Integrar a Turqu¨ªa en la UE
Hace diez a?os, la ¨²ltima vez que Turqu¨ªa tuvo un traspi¨¦ en sus prolongadas negociaciones con la Uni¨®n Europea, fueron los turcos los que tuvieron que hacer examen de conciencia y decidir si quer¨ªan seguir adelante. Ahora le toca el turno a Europa, que se enfrenta a cuestiones cr¨ªticas. ?Elegir¨¢n realmente los europeos volar por los aires uno de los puentes m¨¢s prometedores que existen entre el Occidente cristiano y el mundo isl¨¢mico? En t¨¦rminos m¨¢s generales, ?optar¨¢ Europa por integrar a los musulmanes en la imagen que tiene de s¨ª misma o se mantendr¨¢ en sus trece, guardando las distancias y consider¨¢ndolos permanentemente ciudadanos de segunda sospechosos?
La batalla se plante¨® cuando, antes de la Reuni¨®n de Consejo Europeo de diciembre, reaparecieron s¨²bitamente las discrepancias sobre Chipre. Fue un pretexto escandaloso para tender una emboscada a Turqu¨ªa: en la actualidad, los turcos van muy por delante en las principales negociaciones auspiciadas por la ONU para resolver la divisi¨®n de la isla, y la UE y los griegos son los que van a la zaga. Algunos dirigentes, con los espa?oles, brit¨¢nicos y suecos a la cabeza, defendieron una posici¨®n m¨¢s abierta ante el gran vecino musulm¨¢n. Pero ahora los pol¨ªticos alemanes, franceses, austriacos y holandeses quieren un chivo expiatorio para su pol¨ªtica exterior. Mientras sus econom¨ªas se estancan y se acent¨²an las actitudes contrarias a musulmanes e inmigrantes, parece que cada vez est¨¦n m¨¢s dispuestos a proclamar que Turqu¨ªa nunca podr¨¢ ser miembro de pleno derecho de una Europa cristiana.
Rechazar esa posibilidad no s¨®lo va en contra de un componente tradicional de la buena fe europea, sino que hace el juego a err¨®neas percepciones populares. No hay un peligro inevitable a la vuelta de la esquina. Probablemente, ahora ya nadie piensa que Turqu¨ªa vaya a estar lista para integrarse en la UE antes de 2020. Para entonces, puede que el pa¨ªs, con su r¨¢pido crecimiento econ¨®mico, y Europa, m¨¢s grande, lenta y superficial, con casi 30 Estados miembros, resulten m¨¢s compatibles. De no ser as¨ª, ambas partes podr¨¢n abandonar el proceso. Incluso los turcos, molestos por la hostilidad europea, se muestran ambivalentes respecto al paso definitivo. En realidad, las negociaciones para la integraci¨®n de Turqu¨ªa en la UE, desde que comenzaron all¨¢ por 1963, han sido sobre todo un fin en s¨ª mismas.
Ambas partes est¨¢n profundamente enfrascadas en un proceso de mejora que a veces va r¨¢pido y otras lento. Turqu¨ªa entr¨® en la uni¨®n aduanera de la UE hace diez a?os, la mitad de sus actividades comerciales son con Europa y pertenece a organizaciones europeas que van desde la OTAN a la UEFA. Todav¨ªa tiene que mejorar mucho en materia de derechos humanos, pero el marco de la UE le ha ayudado a cambiar cientos de leyes. Sin embargo, los adversarios de la reforma est¨¢n al acecho, por si Europa arrebata de repente a los modernizadores de Turqu¨ªa el aliciente que supone la plena integraci¨®n.
Europa tambi¨¦n sale ganando. Sus empresas tienen privilegios en un mercado de 70 millones de personas en plena expansi¨®n, donde aparecen nombres como el de la belga Fortis en la liga de f¨²tbol turca, la francesa Danone en los envases de yogur y la espa?ola Mango en escaparates y vallas publicitarias. Igual de importante es lo mucho que ha hecho la oferta de entrada plena en la UE, realizada en 2004, por divulgar el estable y moderado modelo de modernizaci¨®n musulmana en el levantisco Oriente Pr¨®ximo.
