El 'reality' supera a la ficci¨®n
Se han hecho con la hegemon¨ªa absoluta de la programaci¨®n televisiva en Estados Unidos y en buena parte de Europa. Los 'reality shows', baratos, eficaces y extremadamente rentables, est¨¢n dejando por el camino muchas reputadas teleseries
A un lado, 40 enanos atados a una cuerda. Al otro, un elefante. Los 40 individuos intentan demostrar que pueden arrastrar un DC-10 mejor que el paquidermo. El p¨²blico que ve en directo el espect¨¢culo televisivo del a?o en Estados Unidos grita con pasi¨®n, dividido en sus preferencias. De todos los presentes, el elefante parece el m¨¢s esc¨¦ptico ante sus 15 minutos de fama. Comienza ?El hombre contra la bestia!, el reality de la Fox que santificar¨¢ el dominio del g¨¦nero.
Gan¨® el elefante.
?Qu¨¦ serie dram¨¢tica puede competir contra semejante disyuntiva? ?C¨®mo molestarse en seguir los complejos detalles narrativos de El ala oeste de la Casa Blanca si a la misma hora, en otro canal, un japon¨¦s compite contra un oso para ver qui¨¦n come m¨¢s perritos calientes? Dado que el oso es estadounidense, su enfrentamiento contra un japon¨¦s se presenta en la Fox como una reedici¨®n de la batalla de Midway.
De nuevo gan¨® el oso, aunque con peores modales en la mesa.
De aquello hace un tiempo, pero aquel programa de la Fox elev¨® el list¨®n de lo permisible en el g¨¦nero de los rea-lity y, sobre todo, asent¨® su dominio en las parrillas de Estados Unidos. S¨®lo hay una cosa m¨¢s f¨¢cil que encontrar detractores de este g¨¦nero: hallar seguidores. Por mucho que organizaciones como Activistas contra la Televisi¨®n Basura sigan protestando, por mucho que los mejores guionistas de Hollywood lamenten el declive de la producci¨®n dram¨¢tica, ha llegado la hora en la que todos en la industria, desde Rupert Murdoch hasta los guionistas de House, pasando por el tipo que se come una cucaracha en Fear factor, aceptan la permanencia del g¨¦nero y asumen que la televisi¨®n tiene nuevas normas. Para Murdoch, el panorama es suculento porque una hora de reality le cuesta de media 200.000 d¨®lares, frente a los 1,5 millones que vale una hora de teleserie; para los guionistas de House, el desempleo es una posibilidad; para el individuo de la cucaracha, la llegada del g¨¦nero le proporciona un ingreso en su cuenta, una posibilidad remota de ser famoso y, en el peor de los casos, una nueva experiencia gastron¨®mica.
Aunque Estados Unidos es el pa¨ªs que m¨¢s productos televisivos exporta, muchos de los realities que emite proceden de pa¨ªses europeos. Holanda e Inglaterra han demostrado ser una fuente inagotable de ideas que ha proporcionado algunos de los mayores ¨¦xitos recientes en Estados Unidos, como American idol, Gran hermano o Dancing with the stars.
Ning¨²n fen¨®meno televisivo ha sido tan revolucionario. Las cadenas de Estados Unidos, con una audiencia segmentada y escurridiza, no pueden justificar los elevados costes de producci¨®n de las series de ficci¨®n, que constitu¨ªan la espina dorsal del prime-time. Con la diversificaci¨®n de la oferta por el crecimiento de los canales de cable, el coste de la ficci¨®n aumentaba proporcionalmente al descenso en la audiencia y, a veces, en la calidad. Esta decadencia era especialmente palpable en la telecomedia, un g¨¦nero que parec¨ªa haber perdido su ingenio, su lustre y su futuro.
Ese declive ha recibido hace unos d¨ªas la sentencia final cuando la NBC anunci¨® que no volver¨¢ a emitir ficci¨®n en la franja de las ocho de la tarde, el horario en el que nacieron comedias tan legendarias como Cheers, Seinfeld o Friends. Aquellos ejemplos de impecable imaginaci¨®n narrativa son sustituidos por realities facilones y baratos, empe?ados en entretener a costa de rebajar el nivel intelectual de los espectadores, como Deal or no deal o 1 vs 100, ambos de la factor¨ªa holandesa Endemol. La NBC hab¨ªa ido preparando a su p¨²blico para esa reducci¨®n de calidad con la emisi¨®n a esa hora de realities tipo Fear factor, en el que los concursantes eran obligados a comer test¨ªculos de b¨²falo.
Hab¨ªa comenzado la gran mutaci¨®n televisiva de los ¨²ltimos a?os. Los ejecutivos de las televisiones se inventaron un eufemismo para estos programas: non-scripted shows (programas sin gui¨®n), lo que evita la categor¨ªa reality a cambio de mentir, porque si algo tienen es gui¨®n. Ya se pod¨ªa comprar un libro de John Saade y Joe Borgenicht con uno de los mejores t¨ªtulos de la literatura televisiva: Manual del concursante de 'realities': c¨®mo clavar una entrevista con los productores, formar alianzas con otros concursantes, tragarse una cucaracha y capitalizar tus 15 minutos de fama.
