Gargallo
Habr¨ªa que frenar el victimismo natural y sublimado de nuestra sociedad cuando se pone a juzgar con pesimismo los problemas econ¨®micos y culturales en relaci¨®n con la pol¨ªtica. Parece que nos cuesta comprender, por ejemplo, que la cultura y sus extraversiones en un pa¨ªs como el nuestro, peque?o y sin estructura de Estado, en una ciudad que no tiene las prerrogativas de una capital, sea menos eficaz y evidente que la de las ciudades en las que se despliegan las grandes banderas culturales. Es cierto que Barcelona no puede competir abiertamente con ellas. Pero no es verdad que, en algunos aspectos, el panorama barcelon¨¦s no sea de buen nivel y de adecuada intensidad. Podr¨ªamos dar ejemplos, sobre todo en el campo de las artes visuales. S¨®lo la lista de exposiciones que en este momento est¨¢n abiertas en Barcelona nos acredita por encima de muchas capitales: Gargallo, T¨¤pies, Amat, Anglada Camarassa, Fragonard, Mir¨®, Gego, Barcel¨®, Picasso, las colecciones del Metropolitan de Nueva York, etc¨¦tera, son exposiciones que, comentadas y divulgadas, tendr¨ªan que elevar nuestra autoestima y abrir sin temores ni complejos un di¨¢logo internacional de alto voltaje. Con ellas no s¨®lo se articula una puesta al d¨ªa de la cultura art¨ªstica, sino que se ofrecen unas buenas pautas de di¨¢logo.
La obra en metal de Gargallo, con el descubrimiento de los vac¨ªos c¨®ncavos, la linealidad del dibujo y la caricatura sint¨¦tica, parece un manifiesto a favor de la modernidad
Por ejemplo, vale la pena comentar la exposici¨®n Gargallo, en La Pedrera, organizada por la Fundaci¨®n Caixa Catalunya, dirigida desde no hace mucho por ?lex Susanna, porque explica uno de los momentos m¨¢s latentes pero m¨¢s equ¨ªvocos de las vanguardias en Catalu?a con ecos y repercusi¨®n internacional. Y lo explica gracias a la buena selecci¨®n de obras y a los puntos de vista hist¨®ricos y culturales, hasta el punto de que el panorama para la reflexi¨®n y el debate quiz¨¢ sea m¨¢s importante que la precisa calidad de las obras.
Gargallo es un artista que empez¨® dentro de las derivaciones de la escultura modernista decorativa -u ornamental, al servicio del ornamento arquitect¨®nico de la ¨¦poca de Dom¨¨nech i Montaner-, que busc¨® la transici¨®n hacia las expresiones sint¨¦ticas de la vanguardia, pero que no se acab¨® de desprender de algunas persistencias conservadoras como testimonio de sus mismos or¨ªgenes. Muri¨® demasiado joven para culminar con una ruptura radical una evoluci¨®n tan prometedora, quiz¨¢ menos arriesgada que la de sus compa?eros esencialmente revolucionarios, pero sellada con el marchamo de un especial buen gusto y una inteligente porosidad abierta a los nuevos valores.
Hay un largo periodo inicial en la obra de Gargallo que sigue pareci¨¦ndome de una extraordinaria consistencia: las esculturas que pertenecen a unos esquemas gestuales modernistas pero que se presentan con una formalizaci¨®n muy cercana al novecentismo. A pesar de ello, es una obra muy distinta a la de su contempor¨¢neo Manolo Hugu¨¦, en la que casi no queda ning¨²n rastro modernista y se utilizan s¨®lo los valores vanguardistas de una ideal interpretaci¨®n cl¨¢sica y una expresi¨®n antirrom¨¢ntica de la forma y del tema. Una vanguardia apoyada en los mismos c¨¢nones cl¨¢sicos con ruptura formal, pero con vocaci¨®n de pertenencia.
La intensa y trascendental obra en metal de Gargallo, con el descubrimiento de los vac¨ªos c¨®ncavos y la linealidad del dibujo y de la caricatura sint¨¦tica, parece un largo manifiesto a favor de una modernidad casi instrumental, concretada en los m¨¦todos expresivos m¨¢s que en los contenidos tem¨¢ticos o compositivos. Hay dos obras citadas muy a menudo que, precisamente porque ya caen en el estilismo, con tendencia al amaneramiento, explican muy bien ese proceso y esas referencias. Una es el tan conocido Gran profeta de 1933: la figura, el gesto volum¨¦trico, la composici¨®n y la expresi¨®n pertenecen al linaje del modernismo y de la ornamentaci¨®n escult¨®rica de la arquitectura beaux arts, aunque el lenguaje introduce formas expresivas que se refieren a algunos experimentos de la vanguardia. Ur¨¤, tambi¨¦n de 1933, es seguramente el ejemplo m¨¢s evidente de otro fen¨®meno: la escultura se disfraza con elementos ling¨¹¨ªsticos que provienen directamente de los m¨¦todos decorativos, incluso de los m¨¦todos geom¨¦tricos de la decoraci¨®n acad¨¦mica, en los cuales es f¨¢cil encontrar la reacci¨®n antivanguardia del art d¨¦co.
Quiz¨¢ esos recursos decorativos sean el aspecto menos afortunado de Gargallo y los que interrumpen su propia l¨ªnea evolutiva hacia una modernidad que aspiraba a ser m¨¢s radical. Si comparamos estas obras con las de su contempor¨¢neo Juli Gonz¨¢lez, comprenderemos y clasificaremos mejor esas concesiones ornamentales de Gargallo y entenderemos porqu¨¦ un faral¨¢ de la Bailarina, los gestos todav¨ªa rom¨¢nticos del David o del Profeta, las pesta?as de Greta Garbo, m¨¢s que respuestas o indicaciones escult¨®ricas, son residuos ornamentales que pueden inducir a interpretar sus esculturas seg¨²n los t¨¦rminos fr¨ªvolos del bibelot o, en algunos casos, seg¨²n los trazos inteligentes de la caricatura y la ilustraci¨®n gr¨¢fica.
Curiosamente, las piezas m¨¢s alejadas del bibelot son las peque?as m¨¢scaras de las primeras d¨¦cadas del siglo, a pesar de que el tema y el tama?o inducir¨ªan a considerarlas as¨ª. Es cierto que en ellas se anticipa la generaci¨®n geom¨¦trica y la descomposici¨®n m¨¢s ornamental que cubista en muchos detalles que parecen provenir de la orfebrer¨ªa, pero la tensi¨®n casi teatral entre figuraci¨®n y abstracci¨®n es mucho m¨¢s potente que en las obras, ya desgajadas de las vanguardias, de los a?os treinta.
Una exposici¨®n admirable que permite opinar sobre los complejos caminos de la modernidad en la obra de un escultor sorprendido y abatido en medio de la gran batalla internacional.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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