Braceras del mar
4.000 mujeres luchan en Galicia por que el marisco no sucumba a la contaminaci¨®n y los furtivos
La luna les marca el horario laboral, les entusiasma trabajar sin jefes y en los ¨²ltimos a?os han tenido que plantar cara al fuel, las cenizas y los furtivos para preservar su medio de vida. M¨¢s de 4.000 mujeres bajan con la marea a la arena de Galicia para desenterrar con sachos y rastrillos algunos de los productos gallegos m¨¢s admirados en el mundo. Hace s¨®lo una d¨¦cada eran casi el doble, pero el mar, castigado por la contaminaci¨®n y el saqueo, ya no da almeja y berberecho para tanta mariscadora. Las que siguen viven de una profesi¨®n ¡°dura pero bonita¡±. Lo de profesi¨®n lo repiten una y otra vez. ¡°Algunos a¨²n piensan que vamos descalzas y muertas de hambre¡±, apunta con sorna Maril¨® Rodi?o, miembro de la agrupaci¨®n de O Grove, la m¨¢s numerosa y organizada del pa¨ªs.
La faena es dura y provoca dolorosos achaques. ?ngeles Bouzas iba al percebe con parches de morfina
"No tenemos ning¨²n due?o que nos controle pero s¨ª tiempo para nuestra casa. Aqu¨ª trabajas para ti"
Los vertidos hunden la producci¨®n. En Placeres extraen ahora la mitad de almeja fina que hace dos a?os
"En A Coru?a, los vigilantes de la Xunta miraban a otro lado cuando ve¨ªan furtivos"
El marisco no consiente ni una debilidad. Estas mujeres, la mayor¨ªa de entre 45 y 65 a?os, ara?an la arena con sus pesadas herramientas bajo la lluvia y el fr¨ªo y, a veces, con el agua hasta el cuello. Despu¨¦s de dos o tres horas a remojo, cargan con decenas de kilos y no pierden un d¨ªa de labor pase lo que pase. Hace unos meses en las playas de O Grove una trabajadora complet¨® su jornada marisquera y acudi¨® al hospital para dar a luz. "A mucho hombre le damos una y lo ponemos patas arriba", bromea Maril¨®. "Llegamos a casa para el arrastre", remacha Mar¨ªa Jes¨²s Mart¨ªnez, mariscadora del municipio pontevedr¨¦s de Louriz¨¢n.
La humedad, el fr¨ªo y el esfuerzo f¨ªsico les provocan achaques que hasta ahora eran invisibles para la Seguridad Social. A partir de este a?o, la Administraci¨®n reconocer¨¢ las dolencias de las mariscadoras como enfermedades profesionales y estas obreras del mar podr¨¢n acogerse a jubilaciones anticipadas. Es el caso de ?ngeles Bouzas, de Camari?as, a la que hace a?o y medio le diagnosticaron una fibromialgia. Esta camari?ana de 48 a?os arrastra tambi¨¦n una artrosis y lleva siete a?os sufriendo dolores "infernales" desde la cabeza a los dedos de los pies. El sufrimiento no ha conseguido separarla del mar. "El a?o pasado, para no coger la baja, me pon¨ªa parches de morfina para ir a coger percebe a cabo Vil¨¢n. Este a?o es el ¨²ltimo: si me vuelve a doler, lo dejo". Para burlar los golpes del oleaje se necesitan buenos reflejos y la enfermedad, admite esta percebeira, ha minado su condici¨®n f¨ªsica.
A ?ngeles, que marisquea desde los 8 a?os, le costar¨¢ tomar la decisi¨®n. El aire libre, la playa... "Mi escuela fue mariscar y esto me gusta mucho. A m¨ª la casa se me cae encima, pero cuando voy a mariscar, revivo". Lola Gondar, de O Grove, tiene las claras las ventajas de esta profesi¨®n. "No tenemos ning¨²n due?o que nos controle como en una f¨¢brica y tienes tiempo para tu casa. El marisqueo ya no se ve como un trabajo al que vas si no tienes otro. Antes la gente prefer¨ªa ir a una f¨¢brica, ahora no".
