Somalia, primer acto
Mogadiscio ha ca¨ªdo pr¨¢cticamente bajo el control del Ej¨¦rcito et¨ªope y las fuerzas leales al impotente gobierno leg¨ªtimo somal¨ª, mientras las milicias islamistas abandonan la capital de Somalia que controlaban desde junio. En pocos d¨ªas, los invasores et¨ªopes han desalojado del poder a los radicales islamistas que hab¨ªan ido extendiendo sin pausa su dominio en el sur y el centro de Somalia. Pero ver la guerra de Somalia como un conflicto en blanco y negro, donde los buenos invasores derrotan a los malos y devuelven el poder a un Gobierno reconocido ser¨ªa una grave simpleza. La situaci¨®n ahora, tanto en el m¨ªsero pa¨ªs como en el conjunto del cuerno de ?frica, es m¨¢s explosiva que hace un mes, cuando todav¨ªa no se hab¨ªa producido la intervenci¨®n de Addis Abeba, con el apoyo de Washington, para impedir que en su patio trasero se instale un poder que ha hecho de la sharia su ley y en abierta connivencia, al menos ideol¨®gica, con los objetivos de Al Qaeda.
Las milicias integristas en fuga han conseguido predicamento popular porque, pese a su integrismo religioso y m¨¦todos talib¨¢n, llevaron a Somalia el primer indicio de estabilidad en casi una veintena de a?os. El pa¨ªs musulm¨¢n no ha conocido en generaciones otra cosa que feroces dictaduras, guerras intestinas y el despotismo de caudillos locales, aderezado todo con sequ¨ªas y hambrunas b¨ªblicas. El inane Gobierno interino somal¨ª, cercado hasta hace unos d¨ªas en Baidoa, est¨¢ hecho b¨¢sicamente con los mimbres de aquellos desastres. Su falta de apoyo le ha impedido levantar la cabeza hasta que la dictadura del gran vecino cristiano ha llegado en su ayuda.
Tambi¨¦n es iluso creer que el aparente paseo militar et¨ªope zanja la situaci¨®n. Las fuerzas invasoras no pueden permanecer indefinidamente en Somalia, un enemigo hist¨®rico, donde no cuentan con el menor apoyo, ni siquiera entre quienes han sufrido el fanatismo de las milicias islamistas. Y un Gobierno que se instale en Mogadiscio con el auxilio de los et¨ªopes tiene nulas posibilidades de sobrevivir. Una eventual insurgencia contra ¨¦l atraer¨ªa a miles de somal¨ªes que habitan en pa¨ªses vecinos, adem¨¢s de a los yihadistas que ya han sido convocados a la guerra santa por los l¨ªderes fundamentalistas. Si el terrorismo islamista pone firmemente el pie en el cuerno de ?frica, desde donde se controla el flujo del petr¨®leo que cruza el mar Rojo, Osama Bin Laden habr¨¢ alcanzado el objetivo de abrir un tercer frente estrat¨¦gico para su causa.
La situaci¨®n en Somalia exige del Consejo de Seguridad de la ONU, que se ha reunido dos d¨ªas sin alcanzar ning¨²n acuerdo, autorizar con urgencia el despliegue de una fuerza neutral de interposici¨®n que reemplace al ej¨¦rcito invasor. Y, como condici¨®n previa, el cese de hostilidades y el impulso por la comunidad internacional de la negociaci¨®n entre los dos bandos enemigos somal¨ªes. Estados Unidos, a trav¨¦s de su ascendiente sobre Etiop¨ªa, puede resultar decisivo para reconducir una guerra que ilusoriamente puede creer ganada para sus intereses.
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