Arrepentido, que no traidor
?ste es un libro insensato escrito por un autor perfectamente sensato. Sin duda constituye una insensatez escribir en estos tiempos, de manifiesta retirada de los lectores, un libro de m¨¢s de 350 p¨¢ginas sobre un asunto abstracto. Ya ser¨ªa una insensatez escribirlo sobre el tema m¨¢s ligero, divertido o truculento, pero encima hacerlo ?sobre teor¨ªa moral! parece superar casi todos los l¨ªmites recomendados por el sentido com¨²n. Y es, por a?adidura, una insensatez no menor decidirse a editarlo. Estamos, pues, ante un libro insensato que ha sido posible gracias a la favorable constelaci¨®n astral de dos insensatos, el autor y el editor (ya veterano en semejantes aventuras: baste con recordar la publicaci¨®n del monumental libro de Derek Parfit Razones y personas).
Lo que ocurre es que probablemente con la insensatez ocurra algo parecido a lo que ocurre con el colesterol, que lo hay (seg¨²n dicen los que saben de estas cosas) de dos tipos, bueno y malo. La insensatez del presente libro es, sin duda, la insensatez buena, aqu¨¦lla por la que los lectores debemos estar agradecidos a su autor. Porque Antonio Valdecantos pone en nuestras manos un trabajo cuidadosamente armado a partir de una hip¨®tesis robusta, inquietante e inteligente, a saber, la de la necesidad de cuestionar el sagrado valor de la integridad, de la coherencia, de la perfecta armon¨ªa con uno mismo como nortes y gu¨ªas de la actividad moral, sin por ello incurrir en ninguno de los consabidos elogios de la traici¨®n en boga hace unos a?os (no en vano la figura de la que se hace aqu¨ª la apolog¨ªa no es la del traidor, sino la del arrepentido).
Pero adem¨¢s de los m¨¦ritos te¨®ricos propiamente dichos, este texto re¨²ne tambi¨¦n otros, nada menores, y tal vez en especial importantes para un lector interesado sin m¨¢s en las ideas, en los avatares del pensamiento en estos tiempos. Se me permitir¨¢ que ilustre a trav¨¦s de una an¨¦cdota el m¨¦rito que pretendo se?alar. Hace unos a?os (hacia principios de los noventa), Gianni Vattimo acudi¨® a Barcelona a presentar su libro La sociedad transparente. En el acto de presentaci¨®n intervino, en pen¨²ltimo lugar, una fil¨®sofa que debi¨® parecerle al pensador italiano algo grandilocuente porque, cuando lleg¨® su turno, inici¨® la intervenci¨®n de clausura mencionando lo que su madre, siendo ¨¦l ni?o, le sol¨ªa aconsejar: "Habla como comes". Pues bien, Antonio Valdecantos no s¨¦ si habla como come (en realidad, ignoro de qu¨¦ forma come), pero s¨ª s¨¦ que escribe como habla. Esto es, con claridad y gracia (aunque con alguna peligrosa tendencia a deslizarse hacia el anacoluto).
No obstante, una matizaci¨®n
conviene introducir a este respecto: la claridad y la gracia expositivas que manifiesta Antonio Valdecantos no son postizas ni afectadas. No constituyen un mero recurso ret¨®rico para captar la atenci¨®n del lector, sino que expresan la forma en la que ¨¦l concibe lo que alguien llam¨® la tarea de pensar, esto es, una manera de entender la pr¨¢ctica del fil¨®sofo -empe?ado siempre, por definici¨®n, en persuadir a los dem¨¢s de sus propias dudas-. Por eso no tiene nada de extra?o el resultado obtenido: un escrito que fluye, agradable y por momentos brillante (especial menci¨®n a los t¨ªtulos de los ep¨ªgrafes), bajo los ojos del lector, que lo podr¨¢ leer como se lee la m¨¢s entretenida novela, la cual, a su vez, la valoramos as¨ª cuando nos atrapa a pesar de que conozcamos buena parte de su argumento, o incluso su final (o sea, que el asesino no aparece por ninguna parte).
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