Sting: roquero y trovador

Lo que da aut¨¦ntico morbo es pensar en la cara que pusieron los ejecutivos de la discogr¨¢fica multinacional cuando les fue con el cuento.

Imag¨ªnense la conversaci¨®n, telef¨®nica o en persona. A un lado del escritorio o de la l¨ªnea, Sting, toda una estrella del rock, superventas, consagrado, guapo, con dominio del negocio y de la escena, con vista comercial desde que ayudaba a repartir leche a su padre en Newcastle, hasta hoy, multimillonario y convertido en todo un terrateniente con vi?edos en la Toscana. Del otro lado, los ejecutivos de Universal, su compa?¨ªa, en un despacho insonorizado y provisto de los mejores equipos de sonido, con un puro o con agua mineral, pulcros y frot¨¢ndose las manos pensando en ese nuevo proyecto de uno de sus m¨²sicos clave, capaz de vender lo nuevo y revender lo antiguo, ya sean sus discos en solitario o todos los lanzamientos con esos otros lazos y envoltorios que ponen cada dos por tres a los discos de The Police, el grupo que se consagr¨® como toda una marca generacional para los j¨®venes de los ochenta. Tan s¨®lo cinco t¨ªtulos -desde Outlands d'amour hasta Synchronicity- les convirtieron en leyenda y en una aut¨¦ntica marea que a su manera dio un revolc¨®n a la industria pop en su ¨¦poca de vacas gordas, y que adem¨¢s, art¨ªsticamente, sigue marcando pauta hasta hoy, con ese mestizaje que entroncaba con el punk, la frescura del reggae y la b¨²squeda de un sonido moderno que a partir de sus logros fue decayendo en algo mucho m¨¢s sucio.

-Quiero grabar un disco con canciones de John Dowland -dijo Sting.

-Muy bien -contestaron ellos con sonrisa de p¨®quer-. ?Qui¨¦n co?o es John Dowland?

-Un cantante y compositor del siglo XVI que para m¨ª es la primera estrella del rock de la que tenemos noticia.

Silencio sepulcral.

Un silencio que por otra parte viene muy bien para escuchar este nuevo disco de Sting, titulado Songs from the labyrinth y que es su pur¨ªsimo homenaje a un autor tan marciano para los amantes del rock y el pop como lo pueden ser los Sex Pistols en un convento de clausura. A los ejecutivos de Universal, por supuesto, ya no les dio tiempo a escuchar el resto.

-Bueno, al menos no nos lo encontraremos en la manta -debi¨® de soltar alguno, como queriendo ver el lado positivo del asunto.

Cuando recapacitaron, tampoco debieron de ver que la cosa fuera tan grave, y r¨¢pidamente sacaron jugo a las ventajas de trabajar en una multinacional: desviaron el producto a su sello Deutsche Grammophon, especializado en m¨²sica cl¨¢sica, y todo quedaba en casa.

Con el shock inicial no les dio tiempo a caer en la cuenta de que la culpa de todo la tuvo un maldito la¨²d. El que le regal¨® Dominic Millar, su amigo y guitarrista de la banda que Sting utiliza en solitario. ?ste apareci¨® con ese dichoso artilugio con cuerdas que se ha utilizado durante siglos, y que ahora ha desviado a Sting de las presumibles ventas millonarias en su senda del perpetuo estrellato. Pero ?qu¨¦ se puede esperar de un tipo curioso, inquieto por naturaleza y enemigo de los caminos f¨¢ciles? Ya ocurri¨® algo parecido cuando dio la espantada en The Police, en el momento en que m¨¢s discos vend¨ªan, y se puso a hacer cosas muy raras, basadas principalmente en el jazz. Aquello tambi¨¦n tuvo ¨¦xito, pero respond¨ªa m¨¢s a una necesidad creativa que a una estrategia comercial. Era lo que le ped¨ªa el cuerpo. Sent¨ªa que con The Police hab¨ªa tocado fondo y llegado a un callej¨®n sin salida del que ¨¦l mismo se busc¨® una huida propia.

