Sobrevivir a la loter¨ªa
As¨ª es la vida m¨¢s de 15 a?os despues de ganar cinco millones de euros
La historia de Juan y Manuel ocurri¨® en dos d¨ªas parecidos al de hoy. Entonces tambi¨¦n se repart¨ªan muchos millones. A ambos les toc¨® la loter¨ªa hace m¨¢s de 15 a?os. La Primitiva. En el peque?o pueblo de Pontevedra en el que residen. Recibieron 900 y 1.200 millones de pesetas (Cinco millones y medio y siete millones doscientos mil euros), respectivamente. Con tres a?os de diferencia. Pero no hay una sola forma de comportarse frente al dinero, y ellos emplearon su fortuna de forma distinta.
Probablemente, mientras usted compraba los d¨¦cimos para el Gordo de Navidad fantaseaba con el destino que dar¨ªa a esos suculentos millones que podr¨ªan tocarle. ?Un viaje alrededor del mundo? ?Un Mercedes? ?Fichar a Ronaldinho para que juegue en su jard¨ªn? ?Ostras y champ¨¢n sobre s¨¢banas de raso cada ma?ana?
Dos vecinos del mismo pueblo gallego ganaron mil millones de pesetas con tres a?os de diferencia
Esto fue lo que hicieron Juan y Manuel. El primero sali¨® corriendo. Se fue del pueblo hasta que ¨¦l, su familia y sus vecinos asimilaran la noticia. El otro construy¨® una mansi¨®n a imagen y semejanza del rancho del famoso protagonista de la serie Dallas, J. R., en el que vive desde entonces. Eso s¨ª, coincidieron en algo. El primer paso que dieron los dos fue dejar de trabajar. De inmediato.
Juan F. fue el primero al que le sonri¨® la suerte. Era 1988 y ten¨ªa 34 a?os. Trabajaba en una f¨¢brica de Citro?n desde los 20. Hab¨ªa entrado en la cadena de producci¨®n, y despu¨¦s lo hab¨ªan trasladado al departamento de expediciones. Ese d¨ªa ten¨ªa turno de tarde. Fue a desayunar al bar y despu¨¦s pas¨® por un quiosco. Hab¨ªa un gran revuelo. Todos comentaban que el ganador de la loter¨ªa hab¨ªa sellado el boleto en el pueblo. Peri¨®dico en mano, Juan se dirigi¨® a su casa, donde comprob¨®, at¨®nito, que era el ganador. Ten¨ªa 904 millones m¨¢s.
"Me qued¨¦ como atontado y sal¨ª corriendo hacia Vigo, a recoger a mi mujer, que trabajaba en una f¨¢brica de confecci¨®n", recuerda ahora, en la misma cafeter¨ªa a la que sol¨ªa ir entonces, con una copa de whisky en una mano y un puro en la otra. "Ten¨ªa la necesidad de desaparecer. De repente me sent¨ª como en una nube. Y la noticia corri¨® como la p¨®lvora". Su mujer no se lo cre¨ªa. ?l ya no volvi¨® esa tarde al trabajo. Ni nunca. Ella tambi¨¦n abandon¨® el empleo. Era verano, as¨ª que cogieron a sus dos hijos y se fueron a Tenerife. "Yo tengo all¨ª familia a la que mi mujer no conoc¨ªa. Y, eso s¨ª, fueron unas vacaciones a cuerpo de rey". Pero sin estridencias. Buenos hoteles, buenos restaurantes y poco m¨¢s. Esta familia de millonarios no recuerda ninguna extravagancia. Ni ning¨²n impulso de consumo fren¨¦tico. No han alquilado castillos en Escocia ni tienen ocho coches esper¨¢ndoles en el garaje. "Hombre, hemos hecho cosas que antes eran impensables, como un crucero por el Caribe, conocer Estados Unidos o tener un Mercedes, pero no tenemos grandes caprichos", afirma.
Despu¨¦s de sus primeras vacaciones como ricos se fueron a Alicante, donde se quedaron dos a?os. No quer¨ªan volver al pueblo. Cre¨ªan que era necesario poner tierra de por medio. "Nos compramos una casa. Sin hipotecas, claro. Y estuvimos descansando y pensando qu¨¦ hacer", explica. Su nueva vida con dinero a espuertas les liber¨® de obligaciones fastidiosas. "Llev¨¢bamos a los ni?os al colegio, ¨ªbamos al gimnasio, a pasear, conocimos la costa del Mediterr¨¢neo", recuerda Juan. Y asimilaban los millones. "Porque de verdad que no es f¨¢cil hacerte a la idea", asegura.
