarle la culpa a la televisi¨®n y a la radio del estado de mi conciencia? Creo que no. Tendr¨ªa, en todo caso, que cargar sobre mi conciencia el elegir tal televisi¨®n o tal radio, y, de entrada, el hecho de encender el receptor. Pero los partidos parecen absolutamente convencidos de que nuestra conciencia es una sucursal de sus emisoras radiotelevisivas, y quieren gobernar sobre la radiotelevisi¨®n y sobre nuestras conciencias. Aqu¨ª, por el momento, el ganador de las elecciones gana tambi¨¦n la radiotelevisi¨®n.
El PSOE est¨¢ inventando un sistema para seguir controlando RTVA desde la mayor¨ªa absoluta parlamentaria. Pero el PP y los otros partidos pueden incluir en su programa alg¨²n medio para evitar que el partido mayoritario se asegure permanentemente el control radiotelevisivo. Les ser¨¢ dif¨ªcil ganar las elecciones por una raz¨®n: se est¨¢n quedando sin partido contrincante. La pol¨ªtica del PSOE busca el desinter¨¦s pol¨ªtico general, la desaparici¨®n de la pol¨ªtica, sustituida por la Junta como encarnaci¨®n del Estado paternal y ben¨¦fico, inmortal. La Junta creci¨® a la vez que crec¨ªa el partido y el partido crec¨ªa con la Junta. Y el PP, impotente, no termina nunca de encontrar el tono, de entender el juego pol¨ªtico andaluz. Se queda en partido municipal: los municipios parecen m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica, campo de negocio y bienestar inmediato. En la regi¨®n es un partido taurino, beato, castizo, popular en el peor sentido de la palabra, es decir, capaz de mostrar un profundo desprecio hacia la inteligencia de los votantes, cautivos de no s¨¦ qu¨¦ miedo, o de la televisi¨®n.
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