Para desgracia de los amantes de la ficci¨®n, la rentabilidad de los realities es espectacular. A su precio ajustado se suma su capacidad de atracci¨®n para los espectadores de entre 18 y 49 a?os, aquellos por los que los anunciantes pagan lo que les pidan las cadenas. El coste de Survivor, quiz¨¢ el m¨¢s caro, gira en torno a un mill¨®n de d¨®lares por episodio, una minucia comparada con los seis millones de los salarios de los actores de Friends en su ¨²ltimo a?o. Survivor, en la cadena CBS, y Friends, en NBC, se enfrentaron en la temporada 2000-2001; el choque era una colisi¨®n de g¨¦neros, un duelo entre el pasado y el presente. Que la audiencia quedara repartida fue premonitorio: a?os despu¨¦s, el elefante y los enanos ganaban de lejos a El ala oeste de la Casa Blanca.
En el verano de 2000 Survivor hab¨ªa alcanzado 51 millones de espectadores en su ¨²ltimo episodio, m¨¢s que los oscars. ?se fue el punto de inflexi¨®n: despert¨® un insaciable apetito en las cadenas por un g¨¦nero hasta entonces desconocido en Estados Unidos. Nadie quer¨ªa quedarse fuera de juego. Nadie hab¨ªa ca¨ªdo en que una cadena de cable, la MTV, llevaba a?os enganchando j¨®venes a su Real world con una simple premisa: observar la vida de siete j¨®venes en un piso de Nueva York.
Justo en ese momento surge el ascenso de un productor al que muchos otorgan el m¨¦rito de haber convertido los realities en un g¨¦nero estable: Mike Darnell. Desde su despacho en Fox, Darnell lleg¨® a la conclusi¨®n de que el ¨¦xito no estaba re?ido con el bochorno, y lo demostr¨® con bombazos como ?Qui¨¦n quiere casarse con un millonario? o Cuando los animales atacan, dos programas que parec¨ªan mezclados porque el millonario en cuesti¨®n result¨® estar acusado de agresi¨®n a su ex mujer.
Mientras, los responsables de Pop idol, un programa brit¨¢nico que triunfaba a comienzos del a?o 2002, hab¨ªan ido a parar al despacho de Darnell despu¨¦s de ser rechazados por ABC, NBC y CBS. Esas tres networks alegaban que dos programas con un formato similar, Making the band (ABC) y Pop stars (WB), hab¨ªan pasado sin pena ni gloria. A Darnell, sin embargo, le gustaba que Pop idol incluyera el casting, y decidi¨® apostar por el formato. La negociaci¨®n entre brit¨¢nicos y americanos termin¨® cuando el propio Rupert Murdoch, alertado por su hija Elizabeth desde Londres, orden¨® que se comprara inmediatamente pagando lo que hiciera falta.
"Por lo que haga falta" son las palabras con las que la Fox ha renovado el contrato de Simon Cowell, el ¨¢cido juez brit¨¢nico de American idol que se ha convertido en la estrella mejor pagada de la Fox. Cowell gana 36 millones de d¨®lares al a?o, un sueldo justificado porque American idol es el programa n¨²mero uno de Estados Unidos. Fox aterroriza a sus rivales cada enero, cuando comienza la temporada de Idol. Es tal su hegemon¨ªa que la ABC ha aprendido la lecci¨®n y retira series estrella, como Perdidos, para no malgastarlas.
Nadie sabe exactamente las razones por las que triunfa un producto determinado. ?Habr¨ªa sido lo mismo American idol sin Simon Cowell? ?Habr¨ªa funcionado Survivor en entornos menos ex¨®ticos? Cabe imaginar que es la combinaci¨®n de factores no predecibles la que proporciona la victoria: una idea interesante y bien ejecutada, unos concursantes carism¨¢ticos, un buen hueco en la programaci¨®n?
Triunfar no es f¨¢cil, pero intentarlo es barato. Antes de que la ABC lograra ¨¦xitos estables con The bachelor (El soltero), Extreme makeover (Maquillaje extremo) y ahora con Dancing with the stars (Bailando con las estrellas), la cadena program¨® otros t¨ªtulos. En Are you hot? (?Est¨¢s buena?), un burdo Lorenzo Lamas se?alaba la celulitis de las concursantes con un puntero l¨¢ser. En I'm a celebrity, get me out of here (Soy famoso, s¨¢quenme de aqu¨ª), famosos de segunda fila aspiraban a ser rescatados de una isla sin saber que el resto del mundo prefer¨ªa dejarlos all¨ª. Los cr¨ªticos dieron con el nombre para este tipo de realities: "humiliation television", la humillaci¨®n del concursante llevada al extremo.