Ahora ha ocurrido algo similar. Cuando el m¨²sico vio el la¨²d, con el laberinto de Chartres esculpido debajo de las cuerdas (de ah¨ª el t¨ªtulo Songs from the labyrinth), no lo consider¨® un mero objeto de adorno y quiso aprender a tocarlo.

Al ponerse a ello aplicadamente se dio cuenta de que sus recias manazas de bajista, que ya le hab¨ªa costado adaptar a las guitarras el¨¦ctricas y cl¨¢sicas, no encajaban en ese galimat¨ªas con 13 cuerdas que le trajo Miller sin ser consciente de que provocaba en ¨¦l un aut¨¦ntico pique. As¨ª que el mismo Sting encarg¨® a un luthier otro m¨¢s grande y a medida, para poder aprender a gusto.

Lo de rodearse de expertos vino despu¨¦s, y la obsesi¨®n por John Dowland (1563-1626) es una historia antigua que le ha perseguido durante a?os, desde que un actor, John Bird, se acercara a su camerino hace mucho tiempo y le insinuara que deb¨ªa adentrarse en su m¨²sica y cantar las misteriosas, rom¨¢nticas y evocadoras canciones de Dowland alguna vez. Todo habr¨ªa quedado en una an¨¦cdota si no fuera porque, diez a?os despu¨¦s, la pianista y amiga suya Katia Lab¨¨que insisti¨® en que las canciones de Dowland sacar¨ªan lo mejor de esa voz de tenor que ella adivinaba escondida dentro del creador de Roxanne y Message in a bottle.

Despu¨¦s llegaron Miller? y aquel la¨²d. Con ellos, el laberinto donde se escond¨ªa el trovador de la corte de Isabel I de Inglaterra, contempor¨¢neo de Shakespeare y expulsado de los c¨ªrculos de poder por ser cat¨®lico, se convirti¨® en dos se?ales para un aut¨¦ntico camino de iniciaci¨®n y descubrimiento de este hombre que se puso a estudiarlo a fondo y que tambi¨¦n se adiestr¨® por los caminos del canto antiguo, un arte para el que ha tomado clases en la Schola Cantorum Basiliensis, el templo de los expertos en m¨²sica antigua y barroca m¨¢s importante del mundo. Se nota r¨¢pido que Sting es todo un buscador de pruebas de superaci¨®n y un devoto del yoga, un ejercicio que debe de dominar a la perfecci¨®n a juzgar por los constantes movimientos el¨¢sticos que practica a lo largo de la entrevista en su casa de la Toscana, en Italia, a 45 minutos en coche de Florencia a trav¨¦s de la ruta del chianti, en mitad del campo rodeado de olivos, vi?edos y plantaciones de lavanda.

En el gozoso retiro de ese para¨ªso, muy silencioso y a merced de los aires sanos del valle del Arno, Sting pasa largas temporadas con su familia y amigos. En la misma casa, en el palacio m¨¢s bien, tiene tambi¨¦n una oficina con empleados y un estudio de grabaci¨®n para aislarse del mundanal ruido. All¨ª, el m¨²sico se imbuye, con su ropa c¨®moda de algod¨®n ecol¨®gico y su proverbial pelo rubio casi platino y en punta, en el arte de la m¨²sica antigua junto a su amigo Edin Karamazov, un laudista bosnio que resulta un aut¨¦ntico destroyer con la visi¨®n alejada y antimarketing que tiene del mundo de la m¨²sica, al que Karamazov vapulea sin complejos delante de las dos acompa?antes de Universal que tambi¨¦n son testigos del encuentro. Una de ellas, la inglesa, se muestra implacable con el cron¨®metro y apenas deja pasar alg¨²n segundo de los 40 minutos marcados inicialmente. Curiosamente lo para cuando escucha una pregunta sobre Tony Blair.

