Depurados y delatores
De esta cat¨¢strofe cultural y paralelo abismo de iniquidad que fue la depuraci¨®n de la Universidad sab¨ªamos ya bastante. Hace m¨¢s de veinte a?os, Juan Jos¨¦ Carreras revis¨® los expedientes zaragozanos y Santiago Mel¨®n cont¨® muy bien la triste historia de la Universidad de Oviedo entre 1936 y 1939. Vinieron despu¨¦s, entre otros, el trabajo de Marc Bald¨® sobre Valencia y el de Jaume Claret sobre Barcelona, previo a su libro general sobre El atroz desmoche, que tiene fecha del presente a?o. Que se enmarca en una constelaci¨®n propicia de memorias, pues celebramos el 75? aniversario de la Rep¨²blica -punto culminante de la modernizaci¨®n del pa¨ªs-, el 30? de la guerra y estamos en v¨ªsperas del centenario de la benem¨¦rita Junta de Ampliaci¨®n de Estudios.
LA DESTRUCCI?N DE LA CIENCIA EN ESPA?A. Depuraci¨®n universitaria en el franquismo
Luis Enrique Otero
Carvajal (director)
Complutense. Madrid, 2006
384 p¨¢ginas. 20 euros
Conviene no perder de vista el doble enunciado que abre estas l¨ªneas. La reciente novela de Javier Mar¨ªas, Fiebre y lanza (Tu rostro ma?ana, 1), ha evocado la dimensi¨®n individual del abismo de iniquidad: tras una depuraci¨®n -la de Juli¨¢n Mar¨ªas- hab¨ªa una delaci¨®n, una amistad traicionada, el mirar para otro lado de muchos, el miedo al porvenir, la estrechez econ¨®mica, la necesidad de buscar un expediente de sobrevivencia o el camino del exilio. ?Cu¨¢ntas academias de piso, como las que evoc¨® Juan Benet en Oto?o en Madrid hacia 1950, acogieron a los catedr¨¢ticos depurados! ?Cu¨¢ntos antiguos profesores hubieron de buscarse la vida en editoriales privadas! ?Cu¨¢ntos seud¨®nimos no fueron sino una cautela obligada para evitar ser reconocido como antiguo colaborador de Hora de Espa?a o El Mono Azul!
Pero los t¨¦rminos del otro enunciado, la cat¨¢strofe cultural, no conocen paliativos. La envidia, el sectarismo, la estupidez suicida desmantelaron la tarea que hab¨ªan iniciado los liberales de la ¨¦poca alfonsina y que hicieron suya los republicanos de 1931. O lo que todav¨ªa fue m¨¢s siniestro: la desnaturalizaron y fagocitaron al crear el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas sobre el expolio y la memoria de la Junta para Ampliaci¨®n de Estudios, sin conseguir sus resultados.
La documentaci¨®n que ofrecebeste libro no deja que nos llamemos a enga?o sobre las v¨ªctimas y sus verdugos y suplantadores. El informe de 9 de junio de 1940 acerca de Am¨¦rico Castro lo relaciona "con organizaciones y peri¨®dicos jud¨ªos del extranjero", le acusa de haber "patrocinado a los huelguistas de las minas de Pe?arroya" en 1934 y de que su hija "se halla casada con un catedr¨¢tico de dudosa ideolog¨ªa" (el fil¨®sofo ex claustrado Xavier Zubiri). El expediente de Pedro Salinas le imputa absentismo acad¨¦mico y "pertinaz pol¨ªtica antinacional y antiespa?ola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional", y concluye que la "evidencia de su conducta" hacen "totalmente in¨²tiles las garant¨ªas procesales". El psiquiatra militar Antonio Vallejo N¨¢jera declara por escrito contra su colega Gregorio Mara?¨®n a causa del "car¨¢cter revolucionario y antipatri¨®tico que destila en todas sus obras, como puede apreciarse en su libro sobre Enrique IV". Pero quiz¨¢ m¨¢s revelador que la vesania de los enemigos sea la humana flaqueza de los interesados: Men¨¦ndez Pidal hace constar su adhesi¨®n al Movimiento Nacional ante la embajada de Par¨ªs, seg¨²n testimonio del embajador Lequerica, quien tambi¨¦n dice lo mismo del m¨¦dico Te¨®filo Hernando; Jorge Francisco Tello se exculpa ante la comisi¨®n, aduciendo la necesidad de preservar la integridad de sus laboratorios, de donde hab¨ªan desertado algunos ayudantes -Herrera Bollo, Rodr¨ªguez P¨¦rez y Enriqueta Lewy, secretaria de Cajal- que "se hab¨ªan encuadrado en las milicias". Pero algunos informantes no son colegas atacados de inquina o celos. El p¨¢rroco de la Concepci¨®n, en julio de 1940, se cree autorizado para se?alar que el gran penalista Luis Jim¨¦nez de As¨²a es "corruptor de la juventud universitaria y uno de los principales responsables de las desdichas y desgracias que ha padecido Espa?a". Y el general de divisi¨®n Salvador M¨²gica informa de un tal ?Ram¨®n Catal¨¢n?, a quien no conoce pero que le consta que es "mentecato, c¨¦lula comunista, juguete de su mujer y de su suegra", al que, "como regalo de bodas, dieron una c¨¢tedra en el Instituto de Segovia": se habla, por supuesto, de Miguel Antonio Catal¨¢n, un hito en la historia de la F¨ªsica espa?ola, yerno de Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal por su matrimonio con Jimena.
