"Hay una tercera mujer que toma decisiones y le gusta la lencer¨ªa"
Desde un discurso antidogm¨¢tico y discutido, Gilles Lipovetsky (1944) ha analizado la funci¨®n individualizadora de la moda y del "lujo emocional", el fin de la posmodernidad o la aparici¨®n de la "tercera mujer". En los ochenta se consagr¨® como uno de los soci¨®logos y pensadores franceses m¨¢s influyentes, con obras como La era del vac¨ªo o El imperio de lo ef¨ªmero. Ahora acaba de publicar Los tiempos hipermodernos (Anagrama) y de clausurar el congreso Mal¨ªsimas (Brujas, sensuales y creadoras) en Octubre Centre de Cultura Contempor¨¤nia de Valencia.
Pregunta. ?Pervive la imagen hist¨®rica de la mujer perversa?
Respuesta. Es de las m¨¢s antiguas. Pero desde hace unos 50 a?os est¨¢ desapareciendo por nuestra forma de vivir. En la publicidad permanece, pero en una segunda lectura, en un juego textual.
"La democratizaci¨®n del lujo es la expresi¨®n de una sociedad que aprovecha el presente"
"El pasado se vuelve pol¨¦mico. Y en el presente, vivimos en la moda, el consumismo"
P. Pero sigue vendiendo...
R. Es una imagen interesada que puede producir nostalgia, como la moda vintage. Pero las connotaciones ya no existen. Es para perfumes, cosm¨¦ticos. Lo que queda del estereotipo de la mujer fatal es la belleza. La mujer es bella, pero no perversa.
P. ?Es La tercera mujer de la que hablaba en su libro?
R. La tercera mujer combina la din¨¢mica de la transici¨®n del modelo feminista con cierta imposici¨®n de la tradici¨®n. Retoma valores como asumir su feminidad.
P. ?Sigue siendo usted objeto de cr¨ªticas de grupos feministas?
R. Intento comprender, no justificar. S¨®lo propongo una teor¨ªa. Lo ¨²nico que digo es que las mujeres cada vez van asumiendo mayor poder, sobre todo pol¨ªtico, pero las diferencias existen. Pienso en c¨®mo pensar la feminidad dentro del feminismo. La mujer goza, toma decisiones, pero tambi¨¦n le gusta la lencer¨ªa. Para m¨ª es comprensible. La mujer que compra lencer¨ªa sexy no es una mujer objeto. Encarna una feminidad. Quiere ser tan aut¨®noma como un se?or, pero no quiere parecer un hombre.
P. ?Esta situaci¨®n puede perpetuar el dominio masculino?
R. No creo. La dominaci¨®n masculina se ha quedado relegada al poder econ¨®mico. En la esfera privada, las mujeres act¨²an como los hombres. Ellas piden el divorcio; van a la escuela, obtienen diplomas. El discurso feminista del siglo XXI tendr¨¢ que construirse m¨¢s all¨¢ del victimismo, de la dominaci¨®n masculina. Hay otros problemas, como la nueva pobreza de las mujeres. Y otros elementos que nos retornan a ese pasado, como la inmigraci¨®n. Se puede reproducir un modelo machista: las mujeres pueden estar hechas para ser violadas; para estar siempre en casa. Pero es un modelo pasado.
P. ?Ya no hay machismo en las sociedades m¨¢s desarrolladas?
R. Se ha perdido el discurso machista de la superioridad del hombre, que la mujer debe estar en casa. Pero las mujeres siguen haciendo la mayor¨ªa de trabajos en casa, porque perviven actitudes concretas, pero no dir¨ªa que es machismo. Los hombres tambi¨¦n hacen cosas, aunque como respuesta a la demanda femenina: 'Ve a comprar al s¨²per, ve a buscar tal cosa...'
P. ?El hombre y la mujer desempe?an el mismo papel en lo que llama "democratizaci¨®n del lujo"?
R. En mi libro [El lujo eterno] hablaba de la feminizaci¨®n del lujo. Empieza en el siglo XVIII y contin¨²a, porque el lujo es cada vez m¨¢s sensual y no es para mostrar poder. Responde a las aspiraciones del individuo, que quiere cosas bonitas. Quiere un coche y que el interior sea agradable. Pasamos de un lujo f¨ªsico, de cosas materiales, a un lujo emocional. Y lo emocional es muy femenino y est¨¢ asociado a la sensualidad. La sexualidad, el placer de los sentidos... es la feminizaci¨®n del lujo.
P. ?Este lujo no es una forma m¨¢s de legitimar el consumismo?
R. No. La democratizaci¨®n del lujo es sobre todo la expresi¨®n de una sociedad que quiere aprovechar el presente. Antes las clases pobres quer¨ªan sobrevivir; ahora, viajar y tener coches de marca. Esto potencia los valores hedonistas.
P. ?Es un avance?
R. Es una vieja pregunta que se remonta al menos al siglo XVII. Hay dos posiciones: la de Voltaire, que dice que es la expresi¨®n de la civilizaci¨®n; y la de Rousseau, que afirma que esto conduce al hedonismo y al final de las virtudes.
P. ?Y cu¨¢l es su opini¨®n?
R. (Sonr¨ªe) Es una pregunta embarazosa. No niego el derecho al lujo, ni hago apolog¨ªa. Hay formas de lujo que me chocan, pero no todas. En S?o Paulo hay un centro comercial de lujo a pocos metros de un poblado de favelas. Por otro lado, Louis Vuitton manda construir al arquitecto Frank Gehry la sede de su fundaci¨®n. Es incre¨ªble. No podemos condenarlo. Si suprimimos los objetos de lujo, la vida deviene triste. Es una forma de placer, pero tambi¨¦n me molesta, porque hay quien no tiene nada. Pero suprimiendo el lujo no vamos a acabar con la pobreza.
P. ?Puede apuntar algunas ideas de su ¨²ltimo libro?
R. La modernidad da sensaci¨®n de exceso. Todo tiene que ir siempre m¨¢s lejos. Al mismo tiempo, la gente busca un equilibrio. Intento mostrar la paradoja del tiempo. La sociedad hipermoderna est¨¢ centrada en el presente, el tiempo libre, el consumo. Al mismo tiempo surgen m¨¢s preguntas sobre el futuro y resurge el pasado. Creamos museos por todas partes y vuelven las religiones. Es la paradoja de la hipermodernidad, que supera la posmodernidad. El hombre destroza las interpretaciones de Mahoma. Se pide reparar los cr¨ªmenes hist¨®ricos de los occidentales. Pronto se pedir¨¢ a los espa?oles que rindan cuentas por la conquista de Am¨¦rica. El pasado se vuelve pol¨¦mico. Y en el presente, uno vive en la moda, la publicidad, la sensibilidad, el consumismo. Es una paradoja.
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