?Riiiiiing! Se acab¨®.

?Vaya por Dios! Menos mal que Sting y su laudista punkie han contestado ya a varias cosas en torno a una mesa de madera, protegidos por una sombrilla, en una especie de terraza a la que hemos llegado despu¨¦s de atravesar un ajedrez gigante, casi de tama?o humano, y que da a una enorme piscina con c¨®modas tumbonas alrededor, donde se pueden apreciar restos del paso de alguno de sus seis hijos, fruto de sus dos matrimonios, el ¨²ltimo con Trudie Styler, con la que lleva casado m¨¢s de veinte a?os. Acaban de comer debajo de un ¨¢rbol centenario y esplendoroso. Nos reciben a la hora de la siesta, y Sting se sienta como un gran jefe indio, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas.

Con este trabajo de las canciones de John Dowland, ?siente que ha realizado el ambicioso viaje desde los territorios del estrellato pop hasta los caminos m¨¢s tortuosos de la m¨²sica m¨¢s pura?

Siempre me he sentido un m¨²sico, ¨¦sa ha sido mi ambici¨®n. Y para eso nunca me he puesto techos ni fronteras. Tengo limitaciones, desde luego; no me siento capaz de interpretar a Rachmaninov al piano, no puedo cantar Tosca, pero hay cosas que hago bien. Afino, tengo un sentido r¨ªtmico? El caso es que yo elijo mis batallas, y este proyecto es un trabajo de amor, lleno de curiosidad, inspirado por el maestro Karamazov, al que considero el Jimi Hendrix del la¨²d.

Pero ustedes se conocieron de manera m¨¢s que curiosa. Fue una aut¨¦ntica cura de humildad para una estrella del rock. Le invit¨® a tocar en su fiesta de cumplea?os, y ¨¦l le contest¨® que no eran monos de feria, o algo parecido.

Y ten¨ªa raz¨®n. Fue as¨ª totalmente.

En ese momento, Karamazov interviene. "Est¨¢ olvidado", dice.

La sombra de John Dowland le ha venido persiguiendo hace a?os. ?C¨®mo tuvo noticia de ¨¦l?

Todav¨ªa no recuerdo bien c¨®mo. El actor John Bird y luego Katia Lab¨¨que, con a?os de diferencia, me lo sugirieron. "Deber¨ªas cantar a Dowland", me dijeron. Yo me sent¨ªa alejad¨ªsimo de ese mundo. Pero cuando Dominic Millar me regal¨® el la¨²d y conoc¨ª a Edin, hablamos de Dowland, y le cont¨¦ que me hab¨ªa estado persiguiendo durante un tiempo. As¨ª que le suger¨ª que pas¨¢ramos un fin de semana juntos y que prob¨¢ramos algunas canciones. A partir de esa experiencia me sumerg¨ª durante un a?o en esta m¨²sica y aprend¨ª a tocar el la¨²d. Me identifiqu¨¦ con todo ese mundo; me realic¨¦ con ese periodo, su sofisticaci¨®n, que no es nada primitiva. Dowland era contempor¨¢neo de Shakespeare y John Donne, y su complejidad me result¨® toda una revelaci¨®n.

Incluso aprendi¨® a cantar en dicho estilo en la Schola Cantorum Basiliensis, todo un referente de la m¨²sica antigua.

Respeto todo lo que se hace y se ha hecho, pero yo no puedo ir por esa senda. Puedo cantar a mi estilo respetando siempre lo que est¨¢ escrito en el papel, incluso fraseando como yo siento el significado de cada canci¨®n; m¨¢s como lo hacen los cantantes de jazz, que no necesariamente est¨¢ mal. Interpretando todo en su sitio, sin gritar, la gente lo puede escuchar y juzgar por s¨ª misma. No sabemos realmente c¨®mo la gente cantaba entonces. Sencillamente creo que hemos tenido la oportunidad de hacer algo ¨²nico, respetuoso y a mi estilo, porque al fin y al cabo suena como algo m¨ªo.