La potencial aceptaci¨®n de Turqu¨ªa como un igual ser¨ªa un s¨ªmbolo ¨²til para la integraci¨®n de las actuales minor¨ªas musulmanas de Europa. Del mismo modo que Turqu¨ªa ha cambiado diligentemente para adaptarse a Europa, una nueva forma de concebir el car¨¢cter europeo deber¨ªa acoger al pragm¨¢tico euroislam imperante en Turqu¨ªa. Para algunos europeos, que culpan al "islam" de que sus nuevos vecinos inmigrantes tengan malos modales, actitudes opresivas hacia la mujer y otra forma de vestir, esto es imposible. Se trata de problemas reales que, sin embargo, tienen menos que ver con la religi¨®n que con la falta de educaci¨®n, de riqueza y de experiencia en el entorno urbano. En su d¨ªa, los europeos del Norte tambi¨¦n trataban con condescendencia a Espa?a e Italia, considerando que no eran europeas, pero ahora nadie cuestiona las ventajas de difundir la riqueza y ampliar la imagen que de s¨ª misma tiene Europa para incorporarlas.
Ha llegado el momento de abrirse. Seg¨²n Beate Winkler, coordinadora de un estudio de la UE presentado en diciembre, la islamofobia va en aumento. Muy pocos de los diversos tipos de musulmanes que ya suponen el 3,5% de los europeos encajan con la imagen del fan¨¢tico religioso. M¨¢s bien, Winkler ha se?alado que la mayor¨ªa se sienten ciudadanos de segunda y que lo ¨²nico que piden es respeto. No es dif¨ªcil tenderles la mano. Para la mayor¨ªa de los musulmanes, la imagen m¨¢s duradera de la reciente visita a Turqu¨ªa del papa Benedicto XVI fue el momento en el que alz¨® las manos abiertas, tal como hacen los musulmanes al rezar, durante una visita a una mezquita. Nadie pens¨® que quisiera convertirse al islam, y muchos sintieron que el acto supon¨ªa un mensaje incluyente largamente negado. El Papa tambi¨¦n hizo algo que muchos antiturcos militantes, enraizados en el miedo hist¨®rico y el prejuicio hacia lo musulm¨¢n, no hacen. Acudi¨® a ver con sus propios ojos algunos de los profundos cambios intelectuales y sociales que han transformado el rostro de Turqu¨ªa durante este siglo. Puede que la sociedad rural turca siga estando a cierta distancia de la Ilustraci¨®n europea, pero no hay duda del impacto cada vez mayor de las ideas, leyes, textos y mercados europeos.
Los islam¨®fobos de Europa tambi¨¦n quieren olvidar que en el pasado Oriente y Occidente se enriquecieron mutuamente, como queda patente en el legado andalus¨ª espa?ol, en los tulipanes turcos adoptados por los holandeses, en el curry de los restaurantes brit¨¢nicos y en los futbolistas argelinos de Francia. Como demuestra el ¨¦xito relativamente considerable de las econom¨ªas de Espa?a y el Reino Unido, la inmigraci¨®n y la internacionalizaci¨®n pueden tener efectos positivos. Espa?a ha servido de mucha ayuda al copatrocinar junto a Turqu¨ªa la idea de la Alianza de Civilizaciones. Ahora, mientras la UE cambia sin cesar las reglas de juego, el primer ministro turco, Tayyip Erdogan, alude con frecuencia a esa alianza para convencer a su pueblo de que sigue compartiendo el mismo proyecto moral que el mundo occidental, y tambi¨¦n para mantener a raya a los temibles cristian¨®fobos que hay en su propio seno. Pero es un recurso ret¨®rico d¨¦bil. Si los europeos quieren realmente socavar las causas profundas del radicalismo isl¨¢mico, deben cooperar m¨¢s con el Reino Unido de Tony Blair y la Espa?a de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, que han asumido la tarea vital de mantener a flote las conversaciones con Turqu¨ªa, afianzando la perspectiva te¨®rica de una integraci¨®n plena en la UE.
Hugh Pope es escritor y periodista residente en Estambul. Autor, entre otros libros, de Turkey unveiled: A History of Modern Turkey (Turqu¨ªa desvelada: una historia de la Turqu¨ªa moderna).
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