El rockero corriente
Fito & Fitipaldis han sido el gran fen¨®meno del rock espa?ol en lo que llevamos de siglo XXI. Una m¨²sica directa con confesiones muy personales de un bilba¨ªno que ha salido ¨ªntegro de diferentes naufragios y que se hace querer
Ah¨ª le tienen, m¨¢s chulo que un ocho. Fito Cabrales (Bilbao, 1966) no da el tipo de superstar, pero en Espa?a no hay ahora mismo un solista de rock capaz de llenar polideportivos en un abrir y cerrar de ojos. Ha emprendido una gira de cien conciertos y, de momento, todas las actuaciones han colgado el "no hay entradas". El p¨²blico sabe lo que le espera: un bilba¨ªno modesto que parece asombrado de convocar multitudes, un chaval de la calle que hace chistes simples cuando para de tocar, un rockero pele¨®n que no intimida a nadie.
"?Son las canciones, est¨²pido!". Exacto: las de Cabrales son canciones menos sencillas de lo que parecen, pero que van directas a las partes sensibles. Poes¨ªa sin pretensiones que no desentona en la barra de un bar. Estribillos pop que se mueven por la m¨ªtica Ruta 66. ?Algo que alegar, Fito? "No, siempre me ha gustado m¨¢s el rock americano que el ingl¨¦s. Es como m¨¢s natural, menos pijo". Aclara que, de aquel inmenso pa¨ªs, le interesa exclusivamente la m¨²sica: "No he pasado de Nueva York. Y cuando voy all¨ª no hago turismo: visito las tiendas de guitarras, que tienen maravillas? a unos precios que acojonan. Podr¨ªa permit¨ªrmelo, pero me da pudor gastarme cinco millones de pesetas en una Fender cl¨¢sica".
Un chico de la clase trabajadora tiene esas r¨¦moras, explica. "Mis padres estaban en la hosteler¨ªa, tuvieron cafeter¨ªas, bares y puticlubs. En Laredo, en Benalm¨¢dena, pero sobre todo en Bilbao. Unas veces las cosas iban bien, y otras s¨®lo daban para ir tirando. Yo tambi¨¦n he estado en el negocio y s¨¦ lo que cuesta ganarse un duro. As¨ª que no me doy muchos caprichos. F¨ªjate lo tarado que soy: me compro revistas de coches y babeo viendo algunos modelos. Pero el ¨²nico capricho fue comprarme una Harley; cuando me subo, parezco la Hormiga At¨®mica". Sabe burlarse de s¨ª mismo: "Soy como una Fender, un instrumento feo que parece una chapuza, pero que puede tener magia".
Adolfo Cabrales entr¨® en la m¨²sica un poco por casualidad. Hab¨ªa estudiado formaci¨®n profesional, sufri¨® una mili dura y a la salida se encontr¨® perdido, otro veintea?ero en busca de gui¨®n. Ingres¨® a finales de los ochenta en Platero y T¨², un grupo bilba¨ªno de rock urbano, m¨¢s cercano a Le?o que a Kortatu. De forma natural, Fito se encontr¨® al frente, tocando la guitarra, cantando y componiendo la mayor¨ªa del repertorio, generalmente en compa?¨ªa del otro guitarrista, I?aki Ant¨®n.
Los t¨ªtulos de los primeros discos, Burrock'n roll o Voy a acabar borracho, son reveladores. "La verdad es que en Platero aprendimos el oficio ante el p¨²blico. Esos discos que mencionas ahora me suenan horrorosos. Para el tercero, Muy deficiente, ya pudimos incluso grabar con Rosendo y fue una revelaci¨®n: quedamos con ¨¦l en una cafeter¨ªa y nos hizo esperar mientras fumaba un cigarrillo tras otro, 'todav¨ªa no tengo voz'. Nos cost¨® aprender a hacer discos. ?Ni siquiera nos sal¨ªan portadas decentes! Bueno, en 1993, para Vamos tirando, entr¨® [el fot¨®grafo] Javier Salas, que sigue conmigo, sac¨¢ndome m¨¢s persona de lo que soy en realidad".
El grupo fue adquiriendo fama y consistencia fuera del radar de los medios. "Nunca estuvimos de moda. Hac¨ªamos lo que nos sal¨ªa y ya est¨¢. Recuerdo que fuimos a Cuba y all¨ª nos dec¨ªan que ¨¦ramos una banda de blues, primera noticia para nosotros. De Cuba tengo recuerdos bonitos y feos. Est¨¢bamos paseando con unas chavalitas y cay¨® uno de esos chaparrones de all¨ª, que te dejan calado hasta los calzoncillos. Fui al hotel con una de ellas para prestarle una camiseta, era tan peque?a como yo. No se trataba de follar, lo juro, pero no la dejaron subir, aunque estaba tan empapada como yo. Encima era mulata y la miraban mal. Ahora lo pienso y me indigno: a m¨ª, si en mi propio pa¨ªs no me dejan subir a un hotel, vamos, es que vuelvo esa noche y lo prendo fuego".