Otra ventaja para los programadores es el descaro con el que pueden copiarse entre s¨ª. Si la ABC triunfa con Bailando con las estrellas, la Fox contraataca con Patinando con las estrellas; si uno gana con El soltero, otro saca Joe Millonaire, con un millonario de verdad que se hace pasar por alba?il y demuestra -gran experimento sociol¨®gico- la atracci¨®n sexual que genera el dinero. Si la Fox saca un reality de boxeo, la NBC se adelanta. Aunque es dif¨ªcil determinar qui¨¦n copia a qui¨¦n, los tribunales de Los ?ngeles han atendido demandas de plagio incluso entre los productores de American idol, que se acusan de haberse plagiado entre ellos, a pesar de que trabajan juntos.
Hay hasta 130 'realities' en emisi¨®n en EE UU. Hay incluso una cadena tem¨¢tica, Fox Reality. En la producci¨®n de realities est¨¢n metidos ricos (Donald Trump, en El aprendiz) y famosos (Heidi Klum con su Project runway, sobre moda). Est¨¢n todas las grandes cadenas y todas las peque?as, como Bravo, que ha logrado un hueco gracias a un grupo de gays que alecciona a un heterosexual sobre estilo y decoraci¨®n (Queer eye for the straight guy).
Como g¨¦nero definitivamente estable, los productores tratan de establecer los conceptos que pueden convertirse en fil¨®n. "Aspirar a ser famoso" es uno. "Ganar dinero" es de sobra conocido. "Querer salir en la tele" no basta. "Cambiar de cara" s¨ª. Los realities de cirug¨ªa pl¨¢stica (Extreme makeover, The swan) parecen apuesta segura. La MTV proporcion¨® al mundo uno de los mejores t¨ªtulos, I want a famous face (Quiero la cara de un famoso). El primer participante quer¨ªa el aspecto de Brad Pitt. Se lim¨® la nariz, se puso implantes en las mand¨ªbulas y porcelana en los dientes para pasar de no parecerse a Brad Pitt a no parecer un ser humano, aunque ¨¦l estaba moderadamente satisfecho.
Un concepto que parece tener ¨¦xito seguro es el "seudofamoso en entorno que subraye su estupidez". Paris Hilton estuvo dispuesta a mostrar su simpleza intelectual en A simple life, que mostraba a los ricos en situaciones tan de clase media como hacer la compra. Su madre prob¨® fortuna con I want to be a Hilton (Quiero ser un Hilton), segura de que existe gente cuya aspiraci¨®n vital es parecerse a Paris. Esos espec¨ªmenes garantizan la supervivencia del g¨¦nero.
A veces los t¨ªtulos son m¨¢s intrigantes que el programa, como dos realities de Discovery (s¨ª, Discovery) titulados I shouldn't be alive (No deber¨ªa estar vivo) o Surgery saved my life (La cirug¨ªa me salv¨® la vida). Otros son puro experimento, como Amish in the city (Amish en la ciudad), que agasaja a varios j¨®venes amish con los beneficios de la vida moderna para que luego decidan si quieren volver a sus campos de ma¨ªz. Tambi¨¦n los hay atrevidillos, dentro de los m¨¢rgenes morales que permite la televisi¨®n de este pa¨ªs; My bare lady, a punto de estrenarse en Fox, gira en torno a cuatro actrices porno que han de demostrar su capacidad para interpretar una obra cl¨¢sica en un teatro de Londres, aunque la promoci¨®n no esconde que interesa m¨¢s su pasado porno que su futuro shakespeariano.
Y hay, finalmente, aquellos que agradecen a los realities su capacidad para renovar el medio. El efecto de estos programas ya es palpable en productos de ficci¨®n como The Office. Algunos cineastas de culto empiezan a flirtear con el formato, como Sam Reimi, que prepara House of horrors para el canal CW. Los participantes "tendr¨¢n que intentar seguir vivos en una casa en la que se enfrentar¨¢n a sus peores pesadillas y en la que ir¨¢n muriendo uno a uno", dice la publicidad. Hay tambi¨¦n pol¨ªticos, como varios ex mandatarios canadienses, dispuestos a participar como jueces en El pr¨®ximo gran primer ministro, en la televisi¨®n de ese pa¨ªs. El actor Ben Affleck tiene su Project greenlight, que busca realizadores.
A nadie en la industria le queda duda de que los realities est¨¢n aqu¨ª para quedarse y lo han hecho con una modificaci¨®n profunda de los par¨¢metros por los que se mide la econom¨ªa y la audiencia en televisi¨®n, que puede permitirse ahora una programaci¨®n fresca todo el a?o, menos pel¨ªculas, menos series, menos enlatados y, sobre todo, competencia permanente. Los realities son, como dice Leslie Moonves, presidente de CBS, "la coca¨ªna de la televisi¨®n: te da un subid¨®n r¨¢pido, pero todo depende de su calidad y de lo que te dure".
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