Los mil y un mundos
El poeta surrealista Paul ?luard ten¨ªa toda la raz¨®n cuando dijo su celeb¨¦rrima frase: "Hay otros mundos, pero est¨¢n en ¨¦ste". No deja de maravillarme lo raros que somos los humanos (e incluso lo rara que yo misma me parezco a veces). Por ejemplo, hace poco vi en televisi¨®n un reportaje sobre esa afici¨®n que naci¨® en torno a 1980 en Estados Unidos, pero que ahora se est¨¢ extendiendo por todas partes, y que consiste en vestirse de animales de peluche. Los furries (se llaman as¨ª por el ingl¨¦s fur, piel) celebran convenciones internacionales, ferias y guateques, a los que acuden disfrazados y peludos. Como toda actividad humana termina teniendo que ver con el sexo, una parte de la cultura furry, los llamados furvert (mezcla de fur y de pervert, pervertido), se dedican a practicar un peculiar erotismo de mu?ecos, algo as¨ª como una bacanal en Disneylandia. Con lo dif¨ªcil que es el sexo normal (si es que esa antinomia, "sexo normal", existe), imag¨ªnense c¨®mo debe de ser hacerlo vestidos de Rey Le¨®n de pies a cabeza.
Pero hay una colectividad a¨²n m¨¢s extraordinaria. Se llama SecondLife (Segunda Vida, aunque todos la denominan SL, en contraposici¨®n a RL, RealLife o Vida Real), y es un mundo virtual al que se entra descargando el programa en www.secondlife.com. No es un juego, y tampoco es un chat. Es un verdadero universo paralelo, en el que actualmente hay casi dos millones de residentes procedentes de todos los rincones de la Tierra. Existe dinero (los linden d¨®lares, de cambio variable porque cotiza en la Bolsa de SL, pero que vienen a ser como un d¨®lar americano por cada 200 linden) y de hecho SL genera al parecer un enorme volumen de negocio en dinero real: hay profesionales que sacan su sueldo en RL del trabajo que ejercen en SL. Porque puedes comprar casas, o alquilarlas; puedes adquirir trajes, peinados, coches, muebles, cualquier cosa. O puedes dejarte las pesta?as en los muchos casinos que hay en ese mundo. Sin embargo, tambi¨¦n es posible vivir eternamente en SL sin gastarte un c¨¦ntimo. Al entrar, construyes gratis tu avatar (tu apariencia) de entre una casi infinita variedad de posibilidades. Puedes ser hombre o mujer, o animal, o dinosaurio met¨¢lico. Y puedes cambiar de avatar cuantas veces quieras.
SL es un mundo tridimensional. Tu avatar camina, corre y vuela, y se teletransporta a las diversas regiones. Lugares extra?os, algunos muy bellos, como salidos de un ensue?o de ciencia ficci¨®n. Con atardeceres de cielos rojos, cataratas estruendosas, bosques enigm¨¢ticos en los que se escucha el silbido del viento. En SL hay peri¨®dicos, cines, bibliotecas. Hay cursos acad¨¦micos que sirven para la vida real. Hay discotecas y puticlubs estridentes y siniestros. Y hay una marabunta de residentes con quienes puedes hablar y hacerte amigo. O enemigo. La chifladura y la excentricidad abundan, aunque no creo que el porcentaje de rareza sea mayor que en el mundo aut¨¦ntico: lo que sucede es que en SL la cosa se nota mucho m¨¢s. Y, cumpliendo una vez m¨¢s esa norma de oro de lo humano, a saber, la inevitable pulsi¨®n amorosa y er¨®tica, en SecondLife hay mucho slove and slex, que es como los residentes denominan ingeniosamente al amor y al sexo en SL. Por ejemplo, hay bastantes furries, porque les es muy f¨¢cil vestir fabulosos avatares animales.
Pero el 'slove' y el 'slex' no es m¨¢s que una parte de la historia. Adem¨¢s hay regiones pobladas por magn¨ªficos y amables dragones. Y hay exposiciones de pintura de pintores reales. Hay clases de yoga, clubs de debates, galer¨ªas comerciales, estudios de dise?o industrial. Lo m¨¢s alucinante y asombroso es que este mundo cibern¨¦tico va creciendo cada d¨ªa a velocidad vertiginosa y, sin apenas control, se va ordenando y diversificando por s¨ª solo, creando un cuerpo social complejo que, con sus luces y sus sombras, permite la coexistencia. Uno de los puntos m¨¢s oscuros de SecondLife es que puede resultar muy adictivo; y sin duda muchos despreciar¨¢n esa realidad virtual, consider¨¢ndola un empobrecimiento de la vida. Pero, por otra parte, tambi¨¦n las novelas o las pel¨ªculas nos proponen realidades virtuales. En el siglo XIX las novelas eran vistas como algo nefasto, puras fantas¨ªas empobrecedoras del pensamiento: de ah¨ª la tragedia de madame Bovary, por ejemplo, que perdi¨® la cabeza por leer narrativa. Y supongo que las primeras pel¨ªculas debieron de encontrar una oposici¨®n semejante. Yo creo que no hay que mitificar SL, pero tampoco condenarla. Es s¨®lo un mundo m¨¢s dentro de los infinitos mundos que somos capaces de crear los humanos.
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