"El gran editor ya no volver¨¢"
Nadie dir¨ªa que esta mujer que habla y gesticula a lo italiano con el telefonino no es italiana de nacimiento sino alemana (Inge Schoental), y que, a sus 76 a?os, a¨²n es la presidenta de Giangiacomo Feltrinelli Editore, puesto que asumi¨® cuando, en 1972, su marido muri¨® mientras manipulaba una bomba. Inge Feltrinelli, la gran dama de la edici¨®n, creadora de uno de los grandes imperios editoriales europeos, recibi¨® recientemente el premio al M¨¦rito Editorial en la Feria del Libro de Guadalajara con la conciencia de que es tanto un homenaje a su persona como a un modelo de editor que ya nunca m¨¢s volver¨¢.
Pregunta. ?Qu¨¦ le hizo inclinarse por la fotograf¨ªa y la edici¨®n? ?Tradici¨®n familiar, quiz¨¢?
"Las peque?as librer¨ªas tendr¨¢n que especializarse si no quieren morir. No aguantar¨¢n en el cuerpo a cuerpo frente a las otras"
"Giangiacomo ten¨ªa un miedo fuerte, exagerado, a un golpe de Estado de la extrema derecha, y eso le condujo a las armas: para resistir al fascismo"
Respuesta. Todo lo contrario. En mi casa ¨¦ramos bastante pobres, y yo quer¨ªa, eso s¨ª desde muy peque?a, conocer mundo y la gente inteligente de este mundo. Mi madre era viuda con tres hijos, dos hermanos peque?os y yo, as¨ª que tuve que espabilarme. Nunca he sido ni escritora ni periodista, pero s¨ª acab¨¦ descubriendo en m¨ª un peque?o talento, era una buena fotorreportera, sab¨ªa captar lo que Henri Cartier-Bresson llam¨® el momento decisivo de la fotograf¨ªa.
P. Usted empez¨® a fotografiar a personajes como Hemingway, Picasso y Simone de Beauvoir gracias a los encargos de un editor de prestigio alem¨¢n, Rowolht. ?C¨®mo le conoci¨®?
R. Porque me traslad¨¦ a vivir a Hamburgo, que tras la II Guerra Mundial simbolizaba la nueva vida, el antifascismo. Me lo presentaron y me encargaba reportajes...
P. Como el famoso de Hemingway, donde usted sale en la foto con el escritor, imagen de la que se prend¨® un editor llamado Giangiacomo Feltrinelli, a quien conoci¨® un d¨ªa de 1958 y se dice que ya no se dejaron. ?Qu¨¦ le fascin¨® hasta ese extremo?
R. Sus ideas, sus ideas. Eran totalmente vanguardistas. Me hablaba del problema de los kurdos, imag¨ªnese. Y yo, que no sab¨ªa nada de pol¨ªtica... Adem¨¢s, estaba eso de que era riqu¨ªsimo pero ten¨ªa un ideario comunista de verdad: quer¨ªa la justicia social para todo el mundo. Algunos de los primeros t¨ªtulos de la editorial, en 1955, lo dicen todo: una autobiograf¨ªa de Nehru, y el segundo, El flagelo de la esv¨¢stica, sobre los nazis.
P. Pasados 34 a?os de la muerte de su marido, ?c¨®mo analiza la radicalizaci¨®n que experiment¨® y que le llev¨® al terrorismo?
R. Giangiacomo ten¨ªa un miedo fuerte, exagerado me atrever¨ªa a decir hoy, a un golpe de Estado de la extrema derecha, y eso le condujo a las armas: para resistir al fascismo. Yo no era partidaria de esa actitud. Fui su amiga y compa?era hasta el ¨²ltimo d¨ªa, pero en esa etapa estuve absolutamente en su contra.
P. ?Por qu¨¦ se puso al mando de la editorial?
R. Consider¨¦ un deber absoluto el quedarme y seguir con el proyecto de Giangiacomo. Fue el momento m¨¢s dram¨¢tico de mi vida. Tuvimos que reconsiderar toda la pol¨ªtica editorial, cortar colecciones y, a¨²n me acuerdo hoy, despedir a 25 personas. El programa de mi marido era demasiado grande para un momento en el que atraves¨¢bamos por graves problemas financieros. Ante eso, los colaboradores se bajaron todos el sueldo y a la misma cantidad. Salvar la editorial se convirti¨® entonces en una misi¨®n para m¨ª.
