Negaci¨®n del Holocausto: mi historia personal
Un d¨ªa de 1994, cuando viv¨ªa en Ede, una peque?a ciudad holandesa, recuerdo que recib¨ª la visita de mi hermanastra. Ella y yo hab¨ªamos solicitado asilo en Holanda. A m¨ª se me concedi¨®, a ella le fue denegado. El hecho de que yo recibiera el asilo me dio la posibilidad de estudiar. Mi hermanastra no pudo hacerlo. Para ser admitida en el instituto de educaci¨®n superior al que quer¨ªa asistir, tuve que aprobar tres cursos: uno de Lengua, uno de Educaci¨®n C¨ªvica y otro de Historia. Fue en este ¨²ltimo cuando o¨ª hablar por primera vez del Holocausto. Por aquel entonces yo ten¨ªa 24 a?os, y mi hermanastra 21.
En aquella ¨¦poca, el genocidio de Ruanda y la limpieza ¨¦tnica de la antigua Yugoslavia plagaban las noticias diarias. El d¨ªa en que me visit¨® mi hermanastra, me encontraba d¨¢ndole vueltas a lo que les hab¨ªa ocurrido a seis millones de jud¨ªos en Alemania, Holanda, Francia y Europa del Este. Supe que hombres, mujeres y ni?os inocentes fueron separados unos de otros. Con estrellas prendidas al hombro, fueron trasladados en tren a los campos y gaseados por la sola raz¨®n de ser jud¨ªos. Fue el intento m¨¢s sistem¨¢tico y cruel de la historia de la humanidad por aniquilar a un pueblo.
Vi fotograf¨ªas de masas de esqueletos, incluso de ni?os. Escuch¨¦ aterradores relatos de algunas personas que hab¨ªan sobrevivido al terror de Auschwitz y Sobibor. Le cont¨¦ todo esto a mi hermanastra y le mostr¨¦ las im¨¢genes de mi libro de historia. Lo que me dijo me horroriz¨® todav¨ªa m¨¢s que la atroz informaci¨®n de mi libro. Con gran convicci¨®n, mi hermanastra espet¨®: "?Es mentira! Los jud¨ªos saben c¨®mo cegar a la gente. No fueron asesinados, gaseados ni masacrados. Pero rezo a Al¨¢ para que alg¨²n d¨ªa todos los jud¨ªos del mundo sean destruidos". Me horroriz¨® su reacci¨®n.
Recuerdo que de ni?a, cuando me criaba en Arabia Saud¨ª, mis profesores, mi madre y nuestros vecinos nos dec¨ªan casi a diario que los jud¨ªos eran malos, los enemigos declarados de los musulmanes, cuyo ¨²nico objetivo era destruir el islam. Nunca nos informaron sobre el Holocausto. M¨¢s tarde, en Kenia, cuando era una adolescente y nos llegaba a ?frica la filantrop¨ªa saud¨ª y de otra zonas del Golfo, me acuerdo de que la construcci¨®n de mezquitas y las donaciones a hospitales y a los pobres iban juntos con los insultos a los jud¨ªos. Se dec¨ªa que ellos eran los responsables de la muerte de beb¨¦s y de epidemias como el sida. Eran avariciosos y har¨ªan cualquier cosa por acabar con los musulmanes. Si alg¨²n d¨ªa quer¨ªamos conocer la paz y la estabilidad, tendr¨ªamos que destruirles antes de que ellos nos destruyeran a nosotros.
Los l¨ªderes occidentales que dicen sentirse escandalizados por la conferencia de Ahmadineyad en la que niega el Holocausto necesitan despertar a esa realidad. Para la mayor¨ªa de los musulmanes del mundo, el Holocausto no es un gran acontecimiento hist¨®rico que neguemos. Sencillamente no lo conocemos porque nunca se nos ha informado sobre ¨¦l. Y lo que es peor, a la mayor¨ªa se nos prepara para que deseemos un holocausto de los jud¨ªos.
Recuerdo la presencia de fil¨¢ntropos occidentales, ONG e instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sus representantes hac¨ªan llegar a quienes consideraban necesitados medicamentos, preservativos, vacunas o materiales de construcci¨®n, pero ninguna informaci¨®n sobre el Holocausto. A diferencia de la filantrop¨ªa, ofrecida en nombre del islam, los donantes laicos y cristianos y las organizaciones de ayuda no llegaban con un programa de odio, pero tampoco con un mensaje de amor. Sin duda, ¨¦sta fue una oportunidad perdida si nos fijamos en las organizaciones ben¨¦ficas que propagaban el odio procedentes de pa¨ªses musulmanes ricos gracias al petr¨®leo.
Se calcula que, en la actualidad, la cifra total de jud¨ªos en del mundo ronda los 15 millones, y sin duda no supera los 20 millones. En lo relativo a la fertilidad, su crecimiento puede compararse con el del mundo desarrollado, al igual que su envejecimiento. Por otro lado, se calcula que las poblaciones musulmanas est¨¢n entre 1.200 y 1.500 millones de personas, y que no s¨®lo est¨¢n creciendo con rapidez, sino que son muy j¨®venes. Lo sorprendente de la conferencia de Ahmadineyad es el (t¨¢cito) consentimiento del musulm¨¢n medio al deseo no s¨®lo de negar el Holocausto, sino de exterminar a los jud¨ªos.
No puedo evitar preguntarme: ?por qu¨¦ no se celebra una contraconferencia en Riad, Cairo o Lahore, Jartum o Yakarta condenando a Ahmadineyad? ?Por qu¨¦ guarda silencio la Conferencia Isl¨¢mica ante esto? Puede que la respuesta sea tan sencilla como horrenda: durante generaciones, los l¨ªderes de los denominados pa¨ªses musulmanes han alimentado a su poblaci¨®n con una dieta constante de propaganda similar a la que recibieron generaciones de alemanes (y otros europeos), seg¨²n la cual los jud¨ªos son alima?as y hay que tratarlos como tales. En Europa, la conclusi¨®n l¨®gica fue el Holocausto. Si Ahmadineyad se sale con la suya, no le faltar¨¢n musulmanes d¨®ciles dispuestos a acatar sus deseos.
El mundo necesita un fomento del entendimiento entre culturas, pero necesita con m¨¢s urgencia ser informado sobre el Holocausto. No s¨®lo en el inter¨¦s de los jud¨ªos que sobrevivieron al Holocausto y el de sus descendientes, sino en el de la humanidad en general. Quiz¨¢ haya que empezar por contraatacar la filantrop¨ªa isl¨¢mica surcada de odio contra los jud¨ªos. Las organizaciones ben¨¦ficas cristianas y occidentales en el Tercer Mundo deber¨ªan ocuparse de informar sobre el Holocausto a los musulmanes y no musulmanes en sus ¨¢reas de actuaci¨®n.
Ayaan Hirsi Al¨ª es escritora de origen somal¨ª. ? Global Viewpoint, 2006. Traducci¨®n de News Clips.
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