Unamuno, anteayer
Un anteayer de hace setenta a?os mor¨ªa en Salamanca don Miguel de Unamuno. Noche de San Silvestre. Zapatilla quemada. Brasero y mesa camilla. Fr¨ªo y humo. El humo unamuniano con el que despedimos el a?o 2006 ha sido humo pol¨ªtico, municipal y espeso. Sirvi¨® a pesar de todo o por eso mismo como noticia de primera plana en este diario: "El PP impide en Salamanca la anulaci¨®n de un bando que conden¨® en 1936 al escritor y fil¨®sofo". Al catedr¨¢tico salmantino de Bilbao le hubiese agradado m¨¢s, sin duda, el figurar como poeta en esa y en todas las noticias protagonizadas por su persona despu¨¦s de su muerte. Se sent¨ªa y quer¨ªa poeta. "La gracia que no quiso darle el cielo", dijo Salaverr¨ªa recitando a Cervantes. "Si ese es poeta", remach¨® Blas de Otero cit¨¢ndose a s¨ª mismo, "yo soy obispo". Los dos se refer¨ªan, por dem¨¢s, a Unamuno. La realidad y el deseo no siempre coinciden ni deciden contraer matrimonio.
Al autor de El sentimiento tr¨¢gico de la vida le hubiese gustado mucho confirmar su presunta inmortalidad y saber que el PP y el PSOE se enzarzaban en una disputa municipal por su culpa (o gracias a ¨¦l y a su huella, o quiz¨¢s gracias al general sin un ojo que lanzaba vivas a la muerte y al que tuvo el valor de contestar en el paraninfo de la Universidad de Salamanca). A don Miguel -es un hecho period¨ªsticamente contrastado- le encantaba salir en los peri¨®dicos y posar para la foto del d¨ªa siguiente mientras hac¨ªa tiempo para el fot¨®grafo de la posteridad. Se pas¨® media vida posando y la otra media escribiendo sin descanso.
Se pas¨® la existencia cuidando su disfraz. La suya (la del 98) es una aut¨¦ntica generaci¨®n de m¨¢scaras: la m¨¢scara de a pie de Valle-Incl¨¢n, las m¨¢scaras de Baroja (tan desenmascaradas), la m¨¢scara anglovasca de Maeztu y el mascar¨®n de palo de Azor¨ªn. Pero Unamuno supera a sus colegas porque su aplicaci¨®n es superior, su entrega al personaje es la de un gran actor que rozara el delirio. Un mal corte de pelo o un traje defectuoso le pod¨ªan amargar la jornada. Todo deb¨ªa estar en su lugar, es decir, en el recio esqueleto vizca¨ªno sobre el que hab¨ªa organizado la representaci¨®n del personaje. Eg¨®latra hasta la obscenidad, un aut¨¦ntico genio del desnudo interior. Escribi¨® Josep Pla de don Miguel que "sol¨ªa hablar mal de las derechas, lo que no era ¨®bice para que dijera que en este pa¨ªs los hombres de derechas son los ¨²nicos que saben d¨®nde les aprieta el zapato". Los concejales salmantinos del PP seguro que tambi¨¦n conocen el punto exacto en el que les aprieta el zapato. Para Pla, el pensamiento de Unamuno se encontraba m¨¢s cerca de Men¨¦ndez Pelayo que de Giner. Es s¨®lo una opini¨®n. Para Salaverr¨ªa, el bilba¨ªno, "astuto como un aldeano, nunca se aventur¨® a decir s¨ª, franca y valerosamente; nunca, es claro, quiso tampoco decir que no del todo". Es s¨®lo otra opini¨®n, injusta como siempre o casi siempre, del guipuzcoano, que parece, no obstante, escrita para definir a algunos escritores de ahora mismo, pero no al inmortal don Miguel, especialista en broncas y en exilios, persecuciones y destituciones.
Unamuno, ha dicho Pep¨ªn Bello, no escuchaba a nadie: "No deb¨ªa escuchar a nadie nunca. No es que no me escuchase a m¨ª -que no era nadie- sino que no le he visto escuchar a nadie. He conocido a otros muy importantes, Ortega, por ejemplo, que escuchaban siempre. Unamuno ten¨ªa una carencia total de humorismo". Creo que lo de la semana pasada en Salamanca no le hubiese hecho gracia, pero seguro que le hubiera gustado. Necesitaba ser el centro de atenci¨®n, aunque le llamasen "celestina, antipatriota y envenenador". Pero, ?de veras sirve de algo dejar sin efecto un acuerdo municipal como el de Salamanca del a?o 36? ?Qu¨¦ efecto real ten¨ªa el mencionado acuerdo? ?Se realizan tesis universitarias sobre Unamuno como envenenador o sobre los oficios del rector de Salamanca como celestina?
?Hay que reivindicar en Salamanca a Miguel de Unamuno? ?Hay que rehabilitarlo en la plaza de Anaya o ser¨ªa m¨¢s propio hacerlo en su ciudad natal, alrededor de la cabeza de Victorio Macho que, hace a?os, la muchachada alegre y combativa lanz¨® a la R¨ªa para celebrar la Aste Nagusia? Por su buena cabeza, por su cabeza loca lo descabezaron y siguen haci¨¦ndolo, y eso no lo remedia el acuerdo de unos cuantos pol¨ªticos cuya ¨²nica coincidencia es que nunca han le¨ªdo ni leer¨¢n al pesado de Miguel de Unamuno.
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