Pero esto es toda una provocaci¨®n. No a la manera pop, artificialmente, como, por ejemplo, ahora Madonna, con toda esa historia de los ortodoxos que se ha montado como una estrategia para penetrar en los pa¨ªses del este europeo; hablo de la provocaci¨®n puramente art¨ªstica. Un m¨²sico pop cantando a un compositor del siglo XVI, porque s¨ª.

Yo creo que el rock se ha vuelto completamente conservador. Para m¨ª, la m¨²sica revolucionaria realmente es la de Stravinski. Y es cierto que este nuevo camino en mi carrera no parece l¨®gico, es sencillamente algo instintivo. La raz¨®n que me ha llevado a ello es que lo amo y que me produce curiosidad. Para m¨ª es un alivio adentrarme en la m¨²sica de otros y olvidarme de la m¨ªa. ?Hace un a?o que no escribo una canci¨®n! Lo que espero es que cuando me ponga a componer, algo de toda esta experiencia acabe aflorando. Una sabidur¨ªa, una aportaci¨®n, no s¨¦, no puedo garantizar ni siquiera eso.

?Siente que ha conquistado algo m¨¢s trascendente a trav¨¦s de esta m¨²sica?

Toda la m¨²sica es espiritual. Para m¨ª, ¨¦sta me hace reflexionar interiormente, y eso me conduce a una mayor melancol¨ªa, aunque dicha palabra no equivalga a una depresi¨®n, que es algo ya que merece tratamiento m¨¦dico. La melancol¨ªa es ¨²til para todos, y la reflexi¨®n interior, m¨¢s, sobre todo para nuestros pol¨ªticos, que no se apean de su propia verdad. Les vendr¨ªa bien pensar un poco m¨¢s de lo que lo hacen.

El disco parece un punto de no retorno en su carrera, como cuando dej¨® The Police. Entonces alcanzaron una especie de sofisticaci¨®n que les hizo volver a lo sencillo. Ahora parece que ha ocurrido lo mismo en su carrera en solitario, y de repente se nos presenta usted con un la¨²d. ?Por qu¨¦?

Puede que sea cierto, que una cosa tenga que ver con la otra. Los cambios bruscos en mi vida siempre han sido il¨®gicos. ?Por qu¨¦ abandon¨¦ la banda de rock m¨¢s famosa del momento? No puedo darle una raz¨®n. Quer¨ªa salir y explorar otras cosas. Quiz¨¢ sea esto lo mismo, tampoco s¨¦ d¨®nde me llevar¨¢.

Y usted, Edin, ?ad¨®nde cree que va Sting?

A m¨ª me da exactamente lo mismo. ["Gracias", dice Sting, despu¨¦s de un ataque de risa]. Tampoco ha cambiado mucho. Entre lo de John Dowland y lo suyo no hay gran diferencia: los dos han sido viajeros, famosos, respetados y tocan instrumentos de cuerda; es la misma tradici¨®n, la de los escritores de canciones ingleses. ["?l tambi¨¦n produjo canciones para el gran p¨²blico", cuenta Sting].

Era un camino, el de las canciones, que despu¨¦s tambi¨¦n transitaron grandes compositores barrocos como Purcell.

?Purcell! Nunca me lo hab¨ªan contado. ?No hac¨ªa m¨²sica para trompetas? [bromea].

Existen canciones antol¨®gicas de ese compositor, como 'Oh solitude', que a usted le vendr¨ªan como anillo al dedo. [Karamazov apoya la propuesta].

Pues mira, a lo mejor ah¨ª tenemos una pista. Mi instinto me pide volver a hacer un disco de rock and roll. Pero, vamos a ver.

?Y el p¨²blico? ?Su p¨²blico? ?Qu¨¦ ha dicho?