Poco a poco empezaron a hacer viajes cortos al pueblo. Y la gente se fue acostumbrando a verlos de nuevo por all¨ª... y a que fueran ricos. "Al principio, fue un poco raro", se?ala Juan. "Ven¨ªan todo tipo de personas a las que yo no conoc¨ªa a proponerme que invirtiera en quien sabe qu¨¦. Todos me aseguraban que era el negocio del siglo". Pero Juan no se dej¨® engatusar. Retir¨® al director de su banco y lo convirti¨® en su asesor financiero personal. Y volvi¨® al pueblo con la familia, donde viven desde entonces. Han pasado ya 16 a?os. Se compraron una casa con jard¨ªn, bonita pero sencilla. "Lo mejor de todo es hacer siempre lo que te apetece en cada momento. Sin compromiso alguno. Si quiero levantarme a las ocho de la ma?ana, bien, pero si prefiero hacerlo a las once, tambi¨¦n. Hago viajes cortos por Espa?a cuando me apetece. Sin atascos ni colas en los aviones Paseo, juego al golf, tomo caf¨¦ con los amigos. Porque eso s¨ª, hemos conseguido que todo el mundo nos trate como antes". En el pueblo no hay envidias ni maledicencias. Al menos aparentes. Los vecinos coinciden en que Juan es un tipo normal, que vive sin ostentaci¨®n y que est¨¢ siempre con sus amigos de toda la vida. Se habla de ¨¦l con cari?o. Ahora ha montado una empresa que, entre otras cosas, ha construido unas casas en Mallorca. ?Otra vez trabajando? "S¨ª bueno, pero esto es otra cosa", dice. "No tengo que madrugar para abrir la oficina".
Ten¨ªan dos hijos cuando les toc¨® la loter¨ªa. Ahora tienen tres. Y parece que todos han seguido la consigna familiar de la sencillez. No han hecho grandes listas para los Reyes Magos, ni han pedido Ferraris al cumplir los 18. "Nunca han querido nada extravagante", relata su padre. "Podr¨ªan haber pretendido vivir de las rentas, pero no". Los dos mayores son uno economista y el otro arquitecto. "El arquitecto acab¨® la carrera en enero y se puso a trabajar ipso facto", cuenta, orgulloso, Juan. "Ni vacaciones ni nada".
?Lo mejor de haber ganado la loter¨ªa? "Tener todo el tiempo del mundo para hacer lo que me da la gana". Este a?o juega al Gordo. "Pero por compromiso, ?eh?". No tiene objeci¨®n en contar su historia. Pero sin fotos y sin apellidos.
El rancho de Dallas
Cuando Juan volvi¨® a Galicia, dos a?os despu¨¦s de ganar la loter¨ªa, la fortuna volvi¨® a bendecir al pueblo. A otro vecino, Manuel le tocaron 1.200 millones de pesetas. Pero le rodea el misterio. No quiere hablar. Ni con periodistas ni con nadie m¨¢s del pueblo, seg¨²n dicen all¨ª. Era pe¨®n. Cuentan que regal¨® 25 millones a cada uno de sus 10 hermanos. Y se construy¨® una casa igual que la de J. R. en la serie Dallas. Es una inmensa mansi¨®n de piedra gris con cinco chimeneas, piscina y cancha de tenis. Se dice que, descontento con la construcci¨®n de la casa, mand¨® a los arquitectos a Estados Unidos para que vieran en vivo el lugar en el que se hab¨ªa grabado Dallas.
Ante el silencio del millonario, los vecinos no paran de especular sobre su fortuna e infortunios. Est¨¢n convencidos de que no supo asimilar el premio, que se le subi¨® a la cabeza y que no parece un hombre feliz. Pero todo esto no deja de ser parte de la leyenda. Lo ¨²nico cierto son los 1.200 millones, la mansi¨®n, que efectivamente se parece al rancho de J. R., y que apenas tiene relaci¨®n con la gente del pueblo, donde se ha premiado la sencillez de Juan frente a la reserva de Manuel. Ellos viven a escasos cuatro kil¨®metros de distancia y, aunque no son amigos, coinciden todas las ma?anas desayunando en la misma cafeter¨ªa.
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