Educar para una ciudadan¨ªa activa
"-Como sigas sin venir a clase, llamo a tu padre.
-Profe, si lo encuentra, me avisa".
Es un sucedido. Me lo contaron unos colegas de filosof¨ªa, profesores de Ense?anza Media en Palma de Mallorca, como pod¨ªa haber sido en cualquier otro lugar de Espa?a. Forma parte de nuestra vida corriente.
Ante sucesos como ¨¦ste suenan las alarmas y se reclama alg¨²n tipo de educaci¨®n para la convivencia, de forma que los chicos no se acosen unos a otros, no se lesionen ni lesionen a los profesores. Y ¨¦se es desde luego un m¨ªnimo exigible: convivir sin da?arse. ?Pero es s¨®lo esto lo que ha de pretender la educaci¨®n en la Escuela, incluida la c¨¦lebre "Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa": que podamos convivir sin matarnos? ?O habr¨ªa que ir m¨¢s all¨¢ y empoderar a las gentes para que sean protagonistas de sus vidas, en solidaridad con los conciudadanos que igualmente han ser los autores de sus biograf¨ªas?
En los ¨²ltimos tiempos los proyectos educativos de la Uni¨®n Europea pretenden impulsar una ciudadan¨ªa activa, cosa de la que se ven¨ªa hablando desde que entr¨® en crisis el Estado del Bienestar. El Estado benefactor, a pesar de sus grandes m¨¦ritos, hab¨ªa generado una ciudadan¨ªa pasiva, en-tendida como un "derecho a reclamar derechos", y era preciso pasar a la ciudadan¨ªa activa de quienes est¨¢n dispuestos a reclamar sus derechos y a ejercerlos, a pechar con sus responsabilidades y a construir, participando en ella, la vida com¨²n. Edificar un Estado de Justicia, si no del Bienestar, o mejor, una Sociedad justa, es cosa de todos.
Al fin y al cabo, aqu¨ª viene a recalar una preocupaci¨®n que surgi¨® en nuestro pa¨ªs desde que la Constituci¨®n de 1978 consagrara la libertad religiosa y, por tanto, tambi¨¦n el pluralismo moral. Se planteaba entonces si una sociedad pluralista puede educar en los valores de una ¨¦tica c¨ªvica, de una ¨¦tica de los ciudadanos, compartida por las distintas ¨¦ticas de m¨¢ximos, y la respuesta viene siendo desde entonces afirmativa; s¨®lo el m¨¦todo para detectar esos valores ha ido variando. Si en principio se recurri¨® a la clarificaci¨®n de valores, al "saco de valores" o al procedimentalismo, no tard¨® en llegar un nuevo recurso: la idea de ciudadan¨ªa democr¨¢tica entra?a unos valores ¨¦ticos que es preciso ir desgranando de forma que sirva como un nuevo hilo conductor para averiguar de cu¨¢les se trata.
De hecho, la asignatura de ?tica que figura en 4? de la Ense?anza Secundaria Obligatoria incluye ya los proyectos morales propios de una sociedad pluralista ("derechos humanos", "voluntariado" o "feminismo"), los pol¨ªticos ("democracia"), y la reflexi¨®n que se hace desde las m¨¢s acreditadas teor¨ªas ¨¦ticas sobre las propuestas de felicidad, las exigencias de justicia, el sentido de un di¨¢logo en condiciones de humanidad, justamente desde la perspectiva de lo que se puede esperar de una ciudadan¨ªa democr¨¢tica. Y es de desear que la estructura de la nueva materia no difiera mucho, que tenga esa doble dimensi¨®n de los proyectos morales en la vida cotidiana y la reflexi¨®n ¨¦tica que le da sentido.
Porque importa conocer los derechos que ya nos reconocen la Constituci¨®n y las distintas declaraciones, pero para forjar una ciudadan¨ªa cr¨ªtica, autora de su vida en solidaridad, no basta con conocer el "qu¨¦", sino que es necesario reflexionar tambi¨¦n sobre el "porqu¨¦", del que han ido ocup¨¢ndose distintas teor¨ªas ¨¦ticas. Es necesario apropiarse de convicciones racionales, dispuestas a dejarse criticar y a ejercer a su vez la cr¨ªtica.
No se aprende a ser ciudadano activo s¨®lo leyendo prospectos, por muy valiosos que sean, ni siquiera conociendo c¨®mo llegaron a elaborarse los productos que figuran en ellos. Ni es de recibo educar emociones y sentimientos sin aducir con luz y taqu¨ªgrafos las razones por las que se considera que ciertos valores y conductas son superiores a otros. Educar en la autonom¨ªa, en la ciudadan¨ªa activa, supone pertrechar a los alumnos tambi¨¦n de razones y ayudarles a ponderar cu¨¢les son m¨¢s poderosas, de forma que puedan ir decidiendo por su cuenta.
Evidentemente, ¨¦sta es una tarea para la sociedad en su conjunto. Para padres y maestros, que no pueden sino compincharse en este juego de la educaci¨®n, que es de suma positiva: no como el f¨²tbol, donde lo que unos ganan lo pierden otros, sino que ac¨¢ ganan todos o todos pierden. Pero tambi¨¦n pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n tienen su cuota en esto de forjar una ciudadan¨ªa activa, y para lograrlo podr¨ªan acabar, entre otras cosas, con la partidizaci¨®n de la vida p¨²blica.
Dec¨ªa Ignacio Sotelo con todo acierto que la vida pol¨ªtica se ha partidizado y eso no es bueno. Pero todav¨ªa es peor, creo yo, que no se haya partidizado s¨®lo la vida pol¨ªtica, la que tiene relaci¨®n con la organizaci¨®n del Estado, sino tambi¨¦n la vida p¨²blica en su conjunto, incluidas las cuestiones morales.
Como sobre ellas ser¨¢ necesario legislar, los partidos defienden una posici¨®n y hacen de ella una opci¨®n partidista, la toman como la propuesta del partido; aunque es obvio que habr¨¢ desacuerdos entre sus miembros. Las cuestiones, entonces, no se politizan, sino que se "partidizan": cualquier postura que un ciudadano defienda ya viene monopolizada por un partido y se acusa al ciudadano de utilizar el discurso del partido en cuesti¨®n. Como si las gentes no pudieran pensar por su cuenta, o como si lo deseable en una sociedad madura no fuera justamente que piensen por cuenta propia y no sigan los "argumentarios" oficiales, tampoco los de los partidos pol¨ªticos.
Es letal para una sociedad que los desacuerdos morales se resuelvan en enfrentamientos partidistas, que cada partido capitalice una posici¨®n moral y la convierta en parte de su acervo. Porque partidizar la vida moral supone convertirla en un arsenal de votos que se disputan quienes desean conquistar el poder y mantenerlo, y eso es desembocar, entre otras cosas, en una ciudadan¨ªa inevitablemente pasiva.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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