Todo esto lo tenemos impreso gracias al esfuerzo y al decoro intelectuales del actual equipo rectoral de la Universidad Complutense, al inter¨¦s del Decanato de su Facultad de Historia y Geograf¨ªa y a la labor de un equipo de sus profesores constituido por Luis Enrique Otero (director), Mirta N¨²?ez D¨ªaz-Balart, Gutmaro G¨®mez Bravo, Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez L¨®pez y Rafael Sim¨®n Arce, que han escrito los estudios correspondientes a la depuraci¨®n y el destierro, han editado los impresionantes documentos y estad¨ªsticas, y han compilado las fotograf¨ªas que ilustran el libro (todo el material estar¨¢ expuesto hasta el pr¨®ximo viernes 5 de enero en la Biblioteca Hist¨®rica Marqu¨¦s de Valdecilla, de Madrid).
Un pol¨ªtico ha dicho que la funci¨®n de los gobernantes es hablar del presente y del futuro. Por supuesto, que no lo es hablar exclusiva y vanamente del pasado. Pero el actual equipo complutense sabe bien que no hay presente ni futuro que valgan un ardite si no se reconoce y se hace p¨²blico un pasado de cr¨ªmenes y culpas. La Universidad espa?ola de hoy es mucho mejor que la de 1936, ?faltar¨ªa m¨¢s!, pero de no haberse interpuesto quienes hicieron propiedad suya ese pasado, si se hubiera producido la continuidad inteligente de lo que se ven¨ªa sembrando desde finales del siglo XIX, la superioridad cultural de la que hablamos se hubiera dado ya en los a?os cincuenta. Y la vida intelectual espa?ola se hubiera ahorrado tanto pernicioso recelo ante lo exterior, tantos h¨¢bitos arcaizantes, tanta ocultaci¨®n de tradiciones propias, tanto seudojuvenil adanismo que pretend¨ªa empezarlo todo de nuevo, tanta desconfianza hacia lo intelectual, que fue la herencia de un periodo de demasiada fe. La Guerra Civil fue, por supuesto, una sima de horrores enfrentados y paralelos. Por un lado, se quiso excluir una cultura tradicional y arcaica, mediante el siniestro expediente de eliminar al p¨¢rroco y al cacique, en el ¨²ltimo sangriento ritual revolucionario de Europa. El horror no disminuye un ¨¢pice, pero aquella barbarie tuvo mucho de espont¨¢nea y s¨®lo alg¨²n orate, como Jos¨¦ Bergam¨ªn, la quiso exculpar con razones... precisamente cristianas. La otra barbarie, la que quiso borrar la cultura moderna, laica y progresista de nuestro pa¨ªs, no fue planificada por ignorantes iluminados sino por colegas y vecinos, incub¨® su rencor desde comienzos del siglo XX, cont¨® con la alianza imp¨ªa de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y se prolong¨® por largo tiempo. Y, de alg¨²n modo, se prolonga cada vez que un est¨²pido dice que no hay que mirar al pasado y que hay que gobernar para el futuro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.