Noche de paz
Ayer estuve escuchando por la radio el sorteo de la loter¨ªa de Navidad, en espera de noticias sobre la reuni¨®n de Zapatero y Rajoy. La paz es un sentimiento muy navide?o, aunque el ajetreo de las Navidades no resulte pac¨ªfico por culpa de las comidas de empresa, las compras, los viajes y las reuniones familiares. Los hermanos se re¨²nen para recordar a los ausentes y cantar villancicos de paz, pero no es dif¨ªcil que acaben con los rencores flotando como hielos en los vasos de whisky. Una lista de antiguas ofensas amarga el sabor de los mantecados. El pasado y el futuro se mezclan sobre los manteles como un estribillo en los versos de las canciones, convirtiendo los argumentos y las comidas en una negociaci¨®n. Los ni?os de San Ildefonso cantaban los n¨²meros de la suerte, sali¨® el premio gordo, o¨ª que algunos d¨¦cimos se hab¨ªan vendido en Bilbao y en Vitoria, y quise interpretar la rueda de la fortuna como un buen presagio. Las Navidades y las funciones escolares, con los neopastorcillos sobre el escenario y las bocas abiertas igual que c¨¢maras fotogr¨¢ficas en el patio de butacas, nos ablandan la raz¨®n. No parece que el proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco pueda confiarse a la loter¨ªa, ni que los entonados villancicos sobre la hermandad universal vayan a rebajar las tensiones del conflicto en estas noches de paz, noches de amor, ha nacido el redentor. Conviene, por el contrario, hacer un esfuerzo por conservar la cabeza fr¨ªa, sin j¨²bilos falsos ni rencores podridos, para sentarse a la mesa y negociar con los estribillos de las cosas que vienen y se van. En medio de tanto p¨¢jaro de mal ag¨¹ero, parece oportuno defender el coraje democr¨¢tico.
La violencia y el proceso de paz no son un asunto propio de batalla entre el Gobierno y la oposici¨®n, sino un problema de la sociedad espa?ola. Resulta, por tanto, inaceptable que en vez de colaborar con el Gobierno en la soluci¨®n del conflicto, la oposici¨®n se dedique a hacer demagogia pol¨ªtica para desgastar la imagen del presidente e impedir que el cese de la violencia pueda entenderse como un logro del PSOE. Si se observa el funcionamiento de la polic¨ªa y de los ¨®rganos judiciales, no hay ninguna base real que justifique las acusaciones de derrota, ruptura de Espa?a o cesi¨®n al chantaje que el PP lanza contra el Gobierno. Lo que existe realmente es una escandalosa deslealtad del PP, que pretende debilitar la posici¨®n de los representantes del Estado y dificultar sus posibilidades pol¨ªticas de conseguir la paz. Conviene tener en cuenta tambi¨¦n que las acciones criminales de ETA son inseparables de una situaci¨®n pol¨ªtica determinada en el Pa¨ªs Vasco. Esto significa que el Gobierno debe ser al mismo tiempo firme y flexible: firme, a la hora de perseguir a los criminales que atentan contra los valores b¨¢sicos de la vida y la libertad democr¨¢tica; y flexible a la hora de dialogar y llegar a acuerdos que permitan la normalizaci¨®n pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco. Estamos demasiado acostumbrados a opinar, desde Andaluc¨ªa o desde cualquier parte de Espa?a, sin tener en cuenta la fragmentada realidad vasca. Los dem¨®cratas no podemos tenerle miedo a la democracia, porque es nuestra justificaci¨®n contra los terroristas. Solucionar el tema de la dispersi¨®n de los presos de ETA, es decir, estar en contra de que una madre deba recorrer 1.000 kil¨®metros para visitar en una c¨¢rcel a su hijo delincuente, no es una cesi¨®n al chantaje terrorista, sino un reconocimiento de derechos humanos y democr¨¢ticos. Me atrevo, incluso, a sostener que revisar la Ley de Partidos, contra la que siempre se manifestaron las fuerzas pol¨ªticas que gobiernan democr¨¢ticamente el Pa¨ªs Vasco, no supondr¨ªa la claudicaci¨®n ante los criminales, sino la configuraci¨®n legal, despu¨¦s de tres a?os sin asesinatos, de una v¨ªa pol¨ªtica que disuelva el protagonismo de la violencia. La sociedad civil debe exigirle al PP que cese en su campa?a de intoxicaci¨®n, y exigirle al Gobierno que asuma el coraje democr¨¢tico necesario para llevar a cabo el proceso de paz.
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