Victoria es nombre de mujer
La ligera reflexi¨®n invernal presente se aproxima a un tema (ahora casi todo se llama as¨ª) que me ha desasosegado buena parte de mi larga vida: el comportamiento, reacciones, impulsos, mecanismo sentimental, normas de conducta y modo de empleo de esa mitad larga de la humanidad que son las mujeres. Por supuesto desde una perspectiva plat¨®nica, te¨®rica y vagamente memor¨ªstica, el indigno y rid¨ªculo punto de vista masculino, que es donde la casualidad me puso.
Cuando los servicios de seguridad del Para¨ªso Terrenal, con t¨¢cticas parecidas a las de los antidisturbios de hoy (las espadas flam¨ªgeras son como los botes de humo o las balas de goma) echaron a nuestros primeros padres, ella fue condenada a parir con dolor y ¨¦l a ganarse el sustento con el sudor de su frente.
Hoy los ejercicios y la inyecci¨®n epidural han eliminado lo primero y, la verdad, sudar, lo que se dice sudar, s¨®lo lo hace Rafael Nadal hacia mediados del ¨²ltimo juego en un partido de tenis. Sin embargo, los dos anatemas duraron cientos de siglos, afectando lo mismo a las reinas que a las campesinas.
Los varones transpiraban martilleando en la fragua o combatiendo bajo pesadas armaduras, que se recalentaban much¨ªsimo al sol.
Ahora la mujer sufre quiz¨¢s en la peluquer¨ªa, en los pilates, bajo severas dietas de adelgazamiento, pero ha avanzado una enormidad en su pretensi¨®n de desempe?ar los puestos del hombre, con sueldos justamente equiparables al mismo esfuerzo. Pero, ojo, que nada tienen de tontas. Si alguien dijo que entre los seres humanos hay unos m¨¢s iguales que otros, es para tomarlo no s¨®lo como una frase ingeniosa. Ellas no quieren ser como los hombres -tesis que vengo defendiendo hace tiempo-, sino todav¨ªa m¨¢s iguales, es decir, superiores. Cuando lo hayan conseguido, o sea, un d¨ªa de ¨¦stos, quiz¨¢s empiecen a marcar territorios y distancias.
Excusando la muestra de erudici¨®n barata, acord¨¦monos de las amazonas, hembras guerreras de las que nos dio primera noticia el historiador Herodoto. El nombre proviene del vocablo griego "maz¨®s", que significa seno, precedido de la letra "a", privativa, o sea, sin teta. Desde la infancia, las quemaban, cortaban o comprim¨ªan un pecho, suponiendo que fuese en consonancia con su condici¨®n de diestra o zurda, para poder manejar el arco y clavar la flecha donde pon¨ªan el ojo.
Se bastaban a s¨ª mismas, salvo en una cosa, hoy tambi¨¦n resuelta con la fecundaci¨®n artificial: cada primavera buscaban hombres para quedar pre?adas. Si de la uni¨®n resultaba un ni?o, se lo devolv¨ªan al padre, y que se ocupara de ¨¦l; si una nena, permanec¨ªa en la tribu hasta llegar a ser otra amazona de pro. Aquello, con la perspectiva de la historia, fue una experiencia que no tuvo futuro, pero hoy prevalezca la profunda y sabia ense?anza, que no ser¨¢ otra que la diferenciaci¨®n de los sexos, aunque a partir de poco les toque a ellas la primac¨ªa. Si es as¨ª, como en el fondo deseo, ya se pueden despedir los machos de la inmerecida preponderancia social hasta la consumaci¨®n de los siglos.
Reflexi¨®n hecha, ser¨¢ conveniente y beneficioso que al ni?o, al infante se le inculque, desde que abandona la cuna, no la igualdad de sexos, sino a distinguir la diferencia y que sepan comportarse como individuos pertenecientes a una minor¨ªa oprimida en un territorio desp¨®tico.
Correlativamente deben ser imbuidas las ni?as de la conquistada posici¨®n, y que ambos convivan conscientes de su debilidad, su fortaleza, derechos y servidumbres cuanto m¨¢s objetivamente distintos se consideren.
He de decir, desde la propia experiencia, m¨¢s corta que mis a?os, que las mujeres que conoc¨ª y que han triunfado sobre el hombre o los hombres que tuvieron cerca, nunca fueron -o parecieron- de car¨¢cter fuerte y discutidor, polemista y disputante. Jam¨¢s se pusieron a la altura de quien pretendiera dominarlas, simplemente actuaban con la infinita fortaleza de quienes saben que, al fin, saldr¨¢n triunfantes.
Una vieja amiga me gan¨® todas las partidas, porque ella sab¨ªa a lo que jug¨¢bamos y jug¨¢bamos a lo que ella quer¨ªa. Siempre acertaba, porque desde ni?a la ense?aron las discrepancias intersexuales y retuvo una de las lecciones subliminales: apostar sobre seguro, cobrar cuando se gana y no pagar, si es posible, cuando se pierde. Nada de homologaciones. Para terminar esta especie de cuento prenavide?o, no me hago responsable de las desafortunadas opiniones aqu¨ª vertidas.
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