Casi una versi¨®n de concierto
El fallo en la maquinaria reci¨¦n estrenada que, hace 15 d¨ªas, dej¨® al Palau de les Arts sin las modernas plataformas sobre las que descansa la escenograf¨ªa, puso al Don Giovanni previsto para diciembre ante una tesitura complicada: o se eliminaba para esta temporada (como ha sucedido con La Belle et la B¨ºte), o se retrasaba (como se ha prometido con la sesi¨®n de L¨®pez-Cobos), o se hac¨ªa de cualquier manera en la fecha prevista. Se opt¨® por esta ¨²ltima soluci¨®n, quiz¨¢ la menos costosa pol¨ªticamente: en dos semanas se ha montado una tarima que cubre parte del foso (hay una fila de m¨²sicos que tocan por detr¨¢s de los pilares que la aguantan) la cual, unida al breve espacio que antecede al tel¨®n, proporciona una estrecha franja (cuatro o cinco metros de profundidad, a lo sumo) para la representaci¨®n. Detr¨¢s, como decorado inmutable, un inmenso panel negro (con algunas puertas y ventanas), ocultaba el desastre ocurrido en la caja esc¨¦nica.
Don Giovanni
De Mozart. Solistas: Erwin Schrott, Marina Poplavskaia, Francesco Meli, Vlad¨ªmir Vaneev, Barbara Frittoli, Alexander Vinogradov, Nahuel di Pierro y Maria Grazia Schivo. Direcci¨®n musical: Lorin Maazel. Direcci¨®n de escena: Jonathan Miller. Coro de la Generalitat Valenciana. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 16 de diciembre de 2006.
Con tales mimbres no cab¨ªa esperar maravillas, a pesar de las declaraciones de Jonathan Miller en torno a sus logros sobre teatros en ruinas. Pero s¨ª un poco m¨¢s de imaginaci¨®n. No pod¨ªa evitarse, probablemente que el coro, y hasta Lorin Maazel, tuvieran que salir a escena por las mismas puertas que utiliza el p¨²blico para entrar en la sala. Sin embargo, algo se hubiera podido hacer para crear ambientes diferentes, incluso con un mismo decorado. En el dilatado transcurso de la ¨®pera, la iluminaci¨®n -en ese campo no hab¨ªa nada estropeado-, prometida por Miller como "alternativa" a las deficiencias esc¨¦nicas, s¨®lo vari¨®, levemente, en un par de momentos. Tambi¨¦n pod¨ªa haberse explorado, quiz¨¢, el hoy en d¨ªa utilizad¨ªsimo recurso de las proyecciones. Cualquier cosa, en fin, para lograr cambios de clima, en lo que respecta a la escena, desde el asesinato del padre de Donna Anna hasta la serenata de Donna Elvira, pasando por el cementerio, la mansi¨®n de Don Giovanni y, sobre todo, el hundimiento de ¨¦ste en los infiernos, metaf¨®ricamente simbolizado el s¨¢bado por unas p¨¢lidas y virginales ¨¢nimas que se lo llevaron, sin pena ni gloria, por una puertecilla lateral. Cabr¨ªa tambi¨¦n hablar de los aspectos en que la escena debe ayudar a la traducci¨®n del estado an¨ªmico de los personajes. Ciertamente, 15 d¨ªas son muy pocos para improvisar todo ello, pero si no se pod¨ªa hacer m¨¢s de lo que se ha hecho, quiz¨¢ hubiera valido la pena no empecinarse con el seguir a toda costa dando como ¨®pera, lo que fue, de tapadillo, una versi¨®n de concierto de las que se califican como "semiescenificadas". Disimulada, eso s¨ª, con un bonito vestuario de Clara Mitchell.
Lo que salv¨® el espect¨¢culo, como tantas veces sucede en la ¨®pera, fueron la m¨²sica y las voces. Al igual que en La Boh¨¨me anterior, y a diferencia del Fidelio que abri¨® la temporada, se jug¨® con voces j¨®venes en su mayor¨ªa, con muy buena materia prima, peque?os fallos s¨®lo hilando fin¨ªsimo en los requerimientos del canto mozartiano, y capacidad para actuar en el exiguo espacio del que dispon¨ªan.
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