Mi p¨²blico proviene de sensibilidades muy diferentes. Hasta ahora me han animado, y tambi¨¦n me he sentido muy protegido. Por ahora se van confirmando las expectativas. Mire, no hemos hecho trampa. Hemos trabajado con lo que hay sobre el papel.

Pero se sentir¨¢ un poco pardillo, principiante.

Siempre me he sentido as¨ª. Hoy he construido un muro de piedra, nunca lo hab¨ªa hecho antes. Me ha gustado, puede que deje la m¨²sica y me dedique a construir muros.

Sus relaciones con el mundo de la m¨²sica antigua, tan diferente al del pop. Ya sabe, en algunas cosas son como una secta.

Bueno, es todo un mundo. Cuando estuve en la escuela de Basilea comprob¨¦ que muchos estaban realmente obsesionados con lo que hac¨ªan. Yo trat¨¦ de adaptarme a sus disciplinas y aportar algo de mi mundo, y creo que hubo un intercambio natural en la forma de ver las cosas entre nosotros.

"Yo no me siento parte de ese grupo", se mete Karamazov. "Para m¨ª no existe la m¨²sica antigua. Cada vez que interpretas algo, Bach, Dowland o Sting, debe sonar a algo inmediatamente creado, como si lo acabaran de hacer en el mismo instante en que lo tocamos".

?D¨®nde queda The Police hoy?

?Mi grupo?

S¨ª.

Bueno, hace veinte a?os que ya no existimos. Conseguimos todo lo que nos hab¨ªamos propuesto, y me enorgullezco por eso. Me permite vivir as¨ª [hace un gesto se?alando el entorno impresionante]. Sigo en contacto con mis compa?eros, pero no volver¨ªa a dar un paso atr¨¢s uni¨¦ndonos de nuevo. Me resisto.

Ya, ?pero d¨®nde cree que ha quedado su grupo en la historia del pop?

No es algo que me quite el sue?o. No soy el m¨¢s indicado para ver eso. Me complace esa parte de mi vida. Si escucho la m¨²sica que hac¨ªamos en alg¨²n sitio, por accidente, creo que no est¨¢ mal hoy, que lo hac¨ªamos bien, ¨¦ramos buenos, pero nada m¨¢s.

Parece que ahora prefiere la vida campestre, pero m¨¢s como un terrateniente que como un campesino, a juzgar por este pedazo de terreno que vemos.

Estoy feliz aqu¨ª, que nadie se ofenda. Me gusta viajar. Tengo dos casas preciosas, una aqu¨ª, otra en Inglaterra; el resto lo paso en habitaciones de hotel. He trabajado duro para esto. Me suscribo a la idea plat¨®nica de encontrar un lugar y hacerlo m¨¢s hermoso de lo que es para que alguien pueda heredarlo y continuar la labor. Tambi¨¦n invierto dinero en la conservaci¨®n del medio ambiente.

Aunque este pasado verano tuvo sus problemas con grupos ecologistas que se opon¨ªan a que usted tocara en un parque natural de la sierra de Gredos. ?Qu¨¦ pas¨®?

El gobierno regional quer¨ªa que toc¨¢ramos en ese parque, los ecologistas se opon¨ªan porque iba a ir mucha gente. Movimos el lugar 275 metros, a las puertas del parque, y todo el mundo qued¨® contento.

Su relaci¨®n con el la¨²d est¨¢ siendo todo un romance. ?Qu¨¦ ha encontrado en ese instrumento?

Practico todos los d¨ªas. Me encanta sentirme un estudiante, me anima. Aunque Edin me azota a veces.

?Qu¨¦ tal lo hace Sting, se?or Karamazov?

Estupendo. Est¨¢ haciendo grandes progresos. Pero yo no soy su maestro.

Ah, ?no?

[Contesta Sting]. ?l es una inspiraci¨®n para m¨ª.

?Y qu¨¦ es un maestro, aparte de una inspiraci¨®n?

