"Todos aquellos que quieren hacernos felices son siempre criminales"
Andre? Makine (Krasnoyarsk, 1957) es un ruso que escribe en franc¨¦s. Y muy bien, con elegancia y con un estilo cl¨¢sico. Eso es p¨²blico y notorio, como m¨ªnimo desde 1995, a?o en que recibi¨® los premios Goncourt y M¨¦dicis por El testamento franc¨¦s. Ahora llega la traducci¨®n espa?ola de La mujer que esperaba, una historia en la que el narrador es confrontado con el secreto humano de Vera, una mujer que espera, fiel y solitaria, el retorno de su enamorado, que parti¨® al frente en 1942. Estamos a mediados de la d¨¦cada de los setenta...
"Es la ¨¦poca de Br¨¦znev. Intento ser objetivo con los hechos y las personas. En Rusia ha habido grandes disidentes, como Solzhenitsin, Guinzburg o Chalamov pero tambi¨¦n hab¨ªa una mir¨ªada de personas que encontraban en la disidencia el terreno en el que manifestar su malestar. Sus problemas existenciales los canalizaban a trav¨¦s de una suerte de protesta social", dice Makine al referirse a la pintura cr¨ªtica que hace en su novela de los c¨ªrculos de oposici¨®n al poder sovi¨¦tico.
No quiere pasar por alguien que resta importancia a la pol¨ªtica, pero no quiere que se inmiscuya en sus ficciones por todas las rendijas. "?Para ser feliz hay que tener un sistema social id¨®neo? ?Acaso la gente no nos enamor¨¢bamos bajo el comunismo? ?O bajo el franquismo? Vera, mi protagonista, es alguien que construye alrededor de su entorno un microcosmos, independiente. Le basta con sus manos y sus sentimientos. Con su capacidad de amor".
De esa Vera, al principio, s¨®lo sabemos que espera, que es alguien que ha sacrificado su juventud a la fidelidad de un hombre que, con el tiempo, ya s¨®lo es una idea. "Todos vivimos esperando la llegada del gran amor. No hace falta que regrese del frente". En el caso ruso, con esa II Guerra Mundial que causa veinte millones de muertes, el tema del reaparecido, del resucitado, es frecuente. "?Pero no ¨²nicamente por la guerra! Tambi¨¦n estaba el Gulag. Las personas pod¨ªan desaparecer y no volver hasta diez o quince a?os despu¨¦s. El sistema los convert¨ªa en esclavos, los utilizaba como mano de obra gratuita. Pero el fen¨®meno se dio tambi¨¦n en Francia, con los alsacianos que fueron reclutados a la fuerza por los alemanes". Y se interesa por lo sucedido con los m¨¢s o menos voluntarios soldados de la Divisi¨®n Azul, perdidos en la URSS hasta que el Semiramis los devolvi¨® a la Espa?a franquista.
Su caso no es el del amor de Vera. Pero Makine no quiere dar demasiadas explicaciones sobre ello. "Una novela no es un ensayo filos¨®fico. Su fuerza es que uno puede adherirse a ella, identificarse con su trama o sus personajes sin necesidad de comprender. Es m¨¢s, casi siempre la comprensi¨®n es in¨²til. Comprender significa convertir las cosas en un esquema, en un esqueleto. Todos los comportamientos pueden explicarse: usted naci¨® en tal sitio, sus padres eran de tal manera, conoci¨® ese tipo de problemas y, claro, todo eso explica lo que hoy es usted. ?Es falso y, sobre todo, es in¨²til! Usted es distinto de los dem¨¢s por razones incompresibles. Cuantas m¨¢s capas levantamos para acercarnos al misterio humano, cuanto m¨¢s nos acercamos a su alma, m¨¢s se aleja ¨¦sta".
A pesar de que vive en Francia desde 1987, la mayor¨ªa de sus relatos siguen transcurriendo en Rusia o teniendo como protagonistas a rusos. "?Es que yo sigo siendo ruso!", dice este escritor al¨¦rgico a las explicaciones biogr¨¢ficas o sociol¨®gicas. "En Polonia o en Checoslovaquia tuvieron el comunismo desde 1947. Y por invasi¨®n. En Rusia lo tuvimos desde 1917 y tras una guerra civil. Los rusos hemos esperado demasiado del cambio de r¨¦gimen. Cre¨ªamos vivir en el infierno y que lo ¨ªbamos hacer en el para¨ªso y lo cierto es que la vida es otra cosa. A Gorbachov le exig¨ªan la misma seguridad social que con el comunismo, pero con un aflujo de bienes de consumo propio del capitalismo. La riqueza sin el riesgo". Todo eso no es lo que ocupa a los h¨¦roes de La mujer que espera. "Ese tipo de razonamiento har¨ªa aparecer a Vera como idiota, como alguien que ha renunciado a su puesto de profesora en Leningrado para ocuparse de las ancianas que malviven en las aldeas casi abandonadas de la zona entre Leningrado y el mar Blanco. ?Era m¨¢s importante dar clases de ling¨¹¨ªstica? ?El sueldo es determinante en el valor de una vida? Vera elige vivir ah¨ª, en esa zona de grandes bosques, casi deshabitada, de una belleza extrema. ?Se equivoca? ?Respecto a qu¨¦ par¨¢metros?".
El paisaje, la fusi¨®n silenciosa entre los hombres y la naturaleza, de car¨¢cter casi religioso, es el otro gran protagonista de la novela y de la obra de Makine. "Las colectivizaciones destruyeron la agricultura y los campesinos. Hoy son muy pocos los que siguen viviendo all¨ª. Hay que recordar que los koljoses, la colectivizaci¨®n de la tierra, supuso que quienes la cultivaban no pudieran salir del pueblo sin un visado del comisario pol¨ªtico. Eran prisioneros y esclavos, no pod¨ªan moverse y ten¨ªan que trabajar gratis. El resultado fue una brutal ca¨ªda de la producci¨®n y, hoy, el despoblamiento de zonas que, en Canad¨¢, est¨¢n habitadas. Quienes descubrieron la existencia del Gulag no fueron los disidentes, sino los economistas estadounidenses. ?El precio de las materias primas sovi¨¦ticas s¨®lo pod¨ªa explicarse si una parte del trabajo para conseguirlas no era remunerado! Gorbachov, como Jruschov, pretend¨ªa que fue Stalin quien pervirti¨® la idea de Lenin, pero en 1918 Lenin ya habla de campos de concentraci¨®n. ?Quer¨ªa nuestra felicidad! Todos aquellos que quieren hacernos felices son siempre criminales".
Andre? Makine es autor de El testamento franc¨¦s y La mujer que esperaba (Tusquets).
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