Plataforma
Cuando ya s¨®lo nos satisface la infantil haza?a de perfeccionar un karaoke; cuando observamos el cuerpo de una mujer como si fuera una estatua de pl¨¢stico que se mueve sin sentido aparente entre nosotros y el sexo mec¨¢nico de los peep shows es una pastilla de prescripci¨®n facultativa para escapar de la soledad. El d¨ªa en que nuestra m¨¢xima satisfacci¨®n se encuentre en buscar evasiones que no consigan nublar el nihilismo y sean otros los que impongan el fanatismo de los ideales y las religiones a base de volar por los aires cuerpos de almas ajenas a su fe. Ese d¨ªa, que ya ha llegado, tendremos que plantearnos alguna estrategia efectiva para salvarnos a nosotros mismos.
El preclaro Michel Houellebecq ya nos lo advirti¨® en su m¨¢s que magistral y anecd¨®ticamente controvertida novela Plataforma. Ahora, Calixto Bieito, su compa?¨ªa de teatro Romea y Juan Echanove han transformado la brutal alarma de sus palabras en teatro fieramente moderno, necesario y radical. Fueron aclamados en Edimburgo este verano cuando el actor consigui¨® el Premio Herald Archangel al mejor actor con el aplauso un¨¢nime e impactado de la cr¨ªtica internacional. Desde el pasado jueves, cuando estrenaron la obra ante una lluvia m¨¢s que dorada de ovaciones, hasta el 15 de enero recalan en el teatro Bellas Artes.
Quien decida ir a dejarse llevar por esta experiencia que no espere cargar en la butaca su esp¨ªritu navide?o ni su vena complaciente. Es lo m¨¢s alejado de lo que uno puede entender por espect¨¢culo de evasi¨®n, precisamente porque, entre otras cosas, nos alerta sobre esa obsesi¨®n que tenemos acerca de los para¨ªsos artificiales que nos empe?amos en robar de manera bastarda a Baudelaire.
All¨ª est¨¢, sobre el escenario circular que Bieito propone con incre¨ªbles hallazgos dram¨¢ticos, la mayor parte de la esencia de una novela cuyas intenciones principales pueden adivinarse ara?ando a las criaturas que se mueven y monologan sin dialogar entre s¨ª en esta noria tumbada de soledades, fracasos e insatisfacciones que nos alerta sobre la imposibilidad de ser felices. Se escapa un poco, por ser excesivamente literaria, una de las genialidades del autor: su an¨¢lisis de nuestra miseria a trav¨¦s de las gu¨ªas de viajes. Porque Houellebecq encuentra con una sorprendente lucidez en esas biblias coloridas, la forma de diseminar todos los pecados de la globalizaci¨®n y la sociedad occidental, que han encontrado nuevas y sutiles formas de esclavitud a trav¨¦s de folletos plagados de eufemismos hip¨®critas que el autor nos traduce implacablemente.
Dice Echanove que para adentrarse en esta obra tuvo que prescindir del pudor, que en una primera lectura le daba asco todo lo que nos escupe ese escritor escondido en Almer¨ªa y de conciencia cr¨ªtica en la m¨¢s aut¨¦ntica tradici¨®n francesa que es Houellebecq. Despu¨¦s, con el tiempo, el sudor desesperado de su personaje y las discusiones subidas de tono con el director catal¨¢n fue aceptando que su ira provocadora estaba cargada de raz¨®n.
Para haberse alzado como una de las voces m¨¢s bestiales y certeras de Europa no se puede ser complaciente y es esa verdad salvaje y franca del autor la que no nos gusta o¨ªr, ni a Echanove ni a nadie.
Pero hay que agradecerle al int¨¦rprete y a todos los que sobre el escenario le acompa?an de forma ejemplar -Marta Domingo, Llu¨ªs Villanueva, Carles Canut, Mingo R¨¢fols, Boris Ruiz, Bel¨¦n Fabra- que se hayan convertido en fenomenales m¨¦diums houllebecquianos. Sobre todo para renovar de manera urgente nuestro idealismo adormecido porque ¨¦sa es la reacci¨®n que el Houellebecq busca, como Bieito, que recoge su mensaje para provocar la sacudida de un despertador. Por eso tambi¨¦n, ambos creadores resultan hoy revolucionarios en el sentido m¨¢s noble de la palabra.
Dentro de las criaturas de esta Plataforma, como en las complejas mol¨¦culas de Las part¨ªculas elementales y en la desesperada batalla entre ciencia y religi¨®n de los clones de La posibilidad de una isla, hay un germen que alerta desesperadamente nuestra narcotizada voluntad de transformaci¨®n. Cuando contemplamos su pat¨¦tica risa incoherente, la desalmada b¨²squeda del dinero f¨¢cil a costa de cuerpos ajenos, la fantasmal escultura del cuerpo de aquella mujer -impresionante Bel¨¦n Fabra- que nos canta como una mu?equita con pilas y nos narra el horror de una violaci¨®n de la que ha escapado con suerte, no nos quedan m¨¢s opciones que prepararnos para cambiar el mundo y salir en busca de la sonrisa de alg¨²n ni?o que nos devuelva la esperanza.
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