Deslumbrante

Pierre-Laurent Aimard, que el a?o pr¨®ximo cumplir¨¢ 50 a?os, ha dejado a pasos agigantados en los ¨²ltimos tiempos de ser ese pianista emergente, de culto y un poco marginal, que se mov¨ªa casi en exclusividad por el repertorio m¨¢s actual. Su calidad fuera de serie ha acabado por imponerse y ahora est¨¢ situado, seg¨²n los criterios m¨¢s exigentes, en la cresta de la ola.

Harnoncourt lo invit¨® el pasado enero a participar en el acto inaugural del a?o Mozart en Salzburgo. Berl¨ªn le ha hecho su pianista residente para el a?o 2007 y el Festival de Lucerna, su principal artista invitado el pr¨®ximo verano.

En estos ciclos de Grandes Int¨¦rpretes Aimard se present¨® hace un par de a?os con un programa erizado de dificultades con Beethoven, Debussy y Ligeti, que resolvi¨® con una brillantez asombrosa. Ahora, ha vuelto a deslumbrar con un Schumann extraordinario y un Messiaen insuperable.

Fuerza

Pierre-Laurent Aimard es un pianista que contempla la historia de la m¨²sica desde el siglo XXI. Sus lecturas son de una enorme transparencia y de una inaudita fuerza interpretativa, lo que podr¨ªamos denominar de una objetividad expresiva.

Experto consumado en autores de la segunda mitad del siglo XX, hay algo en sus planteamientos de didactismo (en la Escuela Superior de M¨²sica Reina Sof¨ªa dio el lunes una master-class dedicada principalmente a Ligeti), pero siempre desde una perspectiva l¨²dico-cient¨ªfica. El rigor es apabullante y tambi¨¦n el dominio de recursos t¨¦cnicos.

Fue el suyo uno de los mejores recitales del a?o que se escapa, con un arco iris de sonoridades embriagantes desplegadas en torno a Messiaen y seis de sus miradas del Ni?o Jes¨²s, precisamente la obra que en su totalidad supuso tal vez la cima interpretativa de la ¨²ltima d¨¦cada en la Semana de M¨²sica Religiosa de Cuenca. El ¨¦xito fue apote¨®sico. Y merecido. Estamos ante una de las referencias indispensables del pianismo de nuestros d¨ªas.