P. Su apuesta fue crear librer¨ªas, desde las siete que ten¨ªa entonces a las 96 de hoy. Visto con ojos de ahora, la estrategia es visionaria: el control del punto de venta.
R. De alguna manera ya segu¨ªamos la estela de Giangiacomo, pero la ampliamos. En los a?os cincuenta, las librer¨ªas italianas eran muy peque?as, templos de cultura en los que los j¨®venes no entraban. Nosotros empezamos con lo de las puertas abiertas, los libros siempre expuestos de cara, espacios correderos, self-service...
P. Y funcion¨®.
R. S¨ª, muy bien, y ahora van mejor que la editorial. Las librer¨ªas nos facturan 300 millones de euros al a?o, mientras que la editorial, 60 millones.
P. Muchos grandes grupos europeos se han pillado los dedos con esa misma estrategia de crear su propia cadena de librer¨ªas...
R. No, no con la misma. Por ejemplo, las Feltrinelli no son todas iguales: tenemos una treintena de librer¨ªas m¨¢s o menos peque?as y s¨®lo seis megastores. La mayor¨ªa est¨¢n en ciudades universitarias. En ellas hacemos cerca de 1.500 actividades anuales. Muchas, ?verdad? Somos casi el antiministerio de Cultura italiano, que no hace nada.
P. Los gur¨²s pronostican que la venta por Internet, como le pasa a otros productos, puede castigar mucho a las librer¨ªas.
R. Eso est¨¢ por ver. La venta de libros por Internet en Italia ha sido un fracaso. Nosotros montamos una librer¨ªa electr¨®nica y la cerramos. Quiz¨¢ la gestionamos mal, pero creo que tienen m¨¢s sentido en pa¨ªses como Estados Unidos, donde hay distancias muy grandes entre unas ciudades y otras y no hay tantas librer¨ªas bien surtidas. Pero en Italia, en Europa, eso no es as¨ª. Es lo mismo que el libro electr¨®nico: ?se imagina una madre leyendo a su hijo en la cama un cuento de Andersen con un aparato de ¨¦sos? Imposible. El libro se toca, se huele, es un objeto sensual.
P. Pero cada vez es m¨¢s dif¨ªcil mantener una librer¨ªa fuera de los grandes centros comerciales de las ciudades.
R. Lo que s¨ª pasar¨¢ es que las peque?as librer¨ªas tendr¨¢n que especializarse si no quieren morir. No aguantar¨¢n en el cuerpo a cuerpo frente a las otras. Otra cosa es el precio fijo, que s¨ª que es vital para ellas, porque si no las grandes cadenas har¨¢n dumping.
P. Un amigo suyo editor, Andr¨¦ Schiffrin, escribi¨® hace unos a?os un libro cuyo t¨ªtulo quer¨ªa reflejar los nuevos tiempos: La edici¨®n sin editores.
R. S¨ª, lo le¨ª. Un poco demasiado pesimista. Creo que un gran y exquisito editor puede existir en un gran grupo. ?Un ejemplo? Sonny Metha, de Alfred Knopf, en Bertelsmann. Pero eso lo hacemos tambi¨¦n en Feltrinelli: publicar libros buenos aunque sabemos que no venderemos ni 5.000. Se trata tambi¨¦n de hacer cat¨¢logo: nosotros s¨®lo publicamos 140 libros al a?o. Para un grupo como el nuestro, no es mucho. Y es que tenemos mucha venta de fondo.
P. Admitir¨¢, sin embargo, que el mundo editorial ha cambiado mucho desde que usted lleg¨® a ¨¦l.
R. Los grandes personajes de la edici¨®n, Rowolth, Gallimard... ya no existir¨¢n m¨¢s. Era todo otro sistema: no hab¨ªa agentes literarios, se produc¨ªa mucho menos, el editor era el protagonista. Esos editores de gran personalidad, que trataban a sus escritores como a hijos, ya no existen. Todo eso ya no volver¨¢. Los editores de hoy no conocen a nadie, todos provienen de grandes industrias. Ahora todo se ha mercantilizado en extremo. Todo es marketing cultural
P. ?Y eso es malo?
R. No lo s¨¦. Todo se confunde.
P. ?Las Feltrinelli no son grandes centros de distribuci¨®n cultural, con libros, DVD, CD...?
R. S¨ª y no... Lo que s¨ª es cierto es que hay que ir adapt¨¢ndose y, por ejemplo, filmes y documentales acompa?ados con el libro, a nosotros nos funciona bien.
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