Platero y T¨² alcanz¨® la apoteosis de popularidad al hermanarse con Extremoduro, cuando el ¨¢spero grupo de Robe Iniesta fue descubierto por el gran p¨²blico con Agila. "Para muchos fans, eso fue nuestra perdici¨®n: en algunos conciertos ya no se sab¨ªa d¨®nde terminaba Platero y d¨®nde empezaba Extremoduro. Pero yo no tengo m¨¢s que admiraci¨®n por Robe, estar al lado de un genio te hace crecer. Sus letras son hasta hirientes, pero los sentimientos los puede entender cualquiera. Parece un b¨¢rbaro e igual es m¨¢s rom¨¢ntico que yo".
I?aki Ant¨®n se convirti¨® en la mano derecha de Iniesta y Platero perdi¨® fuelle. Cabrales mont¨® un grupo paralelo, Fito & Fitipaldis, "exclusivamente para tocar en los bares. El t¨ªtulo del primer trabajo, A puerta cerrada (1998), hace referencia a eso: era una cosa para amiguetes, sin guitarras el¨¦ctricas. El disco se hizo de un tir¨®n, dejando las imperfecciones". Digamos que Platero y T¨² facturaba canciones de marcha, cohetes para el s¨¢bado por la noche; Fitipaldis ofrec¨ªa cura para despu¨¦s de la resaca, confesiones de vulnerabilidad y momentos de arrepentimiento.
?Modelos? "Yo escuchaba a Enrique Urquijo y me pegaba muy adentro".
Sin trauma aparente, Platero se extingui¨® y Fitipaldis despegaron. "No hubo una gran bronca, fue m¨¢s el desaparecer de la ilusi¨®n. Platero funcionaba un poco por inercia, arrastrado por el negocio. Yo fui quien insisti¨® para que grab¨¢ramos el ¨²ltimo disco, quer¨ªa demostrar que todav¨ªa hab¨ªa algo que contar cuando todos nos daban por muertos".
Canciones fitipaldescas como Rojitas las orejas, A la luna se le ve el ombligo o Soldadito marinero hicieron el milagro: por fin, Fito vio entre su p¨²blico a un creciente contingente femenino. "Y eso es bueno, hasta musicalmente. Si lo que tienes delante es una tropa mayoritariamente masculina, se tiende a hacer el borrico. Cuando hay mujeres, cuidas m¨¢s las maneras. Te puedes mostrar m¨¢s sensible, m¨¢s parecido a la persona de fuera del escenario".
Viniendo del territorio del rock duro, la propuesta de Fito choc¨®: "Hay m¨²sicos que tienen que mantener a todas horas esa pose de machos cabr¨ªos, no pueden reconocer que les conmueve una ranchera o un pasodoble. Fitipaldis naci¨® en los bares, y eso nos dio mucho margen. Pod¨ªa hacer un tema de Los Rebeldes y nadie se molestaba. Aunque seas un militante del rock radikal vasco, tu cuerpo se va a alegrar con un rockabilly bien tocado. Lo mismo con las baladas de Los Secretos. Pero mi misi¨®n no era abrir mentes, se trataba de explicar: 'As¨ª soy yo, esto es lo que me gusta, lo que escucho en mi casa".
Con Fitipaldis, Fito se gradu¨®: pas¨® de los antros de rock a los teatros. "Tocar all¨ª son palabras mayores. Al principio me intimidaban. La gente viene a escucharte y no hay distracciones, ni alcohol, ni charlas ni ligoteo. Entonces es cuando admiras a tipos como Joaqu¨ªn Sabina, que no s¨®lo cantan temas con letras largu¨ªsimas, sino que adem¨¢s entretienen al personal. En comparaci¨®n, yo soy un soso".
Coincidiendo con la ascensi¨®n al estrellato, la existencia de Fito empez¨® a descarrilar. Pudo comprarse la casa de sus sue?os en Gorliz, mirando al mar. Arriba viv¨ªa con su mujer y sus dos hijos; en el garaje ten¨ªa el local de ensayo con estudio de grabaci¨®n. "Fue como instalar la guarida del lobo sobre el gallinero. Yo entraba all¨ª con mis m¨²sicos, se desped¨ªan y, cuando volv¨ªan al d¨ªa siguiente, todav¨ªa segu¨ªa tocando. ?Qu¨¦ me pasaba? Una combinaci¨®n de mi obsesi¨®n por la m¨²sica y, claro, las torrijas que pillaba. Y si sal¨ªamos a un bolo era peor. La fiesta empezaba cuando ¨ªbamos a recoger el equipo e igual segu¨ªamos de mambo hasta la noche del d¨ªa siguiente. Voy a decir la verdad: pod¨ªa tirarme hasta tres d¨ªas sin comer ni dormir".
El combustible era speed, bien regado con alcohol. La vida familiar se fue al carajo y los compromisos profesionales comenzaron a resentirse. "Me intern¨¦ o me internaron, que cuando vas de anfetaminas las cosas no est¨¢n claras. ?Que si era consciente de la gente que se hab¨ªa quedado por el camino? S¨ª que me impresion¨® tratar un d¨ªa a Enrique Urquijo y ver lo tocado que estaba, que hab¨ªa alguien siempre a su lado para controlarle. Pero es ahora cuando lo pienso y digo: 'Yo no quiero terminar as¨ª".