Maril¨® Rodi?o empez¨® a trabajar con 15 a?os en una depuradora y all¨ª apil¨® sacos de mejill¨®n durante largas jornadas sin disfrutar siquiera de una hora para comer. Con 32 a?os emigr¨® al extranjero y, cuando regres¨® a O Grove, se qued¨® un d¨ªa mirando la playa que se extend¨ªa a los pies de su casa y pens¨®: "?Por qu¨¦ no me hago mariscadora y dejo de depender de un jefe?". Desde entonces pertenece a una empresa de 500 mujeres autoorganizadas: la agrupaci¨®n de mariscadoras de su pueblo.
"Yo empec¨¦ porque no encontr¨¦ otro trabajo, pero luego empez¨® a gustarme y ahora no estoy arrepentida", afirma Irene Romero, esta hija, nieta y bisnieta de mariscadoras de Vilanova de Arousa que a sus 26 a?os lleva ya un lustro bajando a la arena con su madre. En este tiempo ha tenido dos hijos y en los dos embarazos agarr¨® el sacho para desenterrar marisco hasta que su barriga cumpli¨® ocho meses. Su reto diario es completar el tope de kilos en las tres horas que est¨¢ en la playa. Su mayor preocupaci¨®n es la inestabilidad de ingresos que tiene su profesi¨®n. "Vivir s¨®lo de esto es muy dif¨ªcil, imposible". La ventaja, subraya Irene, es el tiempo que tiene para dedicar a sus hijos.
Eso que ahora llaman conciliaci¨®n de la vida laboral y familiar lo inventaron las mariscadoras gallegas hace muchos a?os. "Este trabajo es muy compatible con la casa, la familia, el cuidado de los ni?os y de los mayores", explica Mar¨ªa Jes¨²s Mart¨ªnez. "Yo me siento realizada: soy una persona independiente, tengo mi trabajo, mi sueldo, y a la vez puede atender mi casa".
?ngeles Bouzas, con su artrosis, sus fisuras y su fibromialgia, pas¨® 11 a?os iniciando una segunda jornada laboral cuando abandonaba la arena. Despu¨¦s de mariscar, esta vecina de Camari?as cuidaba a su suegra y a su madre, enfermas de Alzheimer. No ten¨ªa tiempo ni para ir al m¨¦dico. Todos esos achaques desatendidos la han puesto ahora al borde de la jubilaci¨®n anticipada.
Las mariscadoras de los bancos m¨¢s ricos se consideran una empresa y no quieren ni o¨ªr hablar de que las rentas que ellas ganan son s¨®lo un complemento al sueldo de sus parejas. "?Un complemento? Nosotras somos mujeres independientes y luchamos para que nuestra actividad sea un puesto de trabajo", salta Lola Gondar, de O Grove. "Mi abuela cri¨® a todos sus hijos mariscando y ya entonces no ten¨ªa otro trabajo". Las trabajadoras de este municipio de las R¨ªas Baixas prefieren arrojar al mar las almejas y berberechos antes que aceptar un precio inferior al m¨ªnimo que ellas marcan. Por dignidad. "Aqu¨ª trabajas para ti", a?ade Lola, "cuanto m¨¢s te esfuerces, m¨¢s sacar¨¢s".
Su sueldo var¨ªa en funci¨®n de la contaminaci¨®n y el furtivismo, las dos cruces con las que cargan las mariscadoras gallegas del siglo XXI. Hasta que el petrolero Prestige emponzo?¨® en 2002 la costa con su pastoso fuel, las obreras de las zonas m¨¢s ricas de Galicia ganaban una media mensual de casi mil euros al mes. La mortandad que provoc¨® la marea negra baj¨® mucho la producci¨®n que, seg¨²n el sector, cuatro a?os despu¨¦s a¨²n no se ha recuperado del todo.
