Atisbos del Apocalipsis
Dos son los aspectos mayores -pero ninguno el fundamental- a destacar en esta antolog¨ªa de cuentos fant¨¢sticos de H. G. Wells (1866-1946). El primero es la traducci¨®n primorosa de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz, que permite disfrutar lo que no muestran a menudo otras versiones del autor ingl¨¦s: su capacidad ¨²nica para deslizarnos a trav¨¦s de un relato, la consistencia y elasticidad de su estilo, la precisi¨®n con que se nos brinda a trav¨¦s del detalle el asombro progresivo de aquellos que se ven envueltos en la trama. Mientras leemos, no somos testigos de unos hechos improbables o imposibles, sino aliados de los protagonistas en una peripecia implacable. As¨ª, el relato de una colisi¨®n astron¨®mica que perturba la Tierra y se inicia como mero -tan t¨ªpico- mon¨®logo de un hombre de ciencia algo apenado por la boba soberbia inherente al ser humano, sin alterarse un punto en emoci¨®n, evoluciona y nos asalta de este modo: "Hasta que empez¨® a amanecer en Londres, se ocult¨® P¨®lux y palidecieron las estrellas en lo alto del cielo (...) Pero lo vio el polic¨ªa que bostezaba, y lo vieron tambi¨¦n las ocupadas multitudes de los mercados que se detuvieron con la boca abierta, los trabajadores que iban a sus tareas en buena hora, los lecheros, los repartidores de peri¨®dicos, los juerguistas que volv¨ªan a casa hastiados y p¨¢lidos, los vagabundos sin hogar, los vigilantes en sus rondas y, en el campo, los jornaleros que caminaban entre surcos y los cazadores furtivos que regresaban sigilosos..." (El astro). De ese modo, tanto o m¨¢s que en la invenci¨®n de los argumentos, se estaba forjando el imaginario apocal¨ªptico del siglo XX: describiendo el pasmo de las masas, pero tambi¨¦n, y ah¨ª es donde Wells era y sigue siendo un maestro, la no menos grande estupefacci¨®n del hombre corriente, all¨ª donde encuentra un atisbo de ilusi¨®n a la mezquindad o al tedio de su vida y esa ilusi¨®n se convierte en v¨¦rtigo insondable.
LOS OJOS DE DAVIDSON
H. G. Wells
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis
L¨®pez Mu?oz
Atalanta. Girona, 2006
176 p¨¢ginas. 16 euros
El otro aspecto mayor al que
hac¨ªa referencia -pero, insisto, no el fundamental- es el distinguido pr¨®logo de Alberto Manguel para esta edici¨®n: luminoso, did¨¢ctico y sin duda una inmejorable gu¨ªa a la lectura de Wells. Pero no a esta lectura, no a estos cuentos, no ya, salvo La puerta en el muro, ausente en esta selecci¨®n, a ning¨²n cuento de Wells. Y ¨¦se es, por desgracia, el aspecto fundamental que lastra la buena intenci¨®n de este volumen.
Wells basaba sus historias fant¨¢sticas en la combinaci¨®n de tres elementos: ciencia, pol¨ªtica y aventura. Hoy d¨ªa, la ciencia, la seudociencia y toda la parafernalia de la ciencia-ficci¨®n, han canibalizado hasta la m¨¦dula sus aportaciones; la pol¨ªtica es un peri¨®dico atrasado de hace m¨¢s de un siglo y, debido a las dos causas anteriores, la aventura ha dejado de interesarnos como tal. Lo triste de los relatos aqu¨ª reunidos es que, sin haberlos le¨ªdo, conocemos su desenlace. Lo irritante, por mera simpat¨ªa hacia el autor, es que su principal defecto, el subrayado tem¨¢tico, cuando no la moraleja, quedan demasiado a la vista (quiz¨¢ ¨¦se es el motivo de que al final de El astro nos sorprendamos exclamando: "?Por Dios bendito, Mister Wells, tache esas ¨²ltimas cuatro l¨ªneas!"). Por retomar un planteamiento de Manguel, nos da igual que haya puntos en com¨²n entre El cuento m¨¢s hermoso del mundo de Kipling y Los ojos de Davidson. El primero parece escrito ayer y deslumbra; el segundo lo hubiera rechazado un editor hace ya mucho tiempo. O, por decirlo de otro modo, donde la fantas¨ªa caduca o es superada, la imaginaci¨®n creadora persiste. ?se es tambi¨¦n el motivo de la vigencia de algunas de las primeras novelas de Wells; perduran por el modo en que llevan a un hombre com¨²n hasta el umbral de lo inaudito y, luego, con un estremecimiento, bastante m¨¢s all¨¢. Y ah¨ª sigue el asombro que a¨²n encontramos en La m¨¢quina del tiempo, en El hombre invisible, en La puerta en el muro, o hallar¨ªamos en este mismo volumen, si no hubiera sido superado por el muy semejante relato anterior, en El huevo de cristal. Es la tragedia del anticuario Cave aquello que nos importa; lo maravilloso, adem¨¢s de darle oportuno sentido al relato, no s¨®lo hace m¨¢s conmovedora su tragedia, la vuelve general. Pero lo maravilloso viene despu¨¦s. Y sin tesis, ni f¨¢bula moralizante, como en la muy obvia El pa¨ªs de los ciegos.
En las librer¨ªas hay muchas
ediciones de ese "primer Wells" que se?alaba Borges en un magn¨ªfico ensayo de Otras inquisiciones. Si el lector es un gran aficionado, aqu¨ª encontrar¨¢ esos dos aspectos mayores a los que nos refer¨ªamos m¨¢s arriba. Entretanto, quedamos a la espera de que los editores se animen con algunas de las obras menos conocidas o descatalogadas, pienso en Experimento de autobiograf¨ªa, de este autor admirable en muchos sentidos.
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