Sumergido en la desoladora realidad de un centro de rehabilitaci¨®n, Fito relativiz¨® sus desdichas: "Yo no era un enfermo de verdad, comparado con las anor¨¦xicas o los que ven¨ªan del caballo. La verdad es que tampoco fui tan destroyer como tantos tipos que he conocido, m¨²sicos o no. Me di cuenta de que pod¨ªa, que deb¨ªa volver a mi profesi¨®n. Al principio sal¨ªa con mucho miedo y con ayuda qu¨ªmica: me tomaba unas pastillas que, si bebes alcohol, te pones a morir. Hasta que un d¨ªa fui a un restaurante italiano y me ped¨ª un postre estupendo que, luego descubr¨ª, llevaba bastante licor. Me entr¨® tal angustia que all¨ª mismo decid¨ª dejar de tomar la p¨ªldora. No quiero renunciar a mi libre voluntad".
Habla con cari?o del equipo m¨¦dico que le trat¨®, aunque no coincida con sus an¨¢lisis: "Conoc¨ª a varios psic¨®logos y termin¨¦ con uno que no me lanzaba sermones. Estaba empe?ado en que andaba traumatizado por el divorcio de mis padres, algo que no comparto. S¨ª me ense?¨® que debo separar las sustancias del trabajo: 'Si quieres meterte algo, hazlo despu¨¦s de currar'. Antes no pod¨ªa actuar o grabar sin ponerme una raya y un copazo. Seg¨²n ¨¦l, hab¨ªa dos Fitos: el buen padre de familia y el que se atreve con todo despu¨¦s de colocarse. Ahora hay un solo Fito? ?creo!".
Recuperado, Fito se lanz¨® a la vor¨¢gine unos d¨ªas despu¨¦s de salir de la cl¨ªnica: una gira que le ocup¨® de noviembre de 2003 a febrero de 2005, donde pudo comprobar que "pod¨ªa funcionar sin la muleta de las drogas". Vivir para contarlo fue el disco que reflej¨® aquella ¨¦poca, grabado en las fiestas de Bilbao ante una alborotada masa cercana a las 100.000 personas. Ya era un fen¨®meno comercial -200.000 copias de Lo m¨¢s lejos, a tu lado- y por la cabeza le rondaba el deseo de subir pelda?os creativos.
Cambi¨® de productor: de I?aki Ant¨®n, inseparable desde los tiempos de Platero, a Joe Blaney, estadounidense con un gran curr¨ªculo y conocido en Espa?a por sus labores al lado de Andr¨¦s Calamaro. Tambi¨¦n modific¨® casi todo Fitipaldis, llamando a m¨²sicos que sudaron al lado de Quique Gonz¨¢lez o, de nuevo, Calamaro. Quiere puntualizar esos relevos: "No se trata de que unos sean mejores que otros. Lo que ocurre es que no quiero un grupo donde todos tengan algo que decir sobre la m¨²sica o las decisiones del bisnes. Que aporten lo que puedan, s¨ª, pero no que todos opinen sobre todo: ya tuve demasiada democracia asamblearia con Platero. Adem¨¢s, deben ser personas muy templadas, que aguanten el tir¨®n de estar en la carretera muchos meses".
Aqu¨ª no vale el t¨®pico del triunfador ingrato. Mucha de la gente que acompa?a a Fito en la actual etapa dorada, del representante al ch¨®fer de la furgoneta, son antiguos compa?eros de andanzas. Una curiosidad: ?se han implantado reglas para evitar que el jefe recaiga? En grupos hoy sobrios, como Aerosmith, es motivo de despido el que un empleado use drogas o alcohol. Fito se indigna: "Eso es muy facha. Aqu¨ª, cuando termina el show, que cada uno se ponga lo que quiera. Lo que s¨ª noto es que los visitantes al camerino se esconden si quieren hacerse una raya, ?y yo me parto el culo! En realidad, los m¨ªos son m¨²sicos curtidos, que tienen mi edad y est¨¢n de vuelta. Ni yo mismo me aplico lo de la tolerancia cero. Me tomo alg¨²n chupito y he descubierto el caf¨¦ irland¨¦s; si necesito relajarme, me fumo uno de esos porros homeop¨¢ticos, que s¨®lo llevan un lunar de hach¨ªs".
Una pausa para reflexionar: "Por m¨ª mismo, seguir¨ªa sin moderarme. De no haber tenido hijos y unas familias que dependen de mis actuaciones, es posible que no hubiera dejado mi vida anterior. Marisa, mi novia actual, me conoci¨® cuando ya estaba limpio y enseguida se dio cuenta de que yo no estaba totalmente convencido de que ¨¦ste fuera el mejor camino. Bueno, ?todav¨ªa tengo dudas!".
'Por la boca vive el pez' ha sido publicado por DRO East West.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.