Yo creo que ense?ar no es algo que ocurra, que prenda. El aprendizaje es lo que finalmente importa m¨¢s que la ense?anza.

?Un guitarrista, o un bajista, necesita algunas habilidades especiales para enfrentarse a un la¨²d?

Al haber tocado guitarra cl¨¢sica, estaba m¨¢s o menos entrenado. Pero al enfrentarte a 13 cuerdas encuentras muchas dificultades; la posici¨®n de las manos, la afinaci¨®n?, es todo m¨¢s amplio, no s¨®lo f¨ªsicamente, tambi¨¦n en los sonidos, los colores.

?Pero es m¨¢s una afici¨®n o una obsesi¨®n?

No es trabajo, es un placer. Eso es lo bueno de mi profesi¨®n, disfruto con lo que hago. Preparamos actuaciones en Nueva York, Londres, Berl¨ªn? Por ahora. Vamos a ver c¨®mo funciona, y si gusta lo ampliaremos. Pero siempre en lugares peque?os, esta m¨²sica necesita intimidad.

"Silencio es lo que requiere esta m¨²sica", tercia Edin Karamazov. "No podemos ir a lugares donde la gente se ponga a beber cerveza".

?No le tiene miedo Sting al silencio?

S¨ª. ?C¨®mo puedo tocar sin alguien que no me tire las bragas a la cara?

Es toda una experiencia.

El silencio es un concepto interesant¨ªsimo para m¨ª. Tengo la teor¨ªa de que la m¨²sica aut¨¦ntica es el silencio. Lo bueno de Dowland es que creo que entend¨ªa lo que era la econom¨ªa de recursos creativos. Como Miles Davis, tambi¨¦n. ["?Gran m¨²sico Miles Davis!", a?ade Karamazov]. La primera nota de la Quinta sinfon¨ªa de Beethoven surge del silencio. Edin y yo hemos hablado de que durante los recitales que hagamos no nos gustar¨ªa que las canciones se interrumpieran con aplausos. Queremos buscar un ambiente en el que predomine el silencio hasta el final. No s¨¦ c¨®mo conseguir eso sin que resulte pretencioso. Hay mucha gente que acudir¨¢ a estos recitales que no ha estado antes en algo parecido, es un reto interesante. Conseguir ese ambiente, esa actitud. Siento mucha curiosidad por el tipo de p¨²blico al que atraer¨¢ esto. No desestimo a mi p¨²blico habitual, nunca. Lo ¨²nico es que espero que me acompa?en en el viaje, pero algunos no lo entender¨¢n, otros se sorprender¨¢n. Cuando estamos atrapados por la locura y el miedo en el mundo presente, hay algo dentro de esta m¨²sica muy poderoso, y es el mensaje de la autorreflexi¨®n.

As¨ª que con John Dowland le manda usted un mensaje a Tony Blair?

Necesita algo as¨ª, y tambi¨¦n su amigo George.

"?Tiempo!", dice la enviada inglesa de la discogr¨¢fica.

Una m¨¢s. La industria discogr¨¢fica, precisamente. ?Qu¨¦ cara pusieron cuando les dijo que quer¨ªa hacer esto en tiempos de crisis?

Se asombraron un poco. Esperaban que hiciera un disco pop, pero al tiempo conf¨ªan en mi instinto, as¨ª que dijeron: "Vale. Lo hacemos en uno de nuestros sellos cl¨¢sicos".

?No cree que precisamente para que la industria salga de su crisis necesitan este tipo de retos?

S¨ª lo pienso, la cosa de otra forma no marcha. Yo tambi¨¦n me he sentido en crisis antes de meterme en esto, y me he dicho: ?ad¨®nde voy? Y he elegido volver atr¨¢s para poder moverme hacia adelante. ?C¨®mo saltas ese muro? No lo s¨¦. Quiz¨¢ retrocediendo para coger carrerilla.