Casi peores que el fuel han sido las aguas fecales que los gallegos vierten al oc¨¦ano sin depurar desde siempre. "Hace dos a?os sac¨¢bamos cuatro kilos de almeja fina por mariscadora al d¨ªa; ahora sacamos dos". Mar¨ªa Jes¨²s Mart¨ªnez es mariscadora en el banco pontevedr¨¦s de Placeres, en el que durante un tiempo se prohibi¨® comercializar los bivalvos frescos por la alta contaminaci¨®n de las aguas. "Nosotras pagamos las consecuencias de algo que no es ni culpa nuestra ni de la naturaleza. ?Por qu¨¦ tienen que desaparecer puestos de trabajo por culpa de que no se hicieron depuradoras o por culpa de que se haya puesto aqu¨ª Ence?".
En A Coru?a, un ej¨¦rcito de cien mariscadoras a pie se enfrenta cada d¨ªa a unas huestes integradas por otros tantos furtivos. Un centenar de personas marisquean en la r¨ªa de O Burgo desde finales de los noventa sin carn¨¦ y sin escr¨²pulos. Extraen bivalvos de cualquier tama?o y no respetan ninguna veda. "La r¨ªa es para ellos un cajero autom¨¢tico: cuando necesitan dinero, van y lo sacan", ironiza con rabia Teresa Penelas.
Retenes de una veintena de mujeres vigilan en verano la r¨ªa coru?esa desde que baja la marea hasta que sube para evitar que los furtivos esquilmen su medio de vida. Las mariscadoras han sufrido insultos, amenazas y hasta agresiones f¨ªsicas. Dicen estar hartas de que los guardapescas de la Conseller¨ªa de Pesca miren para otro lado. "A partir de ahora denunciaremos cualquier agresi¨®n que suframos, pero nuestra denuncia no ir¨¢ contra los furtivos sino contra la Xunta".
Las trabajadoras coru?esas culpan del saqueo del marisco a un grupo de chabolistas que viven desde hace a?os en una f¨¢brica abandonada a pie de r¨ªa y que env¨ªan a menores de edad y octogenarias a extraer los bivalvos. "La Xunta ha sido permisiva con ellos hasta que se ha dado cuenta de que no hay marisco", protesta Teresa. "Los vigilantes de la Xunta miraban para otro lado aunque vieran que lo hac¨ªan ni?os de 8 a?os medio desnudos".
Los furtivos a los que se enfrentan las mariscadoras coru?esas poco tienen que ver con los del resto del pa¨ªs. En las R¨ªas Baixas las trabajadoras tambi¨¦n organizan turnos de vigilancia en verano para evitar que personas ajenas al sector se lleven a casa una raci¨®n gratuita de almejas y berberechos. En este caso, el enemigo viste bermudas y chanclas. "Aqu¨ª los furtivos son turistas y pocos, porque en las agencias ya les avisan de que no lo hagan", explican en la cofrad¨ªa de O Grove. Los que no vienen en viajes organizados son los que a veces caen en la tentaci¨®n de coger marisco. "Los que vienen en coche piensan que el mar es libre", ironizan las mariscadoras.
La coru?esa Teresa Penelas tiene 46 a?os y baja a la arena de O Burgo desde los 9. Ha crecido al mismo ritmo que menguaba el marisco. En los setenta, despu¨¦s de que el petrolero Urquiola derramara miles de toneladas de crudo, la r¨ªa a¨²n daba de comer a 2.500 mariscadoras. Veinte a?os despu¨¦s, s¨®lo 150 trabajadoras viven de este banco marisquero. La contaminaci¨®n y el furtivismo son los culpables.
"Antes trabaj¨¢bamos todos los d¨ªas de octubre a marzo, menos s¨¢bados y domingos", recuerda Teresa. "Ahora s¨®lo trabajamos en mareas vivas, porque no hay marisco". El mar tampoco es el mismo. "Antes el agua era clarita. Ahora es verdosa y a veces viene aceitosa y con espuma. Hay zonas en las que huele tan mal que no podemos trabajar porque no aguantamos".
La contaminaci¨®n ha provocado un descenso en la producci¨®n marisquera de toda Galicia y en las cofrad¨ªas hay lista de espera para conseguir un carn¨¦ y bajar a la arena. En el banco de Placeres, en la R¨ªa de Pontevedra, las mariscadoras tienen una media de 50 a?os y hace diez que no se incorpora nadie a sus filas. La m¨¢s joven ya ha cumplido los 35. "Nosotras querr¨ªamos gente nueva, pero el banco no est¨¢ bien y no da para m¨¢s; hay una lista de espera de miles de personas", asegura Mar¨ªa Jes¨²s Mart¨ªnez.
Lo mismo ocurre en O Grove y A Coru?a. En la localidad pontevedresa se jubilaron el a?o pasado 27 mujeres. La cofrad¨ªa ha solicitado ya nuevas incorporaciones a la Conseller¨ªa de Pesca, pero el proceso, explican las mariscadoras, es lento. En la r¨ªa coru?esa hace cinco a?os que no se estrena nadie en la arena.
En este ¨²ltimo caso, explica Teresa Penelas, la decadencia en la producci¨®n ha bajado mucho los ingresos de las trabajadoras con permiso de actividad. "Aqu¨ª el nivel de vida es malo. Trabajamos de 60 a 70 d¨ªas al a?o y sacamos al d¨ªa unos 130 euros, a los que hay que restar la Seguridad Social". Un sueldo de 9.000 euros al a?o que no da para mucho. Nada que ver con aquellos tiempos, dice la portavoz de las mariscadoras coru?esas, en los que su madre cri¨® a 12 de sus 14 hijos desenterrando almeja en O Burgo. Teresa y sus compa?eras no se dan por vencidas. Est¨¢n en pie de guerra con la Xunta para que erradique el furtivismo y limpie la r¨ªa. Porque el marisco no consiente ni una debilidad.
Mariscadoras por un d¨ªa
A las mariscadoras les llegan tambi¨¦n problemas desde fuera de Galicia. En las ¨¦pocas de m¨¢s demanda como Navidad, entran en el mercado local miles de toneladas de almejas procedentes de Francia, Italia, T¨²nez y Marruecos, que a veces incluso se venden mezcladas con las gallegas.
Las mujeres que desentierran el producto del pa¨ªs se han propuesto "desenga?ar" al consumidor y convencerle de que nunca compensa comprar la oferta for¨¢nea por mucho m¨¢s barata que sea. Para ello han puesto en marcha un programa de visitas a los bancos marisqueros que convierte a quienes se apunten en mariscadores por un d¨ªa.
La iniciativa se llama Pescanatur R¨ªas Baixas y en ella participan las cofrad¨ªas de Cangas do Morrazo, Pobra do Carami?al, Mar¨ªn, O Grove y Pontevedra, as¨ª como la cooperativa C¨ªes Artesanais. Con el apoyo de la Conseller¨ªa de Pesca mariscadoras y marineros llevan a gallegos y turistas a vivir una jornada de trabajo con ellos. El objetivo es dar a conocer los m¨¦ritos de su trabajo y la calidad del producto que extraen del mar de Galicia.
Los interesados pueden asistir a un d¨ªa de marisqueo en las playas de O Grove y de O Barbanza o compartir faena en embarcaciones de artes menores que pescan en las Illas Atl¨¢nticas de S¨¢lvora, Vionta y Sagres. Tambi¨¦n se ofrece la posibilidad de pasar una jornada de pesca con nasas en las Illas C¨ªes o conocer c¨®mo se extrae percebe y navajas en esta zona. Mariscadores a flote de A Pobra, la isla de San Sim¨®n y la ensenada de O Grove llevar¨¢n a navegar a los participantes en el programa para que observen c¨®mo desarrollan su trabajo.
Turistas y gallegos podr¨¢n conocer el manejo de las artes y embarcaciones propias del sector en Galicia, probar los productos que se obtienen y admirar el entorno natural en el que desarrollan su jornada. Quienes quieran apuntarse pueden hacerlo en las sedes de las cofrad¨ªas que colaboran en la iniciativa.
"El consumidor que compra marisco de fuera de Galicia est¨¢ enga?ado. Cuando llevas a alguien que suele tomarlo a probar el producto de aqu¨ª se sorprende de la diferencia", se?ala Lola Gondar, directiva de la agrupaci¨®n de mariscadoras de la Cofrad¨ªa